En tiempos de Carlos III se empezaría a instaurar una práctica que daría en llamarse Nepotismo ilustrado. Lejos de remitir estas prácticas nacidas en los albores del siglo XVIII, la administración pública hispana anda sobrada de ejemplos que, en algunos casos, harían palidecer a la cohorte del bueno de Carlos III.
Sin llegar a los niveles de escándalo mayúsculo que competen a un sistema asentado en la pura corrupción como la Italia de Silvio Berlusconi —hasta su sobrenombre está teñido de sarcasmo: il cavalieri—, en la comunidad catalana se ha producido un hecho que no deja de provocarme un notable desencanto y desconfianza. El relato de lo sucedido no tiene desperdicio por cuanto los medios oficiales han silenciado estas imbricaciones familiares que paso a relatar. El «otro» Rafael Nadal (foto izqda.), es decir, el director de El Periódico de Catalunya, dio el visto bueno a la publicación de una noticia referida a una hipotética reunión privada entre el Presidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero y su tocayo José Montilla, Presidente del gobierno de Catalunya. El motivo de la misma: desencallar la aprobación del modelo de financiación que, en su día, había aprobado el Parlament de Catalunya dentro del marco estatutario de reciente creación. Especialista en los juegos malabares verbales, Zapatero se afanó en negar la mayor y dejar sine die un acuerdo de financiación que tiene en pie de guerra a la clase política catalana. El Periódico apostó fuerte sabiéndose que bebía de fuentes óptimas: la noticia apareció en portada con riqueza tipográfica y días después se hacía eco de un segundo encuentro que provocaba un comunicado un tanto ambiguo desde el Departamento de Presidencia de la Generalitat. Para Maria Teresa Fernández De la Vega, la vicepresidenta del gobierno español a quien la crisis económica no parece afectar su fondo de armario (contabilizado en hectáreas), parecía negar la doble noticia pero sin demasiado énfasis. Lo cierto es que aquellos rotativos que cuestionan sistemáticamente en sus editoriales la perniciosa relación entre poder judicial y poder político, a resultas de la renovación del Tribunal Constitucional y otros organismos estatales de la judicatura, apliquen la ley del silencio en relación a unos clanes familiares y/o grupos de poder que ponen en jaque a la ética periodística y política. Me refiero a que Rafael Nadal debería abstenerse de figurar en un cargo de la responsabilidad, a todos los niveles, de El periódico —el que compite con La vanguardia con un mayor número de ventas en Catalunya— sabiéndose que uno de sus hermanos, Joaquim Nadal, (foto dcha.) ejerce de Conseller de Presidència de la Generalitat, algo así como el segundo de abordo y mano izquierda de Montilla en el seno del gobierno tripartito, además de oficiar de Conseller Territorial i Obres Públiques. Claro que ninguno de los hermanísimos ha salido a la palestra para desmentir o afirmar el encuentro entre Montilla y Zapatero a principios de septiembre. Es cierto que el físico de uno y otro a priori no les relaciona, pero los genes no engañan. Unos genes, por lo visto, que contienen una huella hereditaria que predispone a los Nadal, noble familia que respira los aires del Empordà, a trabajar en la Administración pública autonómica catalana o a una correa de transmisión de la misma en forma de diario (no sea que se queden huérfanos de subvenciones), con un claro decantamiento a cantar las excelencias del PSC. Con los Nadal casi daría para formar un equipo de futbito mixto, eso sí, patrocinados por El periódico: Joaquim Nadal en la portería (su puesto natural: lo suyo es blocar los balonazos que le vienen por todos los ángulos), Manel Nadal (con otro cargo de enjundia en el organigrama paragubernamental) como zaguero, en la media punta Mercè Nadal (con un cargo administrativo de relevancia en Girona) y en la punta Rafael Nadal. Propongo, a modo de refuerzo, a Ernest Maragall, el hermano del ex presidente Pasqual Maragall, y a Apel·les y Josep Lluis Carod-Rovira unidos por la cosanguineidad y el servicio público a Catalunya. No me negarán que ganaría por goleada... el nepotismo ilustrado.
Sin llegar a los niveles de escándalo mayúsculo que competen a un sistema asentado en la pura corrupción como la Italia de Silvio Berlusconi —hasta su sobrenombre está teñido de sarcasmo: il cavalieri—, en la comunidad catalana se ha producido un hecho que no deja de provocarme un notable desencanto y desconfianza. El relato de lo sucedido no tiene desperdicio por cuanto los medios oficiales han silenciado estas imbricaciones familiares que paso a relatar. El «otro» Rafael Nadal (foto izqda.), es decir, el director de El Periódico de Catalunya, dio el visto bueno a la publicación de una noticia referida a una hipotética reunión privada entre el Presidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero y su tocayo José Montilla, Presidente del gobierno de Catalunya. El motivo de la misma: desencallar la aprobación del modelo de financiación que, en su día, había aprobado el Parlament de Catalunya dentro del marco estatutario de reciente creación. Especialista en los juegos malabares verbales, Zapatero se afanó en negar la mayor y dejar sine die un acuerdo de financiación que tiene en pie de guerra a la clase política catalana. El Periódico apostó fuerte sabiéndose que bebía de fuentes óptimas: la noticia apareció en portada con riqueza tipográfica y días después se hacía eco de un segundo encuentro que provocaba un comunicado un tanto ambiguo desde el Departamento de Presidencia de la Generalitat. Para Maria Teresa Fernández De la Vega, la vicepresidenta del gobierno español a quien la crisis económica no parece afectar su fondo de armario (contabilizado en hectáreas), parecía negar la doble noticia pero sin demasiado énfasis. Lo cierto es que aquellos rotativos que cuestionan sistemáticamente en sus editoriales la perniciosa relación entre poder judicial y poder político, a resultas de la renovación del Tribunal Constitucional y otros organismos estatales de la judicatura, apliquen la ley del silencio en relación a unos clanes familiares y/o grupos de poder que ponen en jaque a la ética periodística y política. Me refiero a que Rafael Nadal debería abstenerse de figurar en un cargo de la responsabilidad, a todos los niveles, de El periódico —el que compite con La vanguardia con un mayor número de ventas en Catalunya— sabiéndose que uno de sus hermanos, Joaquim Nadal, (foto dcha.) ejerce de Conseller de Presidència de la Generalitat, algo así como el segundo de abordo y mano izquierda de Montilla en el seno del gobierno tripartito, además de oficiar de Conseller Territorial i Obres Públiques. Claro que ninguno de los hermanísimos ha salido a la palestra para desmentir o afirmar el encuentro entre Montilla y Zapatero a principios de septiembre. Es cierto que el físico de uno y otro a priori no les relaciona, pero los genes no engañan. Unos genes, por lo visto, que contienen una huella hereditaria que predispone a los Nadal, noble familia que respira los aires del Empordà, a trabajar en la Administración pública autonómica catalana o a una correa de transmisión de la misma en forma de diario (no sea que se queden huérfanos de subvenciones), con un claro decantamiento a cantar las excelencias del PSC. Con los Nadal casi daría para formar un equipo de futbito mixto, eso sí, patrocinados por El periódico: Joaquim Nadal en la portería (su puesto natural: lo suyo es blocar los balonazos que le vienen por todos los ángulos), Manel Nadal (con otro cargo de enjundia en el organigrama paragubernamental) como zaguero, en la media punta Mercè Nadal (con un cargo administrativo de relevancia en Girona) y en la punta Rafael Nadal. Propongo, a modo de refuerzo, a Ernest Maragall, el hermano del ex presidente Pasqual Maragall, y a Apel·les y Josep Lluis Carod-Rovira unidos por la cosanguineidad y el servicio público a Catalunya. No me negarán que ganaría por goleada... el nepotismo ilustrado.
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