jueves, 23 de agosto de 2018

«MÁS TRABAJO PARA EL ENTERRADOR» (1949), de Margery Allingham: ALBERT CAMPION EN APRON STREET


En proporción al número de títulos publicados hasta la fecha en torno a los ciento veinte, Impedimenta aglutina entre sus numerosas virtudes el ser uno de los sellos del estado español que presenta un mayor porcentaje de obras escritas por mujeres, en justa correspondencia con el desempeño de las féminas dentro de la Historia de la literatura. No se trata de “cuotas” que ganan al mar del progresismo, si no de la constatación, a cada libro leído, de una calidad literaria que, en el caso de Margery Allingham (1904-1966) puede ser perfectamente equiparable, por ejemplo, de Edmund Crispin, seudónimo de Robert Bruce Montgomery (1921-1978), de cuya obra de un tiempo a esta parte la editorial Impedimenta ha dado “visibilidad” con la publicación de volúmenes recorridos en cada de éstos por el personaje del profesor de Literatura Inglesa Gervase Fen. Al correr de las páginas de Más trabajo para el enterrador (1949), la segunda de las novelas editadas por Impedimenta hasta la fecha (la primera El signo del miedo, en 2016), me sobrevino el recuerdo de las aventuras y desventuras detectivescas de Gervaise Fen, quien muestra un notable parentesco con Albert Campion, la “critatura” literatura por antonomasia de Margery Louise Allingham. Asimismo, Crispin y Allingham son coincidentes a la hora que el texto traspire por los poros de su cuerpo narrativo, fiado a la noción de novela de misterio, una veta irónica capaz de hacer esbozar una (medio)sonrisa al lector, sin que ello desmerezca un conjunto aplicado a un extraordinario puntillismo en la descripción de escenarios y personajes. Sin duda, un dominio del lenguaje y de los resortes que los sustenta que para Allingham, inmersa en el periodo de postguerra, ya acumulaba ingentes horas de vuelo en menesteres de escritora, el oficio que la había sido “revelada” prácticamente a la par que empezaba a articular un lenguaje oral bien articulado. El investigador Albert Campion fue el personaje que, de lejos, de dedicó mayor tiempo en su quehacer de escritora de novelas y relatos cortos. A diferencia de Gervase Fen, Campion presume de su linaje aristocrático y de haber podido figurar en la línea de sucesión al trono inglés. Por ello, cuando inopinadamente la Rank decidió adaptar su novela Tiger in the Smoke (1945) se adivina una de las apuestas literarias para venideras temporadas en la hacienda del sello Impedimenta—, eliminando para la ocasión el personaje de Albert Campion, Allingham, natural del barrio inglés que dio carta de naturaleza a nivel nominal a una de las productoras por excelencia de la comedia inglesa la Ealing-- volvió la espalda a esa misma industria que tres años de su muerte adaptaba Dr. Crippen (1963), una suerte de biopic sobre un asesino en serie que envenenaba a sus víctimas en la Inglaterra de principios del siglo XX: Al doctor Hawley Harvey Crippen el cinematógrafo le puso el rostro de Donald Pleasence, y en la novela de Allingham es citado en diversas ocasiones, a cuenta del proceso de investigación sobre Edward Chretin Palinode (1883-1946), fallecido prácticamente a la misma edad que lo haría Margery Allingham, a la que su coetánea Agatha Christie, rival en el campo de la novela de misterio, dijo que fue una de sus indiscutibles influencias. Christie siempre apreció el trazo firme de aquellos escritores con vocación de narradores, capaces conjugar lo didáctico con lo lúdico, el rigor con lo irónico. En la obra de Margery Allingham encontró semejantes atributos. La lectura de Más trabajo para el enterrador da fe de ello, siendo preceptivo para la misma el ir saboreando su fermento narrativo de manera especial a propósito de un viaje como el de un servidor por tierras holandesas. Desde su zona norte se puede hacer volar la imaginación y observar en lontanza la costa británica, un espacio geográfico provisionado de una inacabable nómina de escritores del talento de Margery Allingham, fiados a un magisterio en prosa que no cesó hasta el fin de sus días, llegando a firmar una veintena de novelas con el personaje fijo en esa ecuación literaria cuya incógnita –en su modalidad de whodonit.. cabe despejar en sus respectivas páginas finales.