lunes, 30 de junio de 2008

TERAPIA PARA CRÍTICOS

«También he descubierto con los años la escasa curiosidad que suele tener la gente con relación a mí, especialmente cuando estoy en medio de personas y cuando me rodean personas de la misma ciudad, que tienden a hablar entre ellas como si el resto del mundo no existiese. En esas situaciones me siento excluído. Lo peor es que a estas alturas ya me siento excluído incluso ante mi madre y mis hermanos». No, no se trata de la reproducción de un extracto de un libro de tintes autobiográficos que evalúa aspectos tales como el complejo de Edipo; pertenece a la introducción (sic) de un manual sobre el cine documental británico (1929-1950) que ha publicado recientemente Calamar Ediciones, de forma conjunta con el Festival de Cine de Huesca. El autor de esta «perla» freudiana no es otro que Israel Paredes, de quien ya hice referencia en el post titulado Aunque los modernos sepan que has muerto, a propósito del estreno del último film de Sidney Lumet. En su crítica para la web miradas.net, Paredes ya dejaba entrever una tendencia irreprimible a la hora de hablar de sus circunstancias personales, pero en el presente volumen, Encuentros con lo real (2008), lleva el asunto hasta el paroxismo en una de las introducciones/prólogos más marcianos y fuera de lugar que uno haya leído jamás. Claro que si la Editorial Calamar acepta pulpo, el hombre se suelta que es un contento y mata dos pájaros de un tiro: una remuneración por el trabajo llevado a cabo sobre un tema poco transitado por la crítica (ya se sabe que ver películas que casi nadie ha tenido acceso produce un placer multiorgásmico a algunos críticos y los documentales british de la primera mitad del siglo XX no son precisamente el Titanic cinematográfico) y ahorrarse el psiquiatra mediante la terapia de escribir sobre sus neuras, rindiendo cuentas para con su familia. Eso sí, no estamos ante escritos planos sino que Paredes nos deleita con instantes épicos, bigger than life: «Y creo ser solidario y comprensivo porque he acabado entendiendo que, cruces con quien te cruces, sea donde sea, todos estamos librando una batalla, cada cual a su modo, con sus propias armas, contra un enemigo multiforme capaz de disfrazarse con los atavíos más simples y de emboscarnos cuando menos lo esperamos» (pág. 21). Pero en esta enmienda al nonsense, Paredes no está solo; le acompaña Hilario J. Rodríguez (ver foto), que participa en otra de las «gemas» que nos propicia la lectura de esta monografía. La coda epistolar tampoco tiene desperdicio: Rodríguez y Paredes intercambian experiencias fílmicas, sensaciones, vivencias en el extranjero para pasmo de quienes tan sólo querían saber sobre el movimiento documental británico. Maceradas por la vena poética de Rodríguez, hay frases que no tienen desperdicio en un espacio susceptible de habitar una bibliografía más o menos apañada, o un capítulo que trazara un horizonte documental con los miembros del free cinema tomando el testigo de los Harry Watt, Basil Wright o Humphrey Jennings: «En 1982, yo había cogido un tren con destino a Córdoba, después de haber sido declarado prófugo, culpable en un juicio y apto para incorporarse a filas de forma inmediata». Así debió nacer su afición por el séptimo arte; refugiéndose en los cines para que la pasma no lo encontraran. No me dirán que es una historia que mueve a la ternura. Pero esas cuentas pendientes para con el estamento militar pronto tendrían fecha de caducidad e Hilario J. Rodríguez se incorporaría a las filas de aquellos críticos que utilizan el cine como terapia. Pensando en este colectivo, creo que algunos psicofármacos deberían prescribirse especialmente para los que practican el onanismo. Ya se sabe que los espacios cerrados y oscuros despiertan nuestros miedos más profundos y nos retrotraen a los primeros capítulos de una infancia, en ocasiones, de ingrato recuerdo.

sábado, 28 de junio de 2008

FOREVER YOUNG

Muchos de esos compañeros de viaje que te procura la vida debían sentirse extrañados que aún no hubiera dedicado un post a Neil Young. Saben de mi devoción por este genio sin paliativos de la música. Su presencia en la jornada de apertura del Rock in Rio, celebrado en Arganda del Rey (para más señas, en la comunidad de Madrid), ha propiciado que paremos atención sobre este sexagenario «hombre orquesta» con más de cuarenta discos en su haber, tantos como años pisando los escenarios de todo el mundo. Pero curiosamente Neil hasta la fecha se ha dejado ver y escuchar poco en nuestro país. Todavía recuerdo con envidia sana los comentarios de terceros sobre el concierto que ofreció en 1987, unas fechas cercanas a mi primer contacto con su prodigiosa música, así como la frustración que me provocó la suspensión de un concierto en nuestro país diez años más tarde alegando un accidente laboral (al parecer, se rebanó un dedo practicando con la ebanistería, extremo que ha quedado acotado al terreno, en este caso, de las «leyendas rurales» provenientes de su granja canadiense).
Para mi satisfacción, leí hace semanas que Neil Young formaba parte del cóctel de músicos contratados para el Rock in Rio versión hispana. Pero el formato y el emplazamiento no me parecieron los más adecuados para ver brillar la estrella musical de Neil Young. El programa, sin duda, se lo valía: Alanis Morisette, Jack Johnson, Manolo García... y Neil Young. La pega: son estilos muy diversos que convocan a públicos diferentes, provocando una sensación que algunos de los 51.000 asistentes al concierto en horario de madrugada estaban de paso, que sí, les sonaba Neil Young, pero seguramente no tendrían en sus discotecas ninguna de sus piezas. Más movidos por la curiosidad que por otro asunto, éstos se mezclarían con los auténticos neilyoungeros, aquellos que han seguido su enérgica, vigorosa carrera trufada de mainstreams pero también de canciones ocultas, puras rarezas incluidas en ediciones discográficas con escasa salida comercial. Sopesando una cosa y otra, decidí que la oportunidad de verlo por primera vez en directo se podría postponer, quizás, en alguna ciudad europea donde tiene programado una serie de conciertos de su gira por el viejo continente. Esa especie de hipocresía prosaica que se practica en el mundo de la música no me va. Y vista la retransmisión de la 2 (penosa por cuanto hubieron tres cortes publicitarios, el primero insufrible), mis temores se confirmaron: un escenario grandilocuente, custodiado por personal de seguridad como si se tratara de un castillo, con un público, eso sí, entregado, pero que como suele decirse, se apunta a un bombardeo: camisetas de The Clash, los Rolling Stones, Led Zeppelin lucían en las primeras filas, de los que se supone deben ser los fans nº 1 del canadiense en España. Muchos de ellos saldrían alucinando del concierto, pero la sensación de un servidor (con la distorsión que provoca tan sólo verlo por la tele) es que Neil Young es mucho más; tan sólo ofreció una de sus caras, la más rockera si acaso, con un despliegue de energía que Manolo García —un fan confeso— debía quedarse patidifuso y preguntarse si debería cambiar de gimnasio o de fisioterapeuta. De su último disco, Chrome Dreams II (2007), Young ofreció un despliegue de energía descomunal marcándose un tema de veinticuatro minutos (a falta de hilvanar unos comentarios con sustancia, los encargados de la retransmisión echaron mano del crono), No Hidden Path. Pero los sombras del pasado volvieron a refulgir con temas-himno del calado de Cimannon Girl, Out of the Blue o Mother Earth. Un concierto de más de dos horas volcado, en definitiva, hacia su vertiente más rockera, con algunos amagos acústicos (The Needle & Damage Done, el tributo obligado a uno de sus álbumes de cabecera, el imprescindible Harvest, del que tocó otras dos piezas, Heart of Gold y Old Man) que pusieron a prueba una voz tersa, que hace honor a su apellido y que contrasta con sus arrebatos de guitarra que dejaban sin respiración al batería de turno en su particular «duelo instrumental». El fin de fiesta se completaría con una versión de los Beatles de A Day in the Life.
Por mi parte, espero decir pronto que he podido ver a Neil Young, aunque tan sólo sea un día en la vida. Luego me querré morir... y resucitar como lo ha hecho tantas veces Neil Young. Imagino ese día escogido en una de las primeras filas, en buena compañía, de un teatro con una excelente acústica, con Neil Young presidiendo la función rodeado de su nutrido aparejo instrumental (armónica, guitarra eléctrica, guitarra acústica, piano, órgano, etc.), de músicos excelsos (con su esposa Pegi Young en los coros) y buscando la complicidad del público entre tema(zo) y tema(zo), cosa que no permite un concierto de las dimensiones mastodóndicas del Rock in Rio. Esas distancias cortas son las que demuestran la grandeza de Neil Young, a mi juicio, el más completo de los músicos vivos de la historia del rock.

miércoles, 25 de junio de 2008

BIBIANA LOS IGUALA... A MORÁN, TRILLO, ÁLVAREZ...

Desde los tiempos de la democracia es norma que en cada legislatura, indistintamente del partido que gobierne, se saquen de la manga algún ministerio o entre en escena algún ministro o ministra que acabe siendo el chascarrillo de improvisadas tertulias a pie de bar. A vuela pluma, tendríamos a Fernando Morán en los años 80, bajo la égida del PSOE de Felipe González, que sería motivo de innumerables chistes; a Federico Trillo y sus ya famosas frases que forman parte del acervo popular (con mayúsculas y minúsculas); a Magdalena Álvarez, persona non grata por tierras catalanas que ha dejado un rosario de desafortunadas declaraciones en torno a las vicisitudes de un AVE que llegaría a Barcelona con (pelillos a la mar) más de un lustro de retraso. Para esta recién inaugurada legislatura, Álvarez, cumplida su función para la que calcula pasará a la posteridad, ha quedado relegada a un segundo plano frente a su compatriota andaluza Bibiana Aído. Tres meses la han bastado para marcar las líneas de un Ministerio, el de Igualdad, que camina con paso firme para obtener la medalla al absurdo, al sinsentido, quizás sabiéndose su máxima responsable que es la única manera de ganarse una pequeña cuota de atención mediática. Veamos. Lo del teléfono para que los hombres con cuadros de violencia marcados pudieran llamar y dejarse llevar por los consejos de una voz femenina, cual canto de sirena, roza lo surrealista y lo esperpéntico. Seguro que esos «machitos» con medio centímetro de cerebro anotarán en su agenda personal el «número de la esperanza» a cobro revertido por parte del Ministerio de la igualdad; la duda es si lo harán antes de proferir insultos a su pareja o ex pareja, o después de lavar el cuchillo jamonero. Al final, una vez lanzado semejante globo sonda, los medios de comunicación se encargaron de poner el grito en el cielo y la sugerencia quedaría en agua de borrajas. Pero la cosa no acaba aquí. Discusiones semánticas al margen que volvieron a avivar el fuego de la polémica, la miembro del gobierno Bibiana Aído se descuelga estos días con la puesta en marcha de una Biblioteca de Mujeres (sic), en una iniciativa auspiciada por el Instituto de la Mujer. Si, han oído bien: la propuesta se encamina a crear distinciones dentro del mundo de los libros en función del sexo de quien los haya escrito. Han pasado treinta años de democracia para haber puesto fin a propuestas segregadoras de este tipo. La pueril justificación de Aído para tamaña memez es la de luchar contra «la invisibilidad de obras escritas por mujeres». Por esta regla de tres, cuando acuda a una biblioteca pública, por ejemplo, de la Diputació de Barcelona –por otra parte, excelente en su voluntad de servicio a su más de un millón de usuarios–, al no encontrar por la «V» ningún ejemplar de Kurt Vonnegut, apelaré a su «invisibilidad» con la intención de crear un foro o un manifiesto en apoyo del genial escritor de Minneapolis para escarnio del comité de selección de compras de la susodicha red de bibliotecas.
El otro día cogí prestado de una de las bibliotecas de la Diputació de Barcelona una antología de poemas de Emily Dickinson. La encontré entre obras de Yeats, Whitman, Allende y Espriu, entre otros. Ese es su espacio natural, ordenado alfabéticamente entre los nombres ilustres de la prosa y de la poesía. No conozco a nadie con dos dedos de frente que se niegue a leer un libro por haber sido escrito por una mujer. Es más y creo que eso nos pasa a los que solemos leer: no nos fijamos si es la voz de una mujer o la de un hombre la que nos habla, desde la autoría, al pasar la primera página del libro. Mercè Rodoreda, Ana María Matute, Patricia Highsmith, P. D. James o Margaret Atwood (premio Príncipe de Asturias 2008) son grandes por su condición de escritoras no por el mero hecho de ser mujeres. Y si Bibiana Aído no sabe distinguir esta cosa tan sencilla, ni será grande y flaco favor hará a las féminas que quieren ser reconocidas por su talento literario y no por su condición sexual. La dimisión podría ser una solución, pero si depende de Zapatero, no tardará en refrendarla públicamente, tal como había hecho con la malacitana Magdalena Álvarez. Sabido de antemano que continuará por tiempo indefinido, esperemos la última de doña Bibiana Aído: ¿qué tal una asignatura de flamenco (disciplina artística a la que había dedicado esfuerzos durante su etapa en la Junta de Andalucía) por eso de la igualdad entre payos y gitanos? Porque eso de la igualdad sirve para todos los órdenes de la vida, digo...

martes, 24 de junio de 2008

IT CAME FROM OUTER SPACE

De entrada, alguien que dirige un centro que lleva por nombre Carl Sagan me merece el máximo de los respetos. El astrofísico Frank Drake ha pasado por Barcelona y ha dejado, a modo de tarjeta de visita para incrédulos, algunas perlas en forma de titular que nos mueven, cuanto menos, a la reflexión. Lo suyo es un optimismo galopante porque después de medio siglo sin haber certificado una sola señal extraterrestre, se descuelga con la idea de que existen 10.000 civilizaciones allén de nuestras fronteras. A razón de 10.000 galaxias, la cifra de una civilización de media por galaxia podría ser plausible. Ahora empiezo a razonar el porqué de la longevidad de una serie como Star Trek; con estas estimaciones, ya me veo al bisnieto del doctor Spock marcando planetas aún por descubrir en los confines del universo. Con un fino sentido del humor, Víctor M. Amela hacía suyo el razonamiento de Drake vertido en La contra de La Vanguardianuestra señal de televisión es muy fuerte y ya ha llegado a 2.000 estrellas por lo menos»; 20/VI/2008) para concluir que por ese motivo civilizaciones de otros planetas no estaban interesados en contactar con nosotros. La telebasura no debe formar parte de la dieta audiovisual de los aliens que pululan por el espacio sideral.
A menudo, los científicos versados en astrología hacen unas estimaciones que tienen su único fundamento en la fe, eso sí, revestida, de macrocifras, de valores absolutos, de cálculos rotacionales, etc. Ya el cifrar en 10.000 galaxias detectadas a las que hace referencia en la entrevista Drake me parece harto discutible, más aún cuando de los nueve planetas que dábamos todos por sentado que lo eran, uno (Plutón) su categoría ha sido puesta en tela de juicio por un sector de los astrólogos. Vamos, que si se ponen a discutir el número de galaxias en un simposio mundial, la fumata blanca sobre consensuar una cifra se me antoja poco menos que imposible en un terminio nunca inferior, pongamos, a un decenio. Lo único que le rogaría al Sr. Drake es que nos haga saber de la existencia de tan sólo UNA de las diez mil civilizaciones con visos de existir. Algunos dirían que sería una buena cura de humildad para un planeta, el nuestro, que desde tiempo inmemorial se ha creído el centro del universo. Largo me lo fiáis, como diría un escolástico, que eso se produzca en la presente centuria. Especulaciones, las que queramos; constataciones, me inclinaría por el cero absoluto. Sencillamente porque las condiciones de vida, al menos a unos millones de kilómetros a la redonda, no se dan o deberían pasar millones de años, como argumentaba en un anterior post, para que se dieran. Y añado: tengo la convicción desde hace tiempo que pueden haber civilizaciones superiores, pero ninguna de estas 10.000 a las que apunta Drake, me atrevo a decir que tendrán un ejemplar como Kim Basinger. Por fortuna, sólo la ficción ha situado a la rubia de Athens fuera de nuestra órbita (una nimiedad, a los ojos de los críticos recaltritantes, tan sólo elevada a la categoría de masterpiece por obra y gracia de la Basinger). Aunque únicamente fuera por el título (Mi novia es una extraterrestre), el Sr. Drake debería sentir curiosidad por revisar esta película y darse cuenta que la tierra, a diferencia de otros planetas, sigue girando gracias a fenómenos de este tipo. Y vaya tipo.

PD: en periodo minivacacional los efluvios etílicos han podido afectar a la psique de este humilde bloggero. De repetirse con demasiada frecuencia, el internamiento sería entonces una medida que provocaría el cierre temporal del blog para solaz desesperación de sus seguidores.

sábado, 21 de junio de 2008

102.0 FM: RADIO LA CO(PE)LIFATA


Hace unos meses se estrenaba en salas comerciales LT22 Radio La Colifata, un documental sobre un colectivo de enfermos mentales que, entre sus terapias para su rehabilitación social, tuvieron a bien crear una emisora que ha llegado a los hogares de buena parte de la megápolis de Buenos Aires. Con música de Manu Chao, este pequeño documental dirigido y escrito por Carlos Larrondo que destila humanismo por todos sus poros, me llevaría, por eso de la asociación de ideas, a evaluar si, en realidad, en España tendría un equivalente. Sabía que el referente estaba claro, pero en lugar de humanismo e incluso destellos de lucidez, lo que primero me vino a la cabeza es el grado de mala leche que se gastan... si, si... los conductores de algunos programas de la emisora Episcopal Española bendecida por Rouco Varela y sus adláteres. Uno no puede vivir permanentemente en una suerte de hedonismo y, de vez en cuando, se ve forzado o tentado a revolcarse en el fango de la estulticia audiovisual y, en este caso, simple y llanamente, sonora. En un ejercicio que no recomiendo a nadie con su sano juicio, me hice el propósito de escuchar, cual penitencia, durante una semana, el programa Las mañanas del ínclito Federico Jiménez Losantos. Confieso que hace unos años me asomé a esta ventana auditiva, pero pronto, por prescripción médica (unos brotes de urticaria sobre mi cuerpo fueron el detonante) dejé de desayunar acompañado de un transistor que no cesaba de vertir exabruptos, jalear las desgracias del PSOE, denostar a personajes políticos, de la cultura y un largo reguero de insultos, improperios y descalificaciones que, oh sorpresa, tenían en Catalunya y el País Vasco su dos puntos neurálgicos en un mapa que, según ellos, se rompe por todas partes. Pero el tiempo transcurrido desde esa primera tentativa hasta la última no ha cambiado un ápice las cosas. Mejor dicho, sí: ahora la «carnaza» informativa (sic) tiene un nuevo sabor en forma del «traidor» de Mariano Rajoy y su cohorte de aduladores.
En uno de sus habituales ataques de incontinencia verbal, Cristina Almeida, por aquel entonces en la primera línea de frente de Izquierda Unida (antes que Gaspar Llamazares le diera la estocada casi definitiva), dijo algo muy sensato: «Hemos luchado por tener una democraria que permite que existan personajes que puedan expresarse como Jiménez Losantos». Es cierto que la grandeza de una democracia es que pueda dar voz a un «incendiario» como el turolense Losantos. Pero cuando una de las personas con un poso cultural más apabullante que uno recuerde (tan sólo comparable a Víctor Márquez Reviriego o al llorado Santiago Amón) empiezan a «patinarle» las neuronas hasta el punto de ratificarse en las acusaciones hacia Ruiz Gallardón (el alcalde de Madrid se querelló y con razón) en torno a los atentados del 11-M, entre otras lindezas, habría que empezar a tomarle medidas para una camisa pero de esas que se abrochan por la espalda. Ah, y Hannibal Lecter le podría dejar algunos de sus complementos que privarían a Losantos de esa sonrisa... diabólica. Siempre habrá gente que le jalee y le muestre su afecto incluso con semejante indumentaria, pero ya su etapa de esplendor en el fluir de los diales de las emisoras pronto, me atrevo a pronosticar, quedará lejos. La sentencia en su contra dictada por la fiscalía del estado por sus acusaciones al edil del PP Gallardón, su cruzada anti-Rajoy (quien, diga lo que se diga, ha salido airoso de la crisis política de su partido, en su giro hacia el centro: para muestra, el congreso del Partido celebrado en Valencia) y que la conferencia Episcopal tiene la mosca tras la oreja día sí y día también pueden ser indicios más que suficientes para que Losantos haya cavado su propia tumba. Entonces, ya estará presto para hacer el remake del film documental de Larrondo. Se propone desde esta humilde tribuna el título de 100.2 FM Radio La (Co)pelifata, con un locutorio dominado por el color rojigualda y la sintonía la pondría su inseparable César Vidal, con temas sureños de los USA que siempre suena más agradable que la música machacona de Manu Chao.

miércoles, 18 de junio de 2008

LA OTRA INVASIÓN DE LOS LADRONES DE CUERPOS


Nada podía haber llevado a pensar a Jack Finney que su relato Los ladrones de cuerpos alimentaría tantas versiones cinematográficas, ofertadas desde lecturas bien distintas en virtud de las épocas en las que han sido creadas. Un total de cuatro es más que un número razonable en un periodo de medio siglo. No es el espacio para hablar de las mismas, pero sí para advertir que la propuesta literaria de Finney guarda un componente de realidad tan cercana a nuestras vidas con tan sólo observar aspectos de lo puramente cotidiano. Pero todo este espacio creativo imaginado en su día por Finney tiene un espejo en la actualidad, en forma de parábola social, muy en la línea del film canónico dirigido por Don Siegel. Fijaros sino en cómo esa invasión extraterrestre vehiculada a través de vainas que se reproducen en los sótanos de las casas mantiene una equivalencia con lo que acontece en relación a la inmigración en nuestro país, en especial dentro de la comunidad sudsahariana. Rara vez vemos a una mujer de mediana edad o que sobrepasa los veinte años, sin ir acompañada de un carrito de bebé o un niño en edad escolar. Las hembras tienen un fin únicamente reproductivo cuando llegan a determinada edad, quedando confinadas al ámbito de sus hogares y poco más. Es una percepción que va calando cada vez más hasta el punto que estas comunidades, herméticas por definición (al menos cuando salen de sus países de origen), van expandiéndose de generación en generación sin que los oriundos del país notemos cambios sustanciales. Mientras tanto, las mujeres españolas en edad fértil tienen los hijos cada vez más tarde, y para muchas ya no es el objetivo número uno para aspirar a llenar un vacío que suele manifestarse cuando uno cruza la barrera de los treinta. Se crean modelos ficticios, bombardeados por todos los frentes (televisión, internet, periódicos, revistas, móviles, etc.), a las que toda mujer que se precie debe conseguir cual Santo Grial: un hombre de un imponente físico, de óptima posición económica, sin ser demasiado inteligente pero que resulte bueno, eso sí, para ganar dinero. En esa constante búsqueda del ideal se pierden por el camino numerosos proyectos familiares para regocijo de la comunidad magrebí que ve aumentar su prole a cada mes vencido. Ellas no reparan en aspectos físicos ni monetarios: han aprendido, casi desde su adolescencia, cuál es su fin, su rol en esta sociedad. La revolución sexual es una quimera para estas jóvenes tocadas, en su mayoría, por un velo que cubre sus cabellos. Nunca las verás en una tienda tipo FNAC comprando el último CD de un grupo de solera o un DVD de un actor que les guste; viven para y por sus hijos dentro de un concepto de machismo que provoca vergüenza en el siglo que nos toca vivir. Sin embargo, a efectos de saberse que la población autóctona, a largo plazo, no será la dominante en nuestro país, puede mover a la reflexión a una mujer española de hoy en día si necesita deshojar cada día la margarita hasta dejar el campo yermo de esta bella flor para saber si esta podrá ser su pareja durante un largo tiempo o, una vez más, NO. Y en este impasse «reproduciremos» lo que pasó en Alemania con la población turca. Con este escenario que podemos vislumbrar con unas mínimas dotes de observación, un guionista lo tendrá a huevo para hacer una quinta versión de Los ladrones de cuerpos. Ya sabremos quienes huirán a la montaña ante una realidad que producirá sin descanso bebés con los cabellos rizados, generalmente de nombre Fátima o Mohamed. Las razones de este nuevo escenario que se nos avecina es el resultado de dos conceptos de realidades diametralmente opuestas, sin atisbo de apuntar en una sola dirección que sí podría ser, en este hipotético caso, un acto cargado de xenofobia o, en su defecto, de misoginia.

domingo, 15 de junio de 2008

LA MAREA ROJIBLANCA


Pocas veces llegan a los telediarios noticias sobre unas de las comunidades más marginadas de nuestro bendito país como es la asturiana. Por extensión, similar a su vecina la cántabra, Asturias no tiene un Presidente con las dotes de vendedor de productos autóctonos como el inefable Miguel Ángel Revilla, y su repercusión mediática queda a años luz del País Vasco, con el constante goteo de noticias sobre ETA para retroalimentar un estado enfermizo donde la libertad es un concepto que cotiza a la baja. Pero ahora le toca el turno a Asturias con la noticia del ascenso a Primera División del Sporting de Gijón, el equipo más emblemático de esta comunidad (con permiso de los ovetenses, quienes purgan sus «pecados» en la 3ª división: ni el aullido del «lobo» Carrasco, en forma de entrenador, les vale) de la cornisa cantábrica con el verde como seña de identitad de un paisaje y el rojiblanco como bandera de un orgullo que parecía mancillado entre tantas idas y venidas por los campos de Segunda.
Mi sentimiento de amor por el Sporting se remonta a mi adolescencia no se sabe porqué razones concretas, pero sin duda jugaría a su favor la nobleza, la caballerosidad, el hermanamiento de una plantilla que temporada tras temporada demostraba grandeza tanto en sus gestas como en sus derrotas. Nunca podré olvidar cuando el Real Sporting venció a domicilio en el Camp Nou por 0 a 4, a finales de su década prodigiosa, la de los 80, y el público blaugrana se puso en pie para ovacionarlos. Jugaban mis dos equipos favoritos, pero la alegría venció a la tristeza porque sabía que el Sporting había alcanzado una gloria efímera y el FC Barcelona tendría inifinidad de ocasiones para congraciarse con su afición. De aquella épica jornada para los sportinguistas se me quedaría grabado a fuego una tripleta de atacantes que el Valencia CF se hizo con ella en bloque en los años venideros: Eloy (un ejemplo de precocidad: debutó a los catorce años con el primer equipo), el mexicano «Lucho» Flores y Zurdi, un fino extremo que hacía honor a su sobrenombre. En esa «diáspora» que acabaría convirtiéndose el equipo de Gijón empezaron sus males y, a medio plazo, no tardarían en pasar por el purgatorio de la Segunda. En su despedida de la Primera División, hace unos diez años, tan sólo quedaban algunos nombres ilustres de aquel equipo que se había ganado el aprecio y las simpatías de los aficionados de todo el país, entre ellos, el incombustible Joaquín. Él perteneció a la realeza del Sporting, erigiéndose en el mariscal de campo de un equipo poblado de fajadores no exentos de técnica: raro era el día que fallaba uno de los titulares (Mesa, Cundi, Maceda, Jiménez, Enzo Ferrero, etc.) y lo de las rotaciones llegaría en los tiempos que se empezaban más a fichar «marcas» que no verdaderos jugadores. Pero me reservo un pequeño espacio para Enrique Castro González, Quini. Pichichi en cinco ocasiones y con la particularidad de haber nacido el mismo día y año que Bruce Springsteen (23/IX/1949), el mítico ariete lleva al Sporting inoculado en sus venas. La gravedad de su enfermedad no le impidió vivir in situ en el Molinón una nueva heroicidad de su Sporting del alma: recuerdo aquellos días de zozobra por su secuestro como si se tratara de la tragedia de un familiar cercano, que anticiparon otro drama, la muerte de su hermano Jesús Castro, a la sazón portero del Sporting; las largas ovaciones que le tributaban desde las gradas del Camp Nou y las que ví televisadas con el Sporting de protagonista en el Molinón que jaleaba aquello de «¡Ahora, Quini, ahora!» (título de una exposición que se le ha tributado en su comunidad natal esta misma semana), sabiendo que «el brujo» destaparía el tarro de sus esencias futbolísticas. Casado con el gol, pero asimismo con el infortunio en lo personal y familiar, Quini ve reverdecer la gloria de un Sporting que nunca debió abandonar la División de Oro del fútbol hispano porque es un equipo que pertenece, por historia y simpatía, a la nobleza. Una nobleza que tiene en Quini su máxima expresión, de quien una persona nada dudosa de regalar los oidos, Bernd Schuster, compañero suyo en el Barça, dijo que «es la mejor persona que he conocido en el mundo del balompié». Este post va por ti, Quini, por tu recuperación, y para toda la afición sportinguista, a la cual pertenece una de las personas que mejor escribe de cine de este país: Alejandro Díaz. Algún día, Alejandro, deberías escribir sobre el Sporting, si no lo has hecho ya para alguna publicación local, porque es un equipo que ha tocado todos los géneros, incluso el musical, cuando Enzo Ferrero tomaba el carril de la banda izquierda o «el brujo» encaraba a los defensas para definir con la sutileza de quien se sabe un escogido para perforar porterías ajenas. ¡Puxa Sporting! ¡Puxa Quini!

sábado, 14 de junio de 2008

SINÉAD O'CONNOR: SALVADA POR LA MÚSICA


De paso por Barcelona, donde dio un concierto en el marco del Palau de la Música (que este año conmemora su centenario), la irlandesa Sinéad O’Connor concedió una rueda de prensa y una serie de entrevistas. Normalmente no reparo en las declaraciones que puedan hacer artistas de distinto credo sobre una realidad coyuntural. Ya se sabe que los periodistas, ávidos de titulares, preguntarán sobre el presidente de los Estados Unidos de turno, el calentamiento global o el agujero de la capa de ozono, como si estuvieran frente a auténticas autoridades en la materia. Pero algo me he llevado a leer una entrevista publicada en la contraportada de La vanguardia (14 de junio de 2008), en la que O’Connor se suelta (el pañuelo que luce en la cabeza porque su cabellera rasurada sigue dándole un aspecto andrógino) y habla de una infancia que parece calcada a la del Nicholas Nickelby o del Oliver Twist, sendos personajes creados por la pluma de Charles Dickens. La de O'Connor es la historia de una redención personal a través de la música, su única tabla de salvación, a juzgar por unas declaraciones que hubieran tenido un eco mucho mayor de haberla pillado más joven, aun cercano su éxito de Nothing Compares 2 U, curiosamente compuesto por Prince, en los tiempos que éste iba sobrado de canciones y escribía también para los demás. Ahora sería otro cantar. La cuesta abajo del (auto)proclamado genio de Minneapolis puede ir en paralelo a la de O’Connor, a quien muy pocos han hecho caso de su último trabajo discográfico, Theology (2007), cuyo título habla por sí solo de su fuente de inspiración. Trastornos bipolares, depresiones, intentos de suicidio, víctima de jugarretas profesionales (lo que aconteció con su disco Sean-Nós Nua, de 2002, sigue siendo tabú en la Industria, pero lo cierto es que no se promocionó en absoluto), fracasos afectivos (el que trascendió con Peter Gabriel, entre otros), idas y vueltas a su Irlanda natal, búsqueda de paz espiritual en los conventos... Vamos, que la biografía de Frank McCourt, que diera pie a Las cenizas de Ángela y una continuación con idéntico márchamo de bestseller, parece un cuento de hadas comparado con el via crucis experimentado por O’Connor. En efecto, «Nada comparado a ti», la traducción del título de la canción que la dio fama y dinero. Lejos de comprarse un descapotable prefirió tener a (buen) cubierto a su prole, el principal sostén emocional que ha propiciado que Sinéad O’Connor haya salido a flote. Podríamos perdernos en valorar cuál es su mejor álbum, que si tal u otra canción (de pasada citaría un tema que no me canso de escuchar, You Made me the Thief of Your Heart (ver YouTube)), pero lo más grande que ha hecho la compositora de Dublín es sobrevivir. Ella tocó el infierno en forma de una madre de condición humilde que la apalizaba a diario. Y ella es la que toca el cielo con su voz prodigiosa al interpretar algunas de las canciones de su repertorio. Espero que vuelvas otra vez a la Ciudad Condal, Sinéad. Allí estaré. A la tercera va la vencida.

miércoles, 11 de junio de 2008

EL SEXTO PODER


Hace años leí un libro titulado América (Ediciones B, 1997), cuyo autor acaparó la atención mediática por ser el artífice de la novela de base de L. A. Confidential (1997). Con la propuesta de James Ellroy quedé encantado debido a mi afición por los entresijos de la política norteamericana de la era Kennedy, que conocía a través de otras publicaciones y series documentales. Para los que no se hayan acercado a este pedazo (en todos los sentidos) de novela, el ejercicio literario/periodístico del escritor californiano se basa en hacer una trascripción de conversaciones telefónicas o privadas, dejando pensar a cada cuál sobre la autenticidad de las mismas. Eso sería harina de otro costal, pero aunque fuera parcialmente inventado suena como la vida misma en la voz de un practicante de la excelencia literaria como Ellroy. De todos los (turbios) asuntos que convergieron en tiempos de «la crisis de los misiles» y de conspiraciones varias, la que me llamó más poderosamente la atención (quizás debido al conocimiento previo sobre los avatares del clan Kennedy) es el poder de los sindicatos de transportes liderados por un tal Jimmy Hoffa. Éste se las tuvo tiesas con Robert Kennedy, senador y fiscal del estado que hizo bandera de su lucha contra las organizaciones mafiosas. Y es que, si la centésima parte de lo que relata Ellroy en torno a Hoffa y su organización sindical es real, sus arrestos de cappo mafioso podrían hacer temblar al más pintado. Vete a saber si aquel palestino desgraciado que atentó contra Robert Kennedy hace justo cuarenta años, en plenas primarias para ser escogido presidenciable a la Casa Blanca por el partido Demócrata, tenía conexiones con el «sindicato del crimen» instaurado por Hoffa. En esa nebulosa de intereses sindicales/políticos/... porque Bobby siguiera la estela mortuoria de su hermano John F. Kennedy quedaría la cosa.
Cuatro décadas más tarde, en un país, eso sí, sin la tradición mafiosa (importada) de los Estados Unidos, España está siendo «secuestrada» por unos transportistas que se venden con piel de cordero ante los focos de las cámaras. El motivo fundamental: la subida del fuel. No me gustaría estar en la piel de los representantes gubernamentales ante uno de los colectivos más embrutecidos imaginables, capaces de poner en jaque a toda una sociedad, sin reparar en el detalle que el resto de ciudadanos también sufrimos el incremento del carburante, además de no sé cuantas cosas más. ¡Qué daño ha hecho aquella canción de los 80 de Loquillo cuyo estribillo decía: «Papá, cuando sea mayor quiero tener un camión!». Claro que el nombre del grupo que abandera este espigado cantante y, a ratos, escritor, le viene como anillo al dedo al colectivo de marras... Qué Dios nos pille confesados si asoma entre sus representantes sindicales un tipo con la labia y la capacidad «disuasoria» de Jimmy Hoffa. Menos de comida y fuel iríamos servidos durante una larga, muy larga temporada.

domingo, 8 de junio de 2008

STONEHENGE O LA PIEDRA FILOSOFAL


Teorías de toda índole han rodeado el origen y la razón de ser de una de las formaciones talladas en piedra más enigmáticas de Occidente. Un documental emitido por National Geographic Channel pone al descubierto nuevos hallazgos que prueban de la inconsistencia de ciertas teorías difundidas décadas atrás. Siempre me ha fascinado el significado de Stonehenge y es uno de los viajes que tengo pendiente realizar, espero, a corto o medio plazo. El cine también ha abonado esta fascinación por Stonehenge con un film difícil de visionar hoy en día, La noche del demonio (1957), donde el protagonista, Dana Andrews, se movía por un escenario sospechosamente similar a Stonehenge, cuyas primeras excavaciones documentadas se remontan a principios del siglo XIX merced a los trabajos llevados a cabo por el arqueólogo William Cunnington y su equipo. En manos de su director, Jacques Tourneur, la capacidad de sugestión se multiplicaba hasta la enésima potencia. Pero de conocer las últimas revelaciones sobre Stonehenge de las que se hace eco el documental de National Geographic quien seguramente pegaría un brinco sería Terence Fisher. La noticia, que algunos periódicos como El país dieron cumplida cobertura, habla que la famosa construcción sirvió para consagrar a los muertos. Basadas en técnicas de radiocarbono, se sabe con certeza que Stonehenge era un lugar habilitado para ceremonias de entierros, desde el año 3.000 ADC hasta 1.500 ADC. Curiosamente, el documental expone a las claras que en un espacio tan sólo de unos tres kilómetros existía una realidad dual: mientras el poblado de Durrington servía de refugio para los constructores, Stonehenge respondía a su reverso, esto es, un templo para honrar a los muertos, todos ellos de pedigrée y enterrados siguiendo un ritual en función de su línea dinástica. Conectadas ambas formaciones por el río Avon, los paralelismos entre ambos enclaves se repiten en el terreno de la distribución circular de sus elementos y las formas que adoptan sus piedras que datan del neolítico. El enigma empieza a disiparse, pero la capacidad hipnótica que despiertan los 162 bloques de piedra que conforman Stonehenge para muchos, entre los que me cuento, sigue intacta.

jueves, 5 de junio de 2008

CARLOS RUIZ ZAFÓN: JUGANDO A SER DIOS


Cuando se le preguntaba a Nelson Rockefeller qué es lo destacable de ser famoso, ni corto ni perezoso, el multimillonario de marras se descolgaba con una frase que podría crear una sombra de perplejidad: «la ventaja de ser famoso es poder opinar de lo que te de la gana». Rockefeller hubiera podido apostillar, «siempre habrá alguien que te tome en serio, opines lo que opines». Y mira por donde que de un tiempo a esta parte, los opinadores son legión; se suelen pasear por las tertulias radiofónicas y televisivas, tienen su espacio semanal o diario en los periódicos, pero pocos juegan a enfundarse el traje de «superhombre», no el de la Marvel sino el imaginado por Nietzsche. Para semejante actitud de superioridad se basta y se sobra Carlos Ruiz Zafón, a quien uno puede admirar su prosa pero al mismo tiempo recriminar sus hechuras de intelectual que bate récords una y otra vez de pedantería cuando se le pregunta sobre el estado de las cosas de este país y, en especial, de lo cultural. De Ruiz Zafón ya empezaba a sospechar que sus dotes para alardear de su intelecto sobrepasaban lo razonable cuando respondía al cuestionario de cuál era la banda sonora (entendiendo como la música que le ha marcado) de su vida, entre otros autores, «de John Williams lo tengo todo». Lo que debieron recortar los de La vanguardia, porque de haberle dejado cancha, emularía a aquellos tertulianos (a esos también había que darles de comer aparte) de ¡Qué grande es el cine! que cuando José Luis Garcí les pedía que opinaran sobre la peli de Fellini, uno de ellos se descolgaba, palabrita del niño Jesús, citando la fecha y lugar de nacimiento del director italiano. Seguimos. Lo de la entrevista a El país (30 de mayo de 2008) con Zafón ya sería para matrícula de honor del esnobismo y de la pedantería. Además de librarse de un plumazo de ese mundo que ya le molesta, que se encuentra a sus pies («el supuesto mundillo literario es 1% literario y el 99% mundillo»), suelta otras frases que el bueno y paciente del entrevistador Carles Geli, por aluvión de «perlas», deja sin destacar, a preguntas sobre el tipo de cine que le marcó: «El que vi de niño y que llegaba de EE. UU., esa nueva generación de Spielberg, Lucas, De Palma, Scorsese, Coppola... Todo eso me pilló con 10-12 años, con películas como Tiburón y Encuentros en la Tercera Fase... Yo a los cuatro quería ser escritor ya, pero cuando vi todo eso aluciné». Que no falte el yoyismo y dar por sentado que a las cuatro primaveras una luz le hizo ver que sería escritor. Existen intelectuales que lo mejor es dejar de lado su faceta de opinadores y fijarse tan sólo en sus cualidades, en este caso, literarias, que le han proporcionado dinero a raudales y fama. Este «Dios» intocable para algunos llamado Ruiz Zafón no tiene un igual en territorio español. Tan sólo Peter Greenaway, de visita por Barcelona semanas atrás para promocionar su enésimo culto a su privilegiada personalidad, podría hacerle sombra si un viento proveniente de Gales arreciara con fuerza, bien cargado, eso sí, de petulancia, esnobismo y pedantería. Una óptima descripción del alter ego (el no literario) de Ruiz Zafón.

lunes, 2 de junio de 2008

CENA DE CINEARCHIVO Y AMIGOS DEL PORTAL






Hace un par de semanas anunciaba en este blog la celebración de una cena, en la que estarán presentes los miembros del equipo de http://www.cinearchivo.com/ y a la que nos gustaría se añadiera todo aquel interesado en asistir a este acto festivo. Sin más, paso a detallaros el lugar y la hora de la celebración de la cena, además de adjuntar un mapa para facilitar su localización.

Día 21 de junio, entre las 20 h 30 mn y las 21 h 00 mn..
Restaurante TELIRIUM
C/Flos i Calcat, 18 / Av. Diagonal, 656 (Barcelona)
Metro: Línea 3, parada María Cristina
Párking en la misma calle Flos i Calcat.

Para todos aquellos interesados, internautas afines a http://www.cinearchivo.com/, amigos y demás, que quieran formar parte, esperemos, de una noche para recordar y rememorar, podéis dirigiros al siguiente email para hacer la reserva:

Christianaguilera2@hotmail.com
ó bien
bdatos@cinearchivo.com


Recordad que las plazas son limitadas y, por tanto, sería conveniente que hagáis las reservas antes del día 17 del mes en curso.
A margen de conocer al dream team de cinearchivo (que no es poca cosa, pardiez!!), se sortearán un montón de unidades de DVD’s originales, de libros y alguna que otra sorpresa para paladares cinéfilos exquisitos, en consonancia con la cena que nos espera en el Telirium. Además, en el curso de la velada intentaremos que sea el punto de partida para unos futuros premios Cinearchivo, cuyo fin será distinguir a aquellas instituciones o personas que hayan destacado por su labor en favor de esa palabra mágica llamada cine. Espero saludaros a cada uno de vosotros en persona el próximo día 21. Good Luck, and Good Night.