sábado, 13 de septiembre de 2008

CINE SINCRÓNICO Y MAL CRÓNICO: LA «REALEZA» DE LA CRÍTICA


Casi nunca tiendo a criticar textos ajenos referidos al cine porque considero que se trata de un ejercicio libre de expresión. Puedo mostrarme disconforme o sentirme próximo al análisis del escrito, sin más. Este preámbulo viene a colación de una réplica que Alejandro Díaz Castaño ha tenido a bien escribir en la web www.miradas.net (Ir al enlace del artículo) a raíz de un comentario crítico redactado por Antonio José Navarro, a propósito de Boarding Gate (2007) de Olivier Assayas (Ir al enlace del artículo) en el número 380 (julio-agosto 2008) de la revista Dirigido por... Díaz se siente con toda la legitimidad del mundo para rebatir los ataques de Navarro sobre un artículo que había escrito hace más de tres años en el susodicho portal. No pretendo alargar una polémica que el propio Díaz quiere dar por zanjada, pero sí realizar una serie de puntualizaciones atendiendo a lo que Navarro defiende de cómo debería enfrentarse uno al ejercicio de la crítica en función de una serie de obras de cineastas de mayor o menor peso.
«Detesto cordial pero profundamente a todos aquellos críticos para quienes la virtud, o la «ética» de un cineasta —y, de paso, la del ejercicio de su propio oficio como críticos, como pensadores—, tiene muy poco que ver con la perfección individual y mucho menos con el resultado artístico e intelectual. La virtud o la «ética» del cine y de los cineastas no se define por sus buenas intenciones, por las (supuestas) estructuras teóricas que la sostienen y justifican, sino por una moralidad de los resultados». Reproduzco íntegro el primer párrafo del texto de Navarro porque no tiene desperdicio. Desde hace años, sino lustros, el crítico catalán practica un ejercicio crítico en infinidad de ocasiones que roza el insulto personal, situándose en una especie de púlpito donde pretende dictar cátedra, expediendo certificados de calidad, de moralidad y demás lindezas. Siempre he creido que Navarro es mucho mejor escritor de monografías –espléndida la suya titulada El mito de Frankenstein (1999, Ed. Nuer), coescrita junto a Tomás Fernández Valentí— pero el ejercicio de la crítica diaria casi que le resulta un lastre difícil de sobrellevar, máxime cuando él mismo en el curso de la presentación del libro que cito, en el marco del Festival de Cine de Sitges dijo sin ambages que «el 90% del cine que se hace ahora es una mierda». Así pues, no extraña que Navarro conjugue con tanta facilidad el verbo «detestar» porque este es un sentimiento que arrastra desde tiempo inmemorial ante una pléyade de críticos pertenecientes a nuevas generaciones que no parecen comulgar con su visión del cine o la forma de enfrentarse a la crítica cinematográfica. Navarro habla de la «perfección individual», de «virtud», de «ética», de «moralidad» para hacer más hondo y solemne su discurso frente a la ignominia de cierta crítica. No será un servidor quien defienda el cine de Olivier Assayas, Theo Angelopoulos o Manoel de Oliveira, «iluminados» venerados por esa crítica que Navarro juzga a la baja. Pero lo que sí tengo claro que son formas de entender el cine muy respetables, quizás movidos por unas ciertas poses, aunque preferibles a esa práctica tan común en ciertos críticos de la elite que, en función de la proximidad con un determinado director, el comentario cobra un sentido u otro. En lugar de «detestar cordialmente» —queda tan elegante como enviar a la mierda a alguien, eso sí, «cordialmente»— haría bien Navarro en meditar sobre muchas de los artículos que ha escrito, algunos brillantes pero otros con una clara, sino manifiesta intención de favorecer una amistad. Y si no ¿por qué se acude casi siempre a la misma persona, es decir, Antonio José Navarro, para reseñar en Dirigido por... la última producción de Filmax incrita en el fantástico de un director español? Si hiciéramos una recopilación de las mismas, oh casualidad, los films de Jaume Balagueró, Paco Plaza y Cia estarían entre ese 10% residual de películas que no merecen el calificativo de «mierda» por parte de Navarro.
En su infinita bondad, Díaz descuida que esa réplica que quería dar por finiquitada en el mismo instante que concluyera su escrito y fuera compartida por los lectores de Miradas de Cine, Navarro difícilmente entraría al trapo. Miradas de cine, como tantos otros medios inscritos en las nuevas tecnologías ni siquiera cabe molestarse de entrecomillar los textos que extraen para formular sus particulares diatribas y dudo que Navarro se rebaje a entrar de nuevo en una controversia que él mismo ha encendido. Pero, quizás en esta ocasión con una razón más de peso porque la réplica de Alejandro Díaz posee un sentido de la elegancia de la que carece Navarro para el ejercicio de la crítica y, en mi opinión, ofrece una lección magistral de savoir faire que dinamita con supina inteligencia todo aquello que de falsedad y zafiedad esconde la crítica sobre Boarding Gate, a propósito de la mala leche que se gasta su redactor. Cine sincrónico, si; pero un mal crónico de tanto «iluminado» en la práctica de un ejercicio, el de la crítica cinematográfica que no estaría ni tan siquiera entre el top 1000 de las profesiones, tareas o disciplinas más importantes que competen al ser humano desde el pasado siglo.

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