jueves, 20 de julio de 2017

«VIDA CON ESTRELLA» (1949), de Jirí Weil: JOSEF ROUBIČEK, EL GATO TOMÁŠ Y LAS TINIEBLAS

Pocos meses después de haberse certificado la muerte de Jiří Weil, víctima de una leucemia, en abril de 1960 cursaba su estreno en salas comerciales de Checoeslovaquia Romeo, Julieta y las tinieblas. Su director, de idéntico nombre de pila y con un apellido muy similar al del fallecido escritor judío —Jiří Weiss— había partido de un guión de Jan Otcenásek, que adaptaba su propia novela homónima. Si hubiera podido vivir unos meses más y, de esta forma, poder haber asistido a la puesta de largo del film dirigido por Weiss, Jiří Weil se hubiera podido mirar frente al espejo en la gran pantalla de una realidad que marcó a fuego su existencia, en esa Praga ocupada por los nazis que generalmente pasaría de puntillas por el celuloide, cuanto menos desde una formulación proveniente de producciones libradas en Occidente. Un espejo que no tan solo persigue un efecto de realidad sino que inflexiona hacia el territorio de los sueños, aquellos dispuestos a que Weil reconociera la figura de una suerte de Julieta entre la multitud de habitantes de la capital checa, cuyos rostros demacrados presiden un cuadro onírico ciertamente aleccionador sobre la capacidad de supervivencia del ser humano. En ese marcado carácter alegórico enrraizado en la novela de Otcenásek y traducido en imágenes por Jiří Weiss, asimismo Weil se reconocería a propósito de su ambivalente título y parte del contenido de su novela publicada en 1949, Life with a Star.
   Al igual que su novela publicada a título póstumo, Mendelssohn en el tejado (que también mereció traducción al catalán, en su caso, por parte del sello Viena), Editorial Impedimenta ha rescatado Vida con estrella para acabar siendo integrado en un catálogo que, de un tiempo a esta parte, mira con especial mimo hacia Centroeuropa, a modo de mina literaria por explotar, con autores polacos, rumanos o checos, algunos de los cuales “residentes” en el más absoluto de los anonimatos a los ojos de los lectores españoles. Ciertamente, transcurridos seis décadas desde el deceso de Weil, su obra tenía todos los números para quedar fuera del alcance de miles de inquietos aficionados a la literatura universal publicada al margen de los sellos mainstream. Empero, iniciativas como las llevadas a cabo por las casas editoras de Viena –en 2015— y de Impedimenta –en estos dos últimos años— han contribuido a reparar este déficit y ofrecer la posibilidad de un encuentro con la literatura de Weil, trenzada con el hilo (de colores distintos, negro, gris y verde, símbolo de esperanza) del conocimiento propio de una realidad que le situaría de continuo en el frontispicio de la muerte en ese escenario de terror que asoló a la capital checa durante varios años. Así pues, más que una Julieta –su tibia representación se expresa en forma de una novia del pasado que trata de volver a entrar en contacto, aunque resulte de manera infructuosa— la representación figurada que acompaña reiteradamente a Josef Roubiĉek, alter ego del propio Weis, es la de la Muerte. Una Muerte que presenta el don de la ubicuidad, ya sea en un cementerio (especialmente brillante este pasaje del libro, en que la ironía y un humor sutil levanta acta frente a una tétrica realidad de hombres, mujeres y niños situados en la cuneta, al encuentro de la pura supervivencia), en el interior de una casa que sirve de refugio temporal (con la compañía de su gato Tomአo en tránsito en tren hacia Terezín, el campo de concentración nazi situado a las afueras de esa Praga que se despliega en forma de mapa, como complemento a la excelente edición en el haber de Impedimenta, cincelada con una traducción cortesía de Patricia Gonzalo de Jesús que persigue la cercanía con el lector hispano a través de giros y expresiones inherentes a la lengua de Dámaso Alonso. Una Praga en tinieblas, en consonancia con el fondo de la novela de Otcenásek que diera pie a una propuesta cinematográfica de incalculable valor sociológico en torno a uno de los periodos más funestos de la Historia de Europa del siglo pasado. Lástima que Vida con estrella aún siga “huérfana” de una adaptación a la gran pantalla. Pienso en Sir Tom Stoppard Tomas Straussler, de ascendencia checoeslovaca— conforme al escritor más apto para su traslación a la gran pantalla. No en vano, Stoppard estuvo presente en una de las primeras representaciones de la obra musical Makanna, compuesta por Irena Kosíková, a mayor gloria de Weis. Ello se tradujo en la confección de un documental estrenado en 2015, a las puertas, pues, del “rescate” del que ha sido objeto la obra de Weis, de manera particular por parte de un sello (Impedimenta) que sigue abriéndonos fronteras al conocimiento de otras realidades literarias independientemente de la fecha (en origen) de su publicación y del alcance mediático de sus autores.  

miércoles, 5 de julio de 2017

«EL VIENTO Y EL LEÓN»: EN EL «CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS» DEL INDEPENDENTISMO CATALÁN

Presumiblemente, para todos aquellos desconocedores de las peculiaridades de Catalunya se pueden llegar a formar la imagen mental que algo más de la mitad de sus habitantes con mayoría de edad se mira frente al espejo cada día del año con el deseo expreso que, a partir de la fecha fijada para un eventual referéndum a celebrar el 1 de octubre de 2017, el anhelo independentista se cumplirá y con ello atravesaremos esa línea de sombra, la correspondiente a una nación oprimida por el estado español que suelta amarras y crea su ideal de república equiparable en su fundamento orgánico a una democracia moderna propia del siglo XXI, similar a la de países del continente europeo (elevando la mirada hacia el norte) como Dinamarca, Holanda o Suecia. Desde la lejanía, sin haber pisado el territorio y conocer a sus gentes más que para cubrir un periodo vacacional, se puede tener la presunción que esa mitad de la población catalana que daría apoyo a la independencia en las urnas hablan y piensan en catalán, asisten a aplecs de cultura popular, en la lista de selecciones musicales de plataformas como spotify no para de sonar Sopa de cabra, Els Pets, Glaucs o Antònia Font, consumen literatura de Salvador Espriu, Julià de Jòdar  o Ausiàs March, o escogen sistemáticamente la versión en catalán frente al castellano cuando acuden a ver una película en salas comerciales. Empero, con conocimiento de causa un servidor podría argumentar que nada más lejos de la realidad de la existencia de este mundo ideal se corrige al noreste de la península ibérica haciendo frontera con Francia y bañada la integridad de su costa por el Mar Mediterráneo. Para nada Catalunya representa un oasis de excepcionalidad en muchas materias (incluida la cultural más allá de lo netamente folclórico) dentro del contexto de la realidad del estado español. Ahora bien, la maquinaria independentista sigue siendo capaz de fabricar un relato que lleva a la creencia que todos los males que padecemos tendrán su preceptiva panacea al bañarnos en las aguas cristalinas de un ideal de república ya liberada del yugo opresor del estado español. En esa corriente de opinión bombarbeada por tierra, mar y aire por medios de comunicación afines, arrecia con fuerza el viento de tramontana proveniente de Girona, a todas luces, el feudo de ese independentismo mórbido que ha encontrado en Carles Puigdemont –ex edil de la capital gerundense— una especie de figura mesiánica que ruge como un león cuando exhorta a sus audiencias con sus discursos en que trata de dibujar en el aire la imagen de ese enemigo llamado estado español. Así pues, el PP (Partido Popular) alojado en el gobierno desde 2012 con algún que otro “contratiempo” deviene el combustible perfecto para retroalimentar a las hordas independentistas. Sin ese fuelle en forma de visualización del Mal, del enemigo con el rostro carcomido por la corrupción del PP, saben de puertas para adentro la cúpula de Junts pel Sí (la suma del Pdcat y ERC) que la fortaleza de su discurso se resquebrejaría por todos lados. Solo así se entiende que el Pdcat (Partido Demócrata de Catalunya) pague con su abstención o su voto favorable en el Congreso de los Diputados en asuntos como el techo de gasto presupuestario o el CETA la continuidad del PP al frente del gobierno. Mientras tanto, en un gesto de pura hipocresía, ERC (Esquerra Republicana de Catalunya) se coloca de perfil y acepta pulpo (esto es, Pdcat) como animal de compañía.  
    A modo de sugerencia, para todos aquellos que elevan a los altares del liderazgo político –eclipsando incluso a su predecesor Artur Mas— de Carles Puigdemont un título de carácter alegórico para un hipotético documental presto a glosar su importancia en el contexto sociopolítico que vivimos en la actualidad, podría ser el de El viento y el león, calcado al utilizado por John Milius para una de sus piezas maestras. El cineasta oriundo de Missouri emplazaría la cámara (parcialmente) en el sur de España para rodar una producción estadounidense cuyo estreno en nuestras carteleras se dio cita en la antesala del fallecimiento del caudillo Francisco Franco. Muerto el dictador, muerta la dictadura. Estos días se cumplen cuarenta años desde las primeras elecciones legislativas en el estado español. En esa frontera temporal se sitúa el denominado “desafío independentista catalán”. Siguiendo el hilo de los títulos que pueblan la filmografía de John Milius (indistintamente en su faceta de director y guionista), Junts pel Sí y la CUP (el contrapeso en forma de partido “antisistema”) se conjuran para decir Adiós al rey (Felipe VI de España) y aguardan a El gran miércoles (el día 4 de octubre) para proclamar la independencia de Catalunya de manera unilateral (faltaría más) si las urnas emiten un sí rotundo o incluso con matices. Pero más bien me temo que ese escenario no se dará el 1 de octubre de 2017 y los radicales de la CUP se empeñarán en inflamar las calles para dejar constancia de la posibilidad de un amanecer rojo. Ante la opresión del estado que hace valer la legalidad, cabe un Apocalypse Now pensarán para sus adentros el sector más radicalizado de la CUP que desoye las consignas de Junts pel Sí, más focalizados en una noción de performance sin atisbo de actos vandálicos. Milius encontró inspiración en El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad para dar forma al guión de Apocalypse Now. En ese corazón de las tinieblas (alegórico) es donde habita Carles Puigdemont enfundado en el traje del coronel Kurtz, viviendo su particular matrix, ajeno a una realidad mundial que dibuja un panorama de retos de primer orden, entre otros, el del cambio climático, el inexorable avance del yihadismo (a modo de hidra del Mal) o la pervivencia de los paraísos fiscales, puerta de entrada (trasera) del lavado de dinero negro o de asuntos que competen a la corrupción y/o al crimen organizado. Al lado de Puigdemont se ubica Oriol Junqueras, cuya sonrisa bobalicona muestra mientras hace aspavientos con las manos para dar cuerda a su discurso que solo conoce de cifras (la pela és la pela), me recuerda a la encarnación en pantalla del fotoperiodista con los rasgos propios de Dennis Hopper en la libérrima versión del clásico de Conrad. La cara amable de esa corte en cuyo santuario resuenan en sus paredes interiores un grito seco con acento de Girona, en que se repite casi como una letanía: «¡el horror!, ¡el horror!». En la mente de Puigdemont parece visualizarse la entrada de tanques por la avinguda Diagonal de la Ciudad Condal con María Dolores de Cospedal, ataviada de uniforme color caqui, presidiendo esas maniobras en la víspera del 1-O, el “día D” para un frente independentista que definitivamente desde hace tiempo ha entrado en un cul-de-sac. Para buscar la salida quizás mejor apelar al seny (que para un servidor se corresponde con un amplio sector de Catalunya Sí que es Pot; algún día espero que Xavier Domènech sea President de la Generalitat de Catalunya) más que la rauxa.   

martes, 4 de julio de 2017

«BETTER CALL SAUL» (2016), SEGUNDA TEMPORADA: JIMMY & CHUCK McGILL, SOCIEDADES ENFRENTADAS

Cuando tengamos la suficiente perspectiva temporal será el momento para que aparezca en el mercado editorial un ensayo presto a analizar las series que marcaron el curso de lo que podríamos colegir como la «Segunda Edad de Oro de la Televisión» en relación a este formato. Presumiblemente, entonces debería quedar reservado un capítulo al análisis de una serie de las características de Breaking Bad (2008-2013), que dio pie a un spin-off, Better Call Saul (2015-   ), vertebrado sobre el personaje de Jimmy McGill (Bob Odenkirk), el peculiar abogado que hace acto de presencia en la seminal masterpiece orquestada por el showrunner Vince Gilligan. Guiadas en ambos casos por el talento de Gilligan, no cabe duda que los procedimientos para armas una y otra serie dejan al descubierto la homogeneidad de una (Breaking Bad) y hasta la altura de la conclusión de la segunda temporada, cierta falta de progresión dramática y una persistente búsqueda de que encajen situaciones y personajes sin llegar resultados demasiado satisfactorios (Better Call Saul). Ello se debe a que Breaking Bad tuvo un andamiaje bastante más trabajado, colocándose por delante una solidez narrativa que va avanzando inexorablemente a través de multitud de personajes y situaciones que ya pertenecen al imaginario colectivo no tan solo de seriófilos diseminados a lo largo de diversos países. Por el contrario, Better Call Saul nació fruto del interés creciente entre las audiencias que suscitó el personaje de Saul Goodman. La intuición de Gilligan le llevó a convocar un brain storming para determinar las líneas maestras de una hipotética serie derivada de Breaking Bad que echaba su cierre en su quinta temporada sin posibilidad de prórroga posible. La disponibilidad de Oderkirk (prácticamente inédito en el medio cinematográfica; fue y sigue siendo carne de la pequeña pantalla) allanó el camino para que la serie Better Call Saul computara entre las novedades de 2015. La estructura propia de la antología en ciernes –evaluada en el mismo territorio que Breaking Bad, esto es, Alburquerque (Nuevo México), pero remontándose varios años atrás en el tiempo-- demandaba que para la primera tanda de episodios apenas asomaran personajes que cobran carta de naturaleza a lo largo y ancho de la serie seminal. Pero, a medida que el espacio temporal se va acercando a la realidad de Breaking Bad, Gilligan y su partner Peter Gould irían integrando algunos de los personajes característicos de ésta a distintas subtramas que concurren en Better Call Saul. Con todo, Jimmy McGill, previo a su metamorfosis en Saul Goodman, sigue siendo la principal baza de Better Call Saul, dejando constancia de un carisma que no tiene igual entre sus compañeros de reparto, incluido el neoyorquino Michael McKean, quien se desenvuelve en el papel de su hermano mayor Chuck McGill, afectado de una enfermedad rara denominada hipersensibilidad electromagnética.
  Aunque en los episodios centrales de la second season aparcan en cierta manera el motor narrativo de la entrega posterior a la primera temporada de Better Call Saul, al principio y al fin el relato direcciona sus antenas hacia la rivalidad existente entre Jimmy y Chuck hasta llegar al paroxismo. Ambos abogados de carrera, pero de temperamentos disímiles, Jimmy y Chuck protagonizan algunas de las viñetas más certeras de Better Call Saul, que nos ayudan a recomponer el mapa emocional que justifica en buena lid una rivalidad enquistada verbigracia del favoritismo que reservaba su madre al pequeño de los hermanos. Si a ello sumamos que la integridad y el sentido del deber cumplido han guiado la línea de rectitud de la que hace gala Chuck frente a los “atajos” (valga el eufemismo) que emplea Jimmy para conseguir sus objetivos, vamos desgranando el fondo de sendos personajes en el contexto de un relato que reserva algunos minutos en el tramo de arranque de cada episodio para mostrar detalles a la audiencia de un pasado lleno de claroscuros en la familia McGill. Fuera de este “duelo” fraticida, casi siempre evaluado en la penumbra de una vivienda que evita a toda costa el uso de aparato eléctrico, Better Call Saul se desenvuelve en subtramas inherentes a “la ley del más fuerte” en el ámbito de la judicatura y de los “bajos fondos” de la ciudad fronteriza de Alburquerque. Pero de tanto en tanto esta ley no escrita sufre la derrota al calor de la actuación del hierático Mike Ehrmantraut (Jonathan Banks) –otro de los partícipes de Breaking Bad con un presencia creciente en la antologría seminal— y de Jimmy McGill, desojando la margarita sobre si debe favorecer a su novia y colega de profesión Kim Wexler (Rhea Seehorn), o bien evitar perjudicar a su hermano mayor, del que se siente responsable de su cuidado y, al mismo tiempo, le carcome por dentro sentirse inferior a él. Por ello, Jimmy McGill persigue a toda costa una realización personal, alejado de la sombra de Chuck.