martes, 29 de julio de 2014

ARA SÍ TOCA. EL «CASO PUJOL»: SECRETOS Y MENTIRAS EN EL «OASIS CATALÁN»

Al calor de las noticias surgidas en los últimos días, buceando en la memoria sobre la primera imagen mental que conservo de Jordi Pujol i Soley (n. 1933) es la de un dibujo que realicé con diez u once años. En el mismo aparece, a toda página, Jordi Pujol vestido de Sancho Panza, a los lomos de un burro, y Josep Tarradellas ataviado con el traje de Don Quijote, tratando de fijar la posición de un equino. Desconozco si ese dibujo fue producto de la imaginación o simplemente me serví del modelo de una publicación en papel. En cualquier caso, ambos llegarían a compartir una idea similar de país y ocuparon, de manera sucesiva, el puesto de President de la Generalitat de Catalunya. A finales de una década que dejaría atrás por fortuna una época de oscuridad en la Tierra Media del estado español sometida a una Guerra Civil y la posterior etapa franquista, Jordi Pujol i Soley accedería al Trono de la Generalitat para quedarse por espacio de veintitrés años. Durante ese periodo no tan solo Jordi Pujol era el personaje de largo más popular de Catalunya sino que llegó a convertirse en una presencia diaria en los Telenotícies y, en general, en los medios de comunicación. Recuerdo que hacía broma al respecto, diciendo que en el estudio de TV3 donde se emitía el Telenoticies debían tener el retrato colgado de Jordi Pujol y, en un momento dado, la cámara enfocaba la imagen del "Molt Honorable". Para medir el alcance del conocimiento que podría tener la gente de Catalunya sobre Jordi Pujol el anecdotario nos ofrece una “foto” instantánea plenamente ilustrativa al respecto, más allá de lo que se relata en las notas biográficas publicadas en un sinfín de sitios, incluido la wikipedia. Catalunya tiene censados casi mil municipios. Pues bien, el ex President de la Generalitat presumía de haber estado en todos estos municipios, con alguna que otra salvedad presta a ser corregida. Además, Pujol se dejaba “querer” en los pueblos, hablando de manera distendida con sus habitantes y preocupándose por cuestiones que podrían evaluarse “menores” a los ojos de un político residente en una gran urbe. Sí, para muchos Pujol era Dios bajado a la tierra prometida en cuyo horizonte muchos querían ver y siguen viendo una idea de país emancipado del todopoderoso estado español. No lo sería para un servidor, manteniéndome durante todo este tiempo receloso sobre un personaje que parecía situarse por encima del Bien y del Mal, llegando a hacer célebre una frase, «Ara no toca», a partir del instante que un periodista le debió importunar con alguna pregunta fuera de la agenda de ese día. Calibré que ese era el típico gesto altivo de alguien que se siente legitimado por la púrpura del Poder, ejerciendo el «ordeno y mando» con firmeza. Pero no es menos cierto que en su última legistatura, desde sus propias filas de Convergència (el partido que cofundaría) i Unió se dejaron sentir las voces que abogaban por un relevo generacional. En el banquillo de CIU dos nombres se postularían con fuerza para sustituirlo: Josep Antoni Durán i Lleida, y Artur Mas. Finalmente, Artur Mas tomaría el mando de la dirección de CIU y después del experimento que supuso el tripartito (ERC + PSC + IC, una ecuación difícil de digerir), el delfín de Pujol ganaría la plaza de President de la Generalitat en 2010. Por aquel entonces, Jordi Pujol parecía pasar a la Historia de Catalunya conforme a una figura incuestionable, un referente inexcusable y un luchador por una patria que algunos empezaban a acariciar con la mirada puesta en la asunción de una serie de competencias en distintas materias, es decir, una mayor cuota de antonomía que diera alas a un anhelado estado independentista. En su calidad de pensador, estadista y hombre de estado, Jordi Pujol se plegaría a escribir por entregas sus memorias, eso sí, convenientemente pasadas por la destilería cuando tocaba evaluar los negocios familiares, excepción hecha del capítulo dedicado a su padre Florenci Pujol, perteneciente a la burguesía e impulsor de Banca Catalana, que generaría un proceso judicial cuando se liquidaría la sociedad, convenientemente tapado por espúreos intereses. Al margen de borrar cualquier sombra de duda en torno a la presunta gestión fraudulenta del caso Banca Catalana que le llegaría a colocar en el ojo del huracán en un determinado punto del proceso judicial, muy pocos repararon en el momento de la salida al mercado de las publicaciones de estos volúmenes las lagunas referidas a los negocios familiares gestados y consolidados durante el largo mandato del patriarca Pujol. Una de estas voces disidentes con el relato vital y profesional oficial de Jordi Pujol i Soley se llama Albert Boadella, fundador y director de Els Joglars. Él había sido vetado por diversos medios catalanes, al parecer, porque dijo verdades difíciles de escuchar en tiempos del pujolismo, y su representación sobre los escenarios de Ubú President, provocaría un terremoto de baja intensidad entre la clase política afín al ideario de Convergència i Unió. No obstante, el terremoto que sí haría trontollar (tambalear) los cimientos de CIU se produjo el pasado 25 de julio de 2014 cuando Jordi Pujol daba a conocer a la prensa un escrito de un folio que trata de exculpar a su familia sobre el asunto de una presunta herencia de su padre no regularizada durante más de treinta años. En ese paraíso fiscal andorrano, al parecer, Jordi Pujol guarda un tesoro que se ha transformado en una bomba con efectos retardados. Una bomba que después de tres décadas seguía intacta y ha acabado explosionando en las manos de Jordi Pujol i Soley. Prisionero de sus asesores durante tres días para consensuar una estrategia, Artur Mas comparecería ante la prensa para adoptar una serie de medidas, previo acuerdo con el Consell Directiu del Govern, que pasaban por eliminar una serie de privilegios heredados por Pujol en función de su cargo de President de la Generalitat y, de paso, lanzar el mensaje que la consulta del 9 de noviembre cara al independentismo seguía su curso sin alteración alguna, argumentando que «el país está por encima de las personas. Y así debe ser». Según sus propias palabras, Mas sentía dolor, pena y compasión por Jordi Pujol, reduciendo el asunto a un tema personal y familiar. Cuando la oposición reclama una Comisión de Investigación para esclarecer el «caso Pujol», CIU y su socio de gobierno en la sombra, Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) con Oriol Junqueras al frente, niegan la mayor. Ni tan siquiera CIU expresa su voluntad porque Jordi Pujol se explique en el Parlament ante unos hechos de una gravedad que no admite disculpas. Al escuchar las respuestas de Mas y la posición adoptada por CIU y ERC para evitar llegar al fondo del asunto conforme a un acto de higiene democrática (saben que la vía judicial puede eternizarse y así ganar tiempo cara a las metas fijadas), siento vergüenza de estos políticos incapaces de leer lo que el sentido común pide y exige. De aquí hasta principios de noviembre nos aguarda un vendaval de noticias referidas al clan Pujol, refrendando lo que en su día dijo Albert Boadella: «son como una familia siciliana, próxima a los Corleone». Mas ha acabado transformándose en ese personaje cervantino que lucha contra los Molinos de Viento en forma del estado español que representa la culpa de todos los males de la nació catalana. Y a su lado le acompañará para siempre ese Sancho Panza que dibujé en mi infancia, el de un ser afectado de una arrogancia mórbida, esposo de Marta Ferrusola (su apariencia de ama de casa volcada en la jardinería contrasta con su pérfida imagen reproducida por la mujer despechada, Victoria Álvarez, la ex del primogénito y pieza clave a la hora de destapar las corruptelas de la Sociedad Ilimitada de los Pujol) y padre de familia de siete hijos, buena parte de los cuales deberían ser perseguidos por la justicia hasta acabar en el precipicio. Otro precipicio nos aguarda si seguimos creyendo que esos "salvadores de la patria", ahora instalados en el poder (CIU) o en la antesala de poder (ERC), nos guían hacia su particular Shangri-La por el camino del independentismo. Los mismos que hacen caso omiso a un pueblo que exige luz y taquígrafos sobre un caso, el que incrimina a Jordi Pujol y el de su prole que, a efectos monetarios (por ejemplo, para blanquear tres mil millones de dólares en activos mobiliarios se requiere una lavadora del tamaño de un edificio de varias plantas), deja en un juego de niños el «caso Bárcenas». Limosna la que atesora el ínclito ex tesorero del PP en manos de esos sinvengüenzas llamados Oriol, Oleguer i Jordi (noms ben catalans, sí senyor) que lucían no hace demasiado tiempo con orgullo los apellidos Pujol i Ferrusola.   

miércoles, 16 de julio de 2014

«HISTORIA Y DESVENTURAS DEL DESCONOCIDO SOLDADO SCHLUMP» (1928) de HANS HERBERT GRIMM. UN RELATO DE «TERROR» DESDE LAS TRINCHERAS

En un margen de poco más de dos meses de diferencia la ciudad de Praga —perteneciente a la región de Bohemia, inscrita en el Imperio Austrohúngaro— vio nacer a Franz Kafka (1883-1924) y a Jaroslav Hasek (1883-1923). Ambos acabarían convirtiéndose en escritores de renombre internacional, siendo sus trabajos más destacados materia de obligado cumplimiento en el programa escolar de los estudiantes checo(eslovacos) preferentemente después de finalizada la Segunda Guerra Mundial. Hasek, a buen seguro, sea el menos conocido de los dos, pero El buen soldado Svejk (1920-1923) (editada en lengua castellana en 2010 en DeBolsillo) sigue siendo considerada una novela de referencia dentro de las obras literarias ambientadas en el campo de batalla durante la Gran Guerra. Lo sería desde una vertiente satírica-picaresca que entronca con la tradición de algunos clásicos británicos del estilo de Las aventuras de Barry Lyndon (1844) de William Makepeace Thackeray o Tom Jones (1749) de Henry Fielding. Desde su propia experiencia, Hasek expresaría en una serie de relatos por entregas —siguiendo idéntica fórmula empleada por Thackeray, Fielding y tantos otros autores provenientes de las Islas Británicas— una mirada acaso desprejuiciada sobre la sinrazón de los conflictos bélicos a través de un díscolo personaje que aparece en el título de su relato más célebre. Por su parte, Franz Kafka, debido a su frágil salud, quedó exento de participar en la contienda bélica. Los destellos del genio de Kafka ya se advertían en sus escritos seminales, siendo Kurt Wolff (1887-1963) el editor que sacaría a la luz los relatos del que luego ganaría a la celebridad gracias a El proceso (1925). El mismo Wolff se responsabilizaría de publicar Schlump (1928), cuya narración se solapa en algunos pasajes con El buen soldado Svejk, y que tenía todas las prerrogativas para acabar siendo saludada conforme a una de las novelas antibelicistas por excelencia aparecidas en el primer tercio del siglo XX.  La dicha del autor del relato, Hans Herbert Grimm (1896-1950), pronto se transformaría en desdicha cuando el nacionalsocialismo llegaría al poder en 1933. Un lustro no representaría, por tanto, tiempo suficiente para que la novela se diera a conocer ampliamente entre la población germana. Schlump sería, pues, pasto de las llamas, en lo que podríamos “visualizar” una situación análoga a lo expresada en la novela de anticipación Fahrenheit 451 (1955), de Ray Bradbury, traducida en la gran pantalla de manera magistral por François Truffaut. Al igual que el bombero Montag (Oskar Werner), Grimm escondería un ejemplar de Schlump en su propia casa, pero en su caso en el hueco de una pared que tapiaría convenientemente. Ese operativo comportaría que Schlump pudiera “sobrevivir” a una cruda realidad, en sintonía con lo que ocurre al ingenuo soldado alemán enrolado en el ejército de su país a los diecisiete años. Toda vez que se dio por cerrado un nuevo capítulo (sangriento) de la Historia de la primera mitad del siglo XX en agosto de 1945, Grimm retomaría su condición de profesor, pero las autoridades de Alemania Oriental le vetaron seguir impartiendo clases. Posiblemente ese fuera el detonante de su suicidio acaecido a pocos meses de cumplirse el ecuador de la centuria, sin obviar el sentimiento de frustración que le generaba la problemática referida al ostracismo de Schlump. Solo el paso del tiempo corregiría tamaña anomalía merced a la perseverancia de Völker Weidermann por rescatar del olvido obras destruidas por los nazis. De ahí que ochenta años después de su primera publicación, Schlump regresara a la luz con los honores que se merecía, en lo que convendríamos en señalar un tributo a título póstumo de su autor.
    El sello Impedimenta no tan sólo se alimenta de su vena anglófila. Prueba de ello es que, por ejemplo, la literatura alemana vuelve al excelso catálogo de la editorial madrileña con la publicación de Historia y desventuras del desconocido soldado Schlump (2014), en que el lector puede advertir lo justificado de una decisión nada baladí. A través de sus doscientas setenta y cinco páginas (descontado un prólogo clarificador escrito por el propio Weidermann), Schlump cubre sobradamente las expectativas que me había generado al conocer la noticia de su publicación. Al ir pasando las primeras páginas del libro, Shlump advierte en mi fuero interno que hubiera podido ser un material que ganara a la influencia de escritores como Joseph Heller y Kurt Vonnegut para armar Trampa 22 (1962) y Matadero Cinco o la cruzada de los niños (1969), respectivamente. Evidentemente, ese escenario no resultaría posible, pero en mi apreciación personal considero que Schlump se alinea a la perfección en esa dialéctica propia de Kessel y sobre todo de Vonnegut a la hora de plantear un relato desde la óptica de un mundo absurdo que tiene en la guerra la máxima expresión de semejante concepto. En modo alguno Schlump cae en las zanja de una escritura afinada en lo escabroso, lo tremendista; más bien asistimos a un ejercicio de prosa de la que podemos extraer la visión de un humanista, incapaz de comulgar con unos principios patrióticos que alientan al sacrificio del individuo como una pieza subsidiaria a la voz del pueblo. A partir de ahora pienso que deberíamos incluir Historia y desventuras del desconocido soldado Schlump entre las obras antibelicistas de verdadero empaque. De esta forma, Hans Herbert Grimm, el autor de este cuento de “terror”, se uniría a los nombres de Stephen Crane (La roja insignia del valor), James Langdale Hodson (Return to the Wood), Erich Maria Remarque (Sin novedad en el frente) y el citado Hasek en sus respectivas prospecciones por la realidad de una Primera Guerra Mundial que el 28 de julio cumple el centenario de su proclamación, punto de partida de las aventuras y desventuras del desconocido soldado Schlump.     

martes, 8 de julio de 2014

PODEMOS, UNA CONCIENCIA EN FORMA DE PARTIDO (I)

Prácticamente desde el desmantelamiento de UCD (Unión de Centro Democrático), la Democracia española se ha asentado sobre la base del bipartidismo, el procurado por el PP (Partido Popular) y el PSOE (Partido Socialista Obrero Español). Los votos a sendos partidos han copado un porcentaje elevado de los que han participado de esta manifestación de la democracia por espacio de más de treinta años. Pero es una realidad en vías de sufrir un cambio de orientación harto significativo debido a una serie de factores del que no cabe excluir la incorporación de parte de esa población “silenciosa” incapaz de sintonizar con el programa de ningún partido, llevando a máximos esa expresión de real abolengo que «todos los políticos son iguales». Por consiguiente, desde los tiempos de Felipe González hemos asistido a participaciones del 50 al 65%, mereciendo muy poco análisis el porqué hasta un 50 % de la población no ha acudido a la cita con las urnas cada cuatro años. En noviembre de 2012 estuve en una mesa electoral de las municipales catalanas y me entretuve en las horas muertas las del mediodíaa tratar de buscar un perfil común entre los que no ejercían el derecho a voto. Al finalizar la maratoniana jornada llegué a la conclusión que no existe un perfil de “no votante”. Es por ello que el fenómeno de Podemos no puede analizarse exclusivamente en clave de un trasvase de votos de partidos “tradicionales” de la izquierda o del centro-izquierda, sino que debe observarse conforme a un movimiento aglutinador de un descontento social “transversal”, en el que se incorpora el voto de estudiantes universitarios pero también de ese sector receloso desde hace bastantes años de la clase política a la que ha negado con la participación en las elecciones la posibilidad de que en su nombre cometan toda clase de tropelías, corruptelas y demás hechos delictivos con la aquiescencia de un sistema sobreprotector (allí están los 10.000 aforados que tiene el país, un porcentaje considerable de los cuales pertenece a este colectivo) en torno a estas prácticas que erosionan la esencia misma de la Democracia.
   Una vez conocido el sorprendente éxito en las pasadas elecciones europeas de Podemos con un total de más de un millón doscientos mil votos, la campaña de desprestigio, el alud de acusaciones sobre los adalides del partido de nuevo cuño no han cesado. Intentan colocar el miedo en el cuerpo a través de una serie de ataques sin otro fundamento que la descalificación gratuita; hablan de una ideología de extrema izquierda, de importar un modelo de chavismo y de los vínculos con colectivos cercanos a ETA. Una cadena de palabras que, agitadas, parece ofrecer un cóctel difícil de digerir para aquellos instalados en la tradición de un sistema democrático que ha sido incapaz, por ejemplo, de poner coto a la corrupción política, al punto que tenemos en el gobierno del PP algunos dirigentes, incluido su presidente Mariano Rajoy, con una sombra de duda más que razonable de que ampararon prácticas irregulares de muy baja catadura moral y que incluso se llegaron a beneficiar de las mismas según las investigaciones judiciales aún en curso. Así lo denunciaría el partido en la oposición, el PSOE, que trata de rearmarse de cara a los próximos comicios electorales con la mirada puesta en el horizonte de finales de 2015. Paradojas de la vida, todos aquellos prestos a acusar desde las trincheras de la izquierda o del centro izquierda "tradicional" al partido liderado por el profesor de Ciencias Políticas Pablo Iglesias deberían, cuanto menos, reconocer que la irrupción de Podemos ha servido para espolear prácticas que demandaba el sentido común en Democracia, dando la opción que la ciudadanía conozca el parecer de distintos candidatos en un debate como el celebrado este lunes día 7 de julio, aunque de momento tan solo sea un simulacro. Asimismo de justicia es señalar el desempeño que UPyD a la hora de denunciar la corrupción política, personándose en la parte acusatoria de procesos abiertos, el más notorio de los cuales sigue siendo el caso Würtel. Pero UPyD ha visto cerrado de momento el cumplimiento de un nuevo techo electoral con la llegada de Podemos y con ello el nerviosismo se ha enquistado en su  líder Rosa Díez, con exabruptos del estilo de comparar a la formación abanderada por Pablo Iglesias con el Partido ultraderechista francés de Marie Le Pen. Una estrategia de descrédito que ha salido a Rosa Díez el tiro por la culata en ese fuego cruzado procedente de las trincheras de la izquierda y de la derecha que, lejos de dañar a Podemos refuerza su carácter de partido alternativo, al punto de que algunos sondeos lo destacan como tercero en la lista de los más votados en las próximas elecciones generales.
   Semanas atrás decidí votar a Podemos después de haber confiado sistemáticamente en el PSOE/PSC. Lo hice una vez di cumplida cuenta de la lectura de su programa electoral. Para mí Podemos más que un partido representa un estado de conciencia, el que ampara la legitimidad de un pueblo para hacer valer sus derechos, de no estar secuestrada por una clase política que sistemáticamente protege los intereses de una banca clave para entender el descalabro económico que ha padecido este país en los últimos añosy de unos grupos de poder financiero que acaparan gran parte de la fortuna del estado español, entre otros muchos otros temas que abordaré en un posterior post. Sin duda, la naturaleza humana comportará que, tarde o temprano, las discrepancias internas (máxime al tratarse de una formación que se rige por principios asamblearios; no en vano, uno de sus focos de alumbramiento fue el 15-M) afloren en el seno de Podemos, provocando disidencias, escisiones, etc. Pero solo el paso de los años calibrará la importancia de la entrada de Podemos en la esfera parlamentaria, agitando ese árbol que ya no daba más frutos que una desigualdad social cada vez más acentuada, un empobrecimiento de las clases medias, un sistema sanitario que camina hacia un concepto mixto entre lo público y lo privado, unas coberturas para los más desfavorecidos que ponen en tela de juicio el derecho irrenunciable de una vida digna para las personas en plural... Podemos puede representar una ventana a la esperanza para jóvenes y mayores en un mundo cada vez más desigual, en que comunismo, socialismo, liberalismo y conservadurismo han perdido buena parte de su sentido. En el mundo que nos ha tocado vivir, la defensa del interés de las personas con lo que ello comporta (educación, cultura, sanidad, etc.) pasa por delante de los intereses de esos grupos de poder incapaces de aplicar esos principios de solidaridad más que para sus familiares y la cuerda de influyentes personajes que han levantado imperios, en ocasiones, merced a la pura especulación. Y puestos a especular (en la otra acepción del término), prefiero hacerlo en el sentido de confiar en que mi voto para Podemos contribuirá a una regeneración democrática de nuestro país y quizás dentro de unos decenios podremos decir que la corrupción política, los desahucios y otras lacras que afectan a nuestra sociedad forman parte del pasado

miércoles, 2 de julio de 2014

«HUIDA DEL CORREDOR DE LA MUERTE» (2014) de Edward Bunker: «AL MARGEN» DE LA VIDA

En este mismo espacio concluía hace algo más de un año un escrito harto elogioso sobre Little Boy Blue (2012) (ir a enlace), de Edward Bunker, destacando sobremanera la capacidad de equilibrar un texto en que parece converger lo áspero y el valor de la nostalgia, la dureza y el aliento de esperanza. Un efecto dual que apenas tiene recorrido en Huida del corredor de la muerte (2014), una de las obras póstumas de Bunker ya que con anterioridad Sajalín, en su colección Al Margen, había publicado Stark (2010), que permaneció inédita en vida del escritor. Posiblemente, el título escogido para la edición en castellano de Death Row Breakout and Other Stories (la italiana, la primera de las llevado a cabo, está fechada en 2010) juegue al despiste porque no se trata de un único relato sino de un compendio de varios que Bunker guardaba en la recámara a la espera que alguno tuviera viera visos de alcanzar la categoría de novela. Su fallecimiento, empero, truncó semejante opción, siendo los depositarios de sus bienes artísticos los que dieron luz verde a la publicación de una amalgama de textos susceptibles de mejora, quedando unas cuantas de sus historias de ámbito carcelario sostenidas por unos pilares literarios un tanto endebles en su entramado narrativo, no así en esa capacidad para hilvanar diálogos extraídos de la matriz de una realidad penitenciaria de la que fue (a la fuerza) un gran conocedor. Ante la disyuntiva de editarlos o no, Sajalín pareció dispuesta a jugar la carta del “completismo” a modo de justificación de una obra que rebaja ostensiblemente el nivel de calidad de títulos anteriores publicados por el sello barcelonés. El propio Edward Bunker deja entrever sus dudas sobre el material en cuestión en una carta enviada a su editor Nat Sobel, “albacea” de una obra literaria que ha ido ganando adeptos en los últimos lustros a pasos gigantesos, y que ha significado un auténtico descubrimiento en nuestro país verbigracia de la pericia y del buen olfato de Sajalín. El contenido de esta misiva sirve para abrir el fuego de la presente edición, en que a lo largo de seis relatos, a saber, La justicia de Los Ángeles, 1927, Entra en la Casa de Drácula, Mía es la venganza, Muerte de un soplón, Huída del corredor de la muerte y La vida por delante, el escritor angelino traza una panorámica sobre la realidad de recintos penitenciarios norteamericanos distantes de cualquier ideal sobre el carácter redentivo de los mismos para sus moradores condenados por penas de distinta gradación.

   Implacable en ese dibujo humano que trata de explorar en la conciencia de individuos out-system, sojuzgados por el color de su piel en numerosos casos (el racismo aflora de manera pertinente en el título de cabecera y en La vida por delante) y/o por una adolescencia y juventud en que un desliz en forma de hurto o agresión les conduce hacia una espiral de odio retroalimentado por el dolor y el desapego familiar, en Huida del corredor de la muerte (traducida por Zulema Couso) Bunker habla desde la distancia de la tercera persona pero, al mismo tiempo, desde la cercanía de un submundo donde forjaría su carácter a golpe de aprender lecciones. Esas lecciones vitales que le impelieron a escribir conforme a una tabla de salvación cuando la desesperación estuvo a punto de hacer mella en su persona. Entre punzada y punzada de dolor, Bunker arrancaría páginas de un brillo muy especial, desgarros emocionales perfectamente canalizados merced a ingentes horas dedicadas a la lectura. Como el grupo de presos que tratan de escapar de la prisión de San Quintín, Edward Bunker hizo de las huídas una especialización, lográndolo en pocas ocasiones, las suficientes, en todo caso, para dar fe de la dificultad de la empresa. En esta obra “de despedida” el lector encontrará referencias a figuras históricas como Sacco e Vanzetti La justicia de Los Ángeles, 1927 o Huey Newton, cofundador del Partido Pantera NegraMía es la venganzay criminales del espectro demoníaco que marcarían sus propias reglas en el seno de una comunidad carcelaria donde la homosexualidad, el racismo y la radicalización ideológica solían llamar a la puerta de una realidad opaca al conocimiento de la inmensa mayoría de nosotros. Cierto que el cinematógrafo y la televisión han explorado estos submundos con especial atención, pero también la letra impresa puede hablarnos al oído de una existencia infrahumana, tal como expresa Edward Bunker en este cierre, en forma de coda, de una obra literaria de una extraordinaria calidad en su conjunto.