Esta es la traducción al castellano de la única producción que unió en un plató los destinos de John Wayne y una de mis actrices predilectas (por los tiempos de los tiempos), Katharine Hepburn, ya en el ocaso de sus respectivas carreras. Nada que ver con su título original –Rooster Cogburn–, en una muestra más de la arbitrariedad de los distribuidores de nuestro país, sin embargo, El rifle y la biblia sería un preciso eslogan de campaña para la dupla que forman John McCain y Sarah Palin en pos de ganar las elecciones presidenciales de noviembre de este año. Una vez descabalgado de una hipotética vicepresidencia John Edwards por apropiarse de un pijama ajeno cuando su esposa sufría un cáncer –una noticia deplorable en sí misma que apenas trascendió en España (1)–, para mí, el que mejor sintetiza el ideario de los hermanos Kennedy y de Martin Luther King (hasta en sus deslices extraconyugales tiene puntos en común con JFK) y Hillary Clinton, el nuevo «mesías» de la política estadounidense se decantaría por la voz de la experiencia: Joe Biden. Bueno, no era la opción que convocaba a un consenso absoluto entre los Demócratas, pero al menos fortalecía el talón de Aquiles de Barack Obama, esto es, la política exterior.
Hace casi un par de meses me aventuré a pronosticar que esa imagen en la que John Edwards se aprestaba a escenificar su apoyo por Obama sellaba cualquier duda sobre quien sería el nuevo líder del partido Demócrata. John McCain se mostraba remiso a dar a conocer quien le acompañaría en su camino hacia su hipotética conquista de la Casa Blanca, a pesar de que su liderazgo se disipó a las primeras de cambio. A las puertas de celebrarse la convención republicana si el huracán Gustav no provoca un cambio de planes de urgencia, McCain ha ofrecido su alternativa a la elección de Biden por parte de los Demócratas: la hasta la fecha gobernadora del estado de Alaska Sarah Palin. Es decir, McCain ha querido contraponer el que no se escogiera a Hillary Clinton, una mujer incluso más joven que la esposa del inefable Bill Clinton. Presumiblemente, movido por sus consejeros para rescatar votos de signo femenino dentro de un sector descontento con que se prefiriera a Biden en lugar de Hillary, John McCain ha cometido, a mi juicio, un error de cálculo que le costará la presidencia en unas elecciones que se siguen presumiendo muy reñidas pero que cualquier detalle en la recta final puede ser crucial. Máxime cuando Hillary y Sarah Palin tienen perfiles antagónicos en temas básicos como la sanidad, la pena de muerte o el aborto, entre otros. Votar en función del sexo de uno de los candidatos es una de las falacias que tan sólo los más obtusos pueden discutir cuando, en realidad, lo que se debate es el status quo de un país, la orientación de una nación en cuestiones del todo vitales en políticas ecológicas, energéticas, sociales o sanitarias. Leo en la portada de La Vanguardia (31/VIII/08) la «reveladora» noticia de que Sarah Palin fue Miss Alaska y, ya en página interior se detalla que ganó, a sus veinticuatro años, un concurso de belleza en su localidad natal, Wassilla, además del de Miss simpatía en el mismo certamen. Cuando se tiene un perfil tan bajo para ocupar un puesto de enorme responsabilidad, hay que «adornar» ciertos curriculums que hablan por sí solo de que McCain pude tener buen gusto pero mal ojo. Mientras Obama suma esfuerzos y trata de conquistar a los que, en su día, prefirieron a Hillary, McCain dividirá al personal republicano a cada mes vencido. Los más conservadores quizás se sientan reconfortados con la elección de Palin, antiabortista, miembro de la Asociación del Rifle y con una política exterior que no difiere en demasía del de la Administración Bush Jr. Pero con el «ideal» de WASP en franca recesión en número de personas en beneficio de una inmigración que crece de forma aritmética, los datos no pueden más que arrojar la victoria del tándem Obama-Biden. Como un servidor piensa que la inteligencia y la bondad no son patrimonio exclusivo de los Demócratas ni mucho menos, aquellos acérrimos defensores de los valores conservadores del deep-south se pueden estar preguntando si Mrs. Palin restará un solo voto a un sector dubitativo del Partido Demócrata que quiere vengar la derrota de Mrs. Clinton. Hillary se puede poner hecha un basilisco (la razón que Bill esté tan blanco es que su mujer no le debe pasar una) y su carácter debe ser de los de aupa, pero salvo estos arranques de furia dudo que después de que hubiera tenido cuatro hijos, lanzara la moneda al aire para tener, a los cuarenta y tres años, un bebé. La decidida lucha antiabortista de Palin ganaba una nueva causa a costa del nacimiento de un niño con el síndrome de Down. Una decisión legítima pero que explica mejor el perfil de «Dama de Hierro» que se ha ido forjando Mrs. Palin, dejando patente que McCain es más bien un lobo con la piel de cordero. Con su decisión de apoyarse en los réditos que pueda darle Sarah Palin, John McCain ha servido en bandeja de plata la victoria a su contrincante Barack Obama.
Hace casi un par de meses me aventuré a pronosticar que esa imagen en la que John Edwards se aprestaba a escenificar su apoyo por Obama sellaba cualquier duda sobre quien sería el nuevo líder del partido Demócrata. John McCain se mostraba remiso a dar a conocer quien le acompañaría en su camino hacia su hipotética conquista de la Casa Blanca, a pesar de que su liderazgo se disipó a las primeras de cambio. A las puertas de celebrarse la convención republicana si el huracán Gustav no provoca un cambio de planes de urgencia, McCain ha ofrecido su alternativa a la elección de Biden por parte de los Demócratas: la hasta la fecha gobernadora del estado de Alaska Sarah Palin. Es decir, McCain ha querido contraponer el que no se escogiera a Hillary Clinton, una mujer incluso más joven que la esposa del inefable Bill Clinton. Presumiblemente, movido por sus consejeros para rescatar votos de signo femenino dentro de un sector descontento con que se prefiriera a Biden en lugar de Hillary, John McCain ha cometido, a mi juicio, un error de cálculo que le costará la presidencia en unas elecciones que se siguen presumiendo muy reñidas pero que cualquier detalle en la recta final puede ser crucial. Máxime cuando Hillary y Sarah Palin tienen perfiles antagónicos en temas básicos como la sanidad, la pena de muerte o el aborto, entre otros. Votar en función del sexo de uno de los candidatos es una de las falacias que tan sólo los más obtusos pueden discutir cuando, en realidad, lo que se debate es el status quo de un país, la orientación de una nación en cuestiones del todo vitales en políticas ecológicas, energéticas, sociales o sanitarias. Leo en la portada de La Vanguardia (31/VIII/08) la «reveladora» noticia de que Sarah Palin fue Miss Alaska y, ya en página interior se detalla que ganó, a sus veinticuatro años, un concurso de belleza en su localidad natal, Wassilla, además del de Miss simpatía en el mismo certamen. Cuando se tiene un perfil tan bajo para ocupar un puesto de enorme responsabilidad, hay que «adornar» ciertos curriculums que hablan por sí solo de que McCain pude tener buen gusto pero mal ojo. Mientras Obama suma esfuerzos y trata de conquistar a los que, en su día, prefirieron a Hillary, McCain dividirá al personal republicano a cada mes vencido. Los más conservadores quizás se sientan reconfortados con la elección de Palin, antiabortista, miembro de la Asociación del Rifle y con una política exterior que no difiere en demasía del de la Administración Bush Jr. Pero con el «ideal» de WASP en franca recesión en número de personas en beneficio de una inmigración que crece de forma aritmética, los datos no pueden más que arrojar la victoria del tándem Obama-Biden. Como un servidor piensa que la inteligencia y la bondad no son patrimonio exclusivo de los Demócratas ni mucho menos, aquellos acérrimos defensores de los valores conservadores del deep-south se pueden estar preguntando si Mrs. Palin restará un solo voto a un sector dubitativo del Partido Demócrata que quiere vengar la derrota de Mrs. Clinton. Hillary se puede poner hecha un basilisco (la razón que Bill esté tan blanco es que su mujer no le debe pasar una) y su carácter debe ser de los de aupa, pero salvo estos arranques de furia dudo que después de que hubiera tenido cuatro hijos, lanzara la moneda al aire para tener, a los cuarenta y tres años, un bebé. La decidida lucha antiabortista de Palin ganaba una nueva causa a costa del nacimiento de un niño con el síndrome de Down. Una decisión legítima pero que explica mejor el perfil de «Dama de Hierro» que se ha ido forjando Mrs. Palin, dejando patente que McCain es más bien un lobo con la piel de cordero. Con su decisión de apoyarse en los réditos que pueda darle Sarah Palin, John McCain ha servido en bandeja de plata la victoria a su contrincante Barack Obama.
(1) Uno tiene sus deep-throats para estas cosas...
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