miércoles, 29 de octubre de 2008

«PRÍNCIPES» DE LA CIUDAD


En ese soberbio documental titulado El chico que conquistó Hollywood (2002) que comenté hace unos meses en un post, el productor Robert A. Evans —al que alude el título del film—daba fe de la sed de venganza de Mia Farrow a propósito de las trabas que puso por aquel entonces su marido Frank Sinatra durante el rodaje de La semilla del diablo (1968). El croner estuvo a punto de echar por tierra una carrera que arrancaba con pulso firme de la mano de Evans y del director Roman Polanski. El productor de un buen puñado de grandes títulos de finales de los 60 y de los 70 reflexionaba sobre aquello, sentenciando que «no existe nada más terrible que una mujer despechada». Esa frase me sobrevino de repente al ver a Montserrat Nebrera, catedrática de Derecho y correligionaria del Partido Popular Catalán, en el plató dels Matins de TV3. El conductor y director del programa, Josep Cuní, quien sabía de primera mano que la incontinencia verbal de la Nebrera provocaría más de un titular, iba esbozando una media sonrisa burlona a la audiencia. Resabiado como pocos, Cuní dejó que Nebrera cobrara el máximo protagonismo —no siempre es así—, en una entrevista que duraría la media hora y que servía para destapar algunas de las «miserias» de la clase política catalana y, por ende, de la española. Acusando a sus propios compañeros del PPC de «fariseos» en su blog personal por haberse llenado la boca al criticar los accesorios de nuevo cuño de la limousine del President del Parlament Català Ernest Benach, pronto Nebrera destaparía el tarro de las esencias en forma de una enmienda a la regeneración democrática. Los nueve mil y pico € que sirvieron para tunear el coche oficial en el que se suele desplazar Benach desde la Ciudad Condal a su Reus natal y viceversa, a efectos de Nebrera, es una mínima expresión del despilfarro de una administración pública regida por unos partidos que se tapan las vergüenzas los unos a los otros. Salvo Ciutadans per Catalunya, que son pobres pero no miserables —aunque discrepo de su visión un tanto deformada sobre la realidad lingüística en Catalunya—, todos los partidos del ámbito catalán dejan mucho que desear al (auto)proclamarse garantes de los deseos/derechos de los ciudadanos y alardear de dar ejemplo. Nebrera denuncia el modus vivendi de políticos, indistintamente del partido en el que militen, que viajan a costa del erario público con cualquier excusa pueril que en nada redunda en el buen funcionamiento de la Administración. Pero con esta denuncia Nebrera se ha puesto la soga al cuello porque la maquinaria acabará «devorándola»... Los recelos de antaño mutarán en amenazas en forma de anónimos por osar desacreditar, descabalgar a la clase política desde dentro. Enfrentarse a los «Príncipes de la ciudad» tiene sus riesgos, aquellos que se pasean por la urbe con limousines y luego acuden para inaugurar una estación de metro sin saber el importe aproximado de una tarjeta multiviajes o ni tan siquiera cómo se introduce la misma. A excepción de unos cuantos, Ellos están al margen de la realidad cotidiana, dejándose ver en actos públicos, de partido o no, para luego camuflarse en sus respectivas torres de Babel. Benach juega a ser Donald Trump en el interior de su limousine, ahora huérfana de una televisión HD que le hubiera servido para contemplar la entrevista de Cuní a Nebrera a primera hora de la mañana mientras se aprestaba a ir al Parlament. Ya tenemos ruido de fondo durante unos días, editoriales en el diari Avui, El Periódico de Catalunya y demás rotativos. Después de verse desplazada de la cúpula de mando del PPC en beneficio de otra ex contertulia del Matins de TV3, Alicia Sánchez Camacho —paloma de Mariano Rajoy—, Montse Nebrera cumple su venganza haciendo bueno el enunciado de Robert Evans. Si bien en casi nada coincido con los postulados del PP, me congratulo con la valentía, cuando no osasía, de esta «oveja negra» —el color del traje que lucía, curiosamente, para la ocasión— de la política oficialista. Pero le sobró, para mi gusto, unos cinco minutos finales de entrevista. Aquellos que hizo promoción de su blog, denotando que padece narcisismo «mórbido». Envuelta en los ropajes de la venganza, Nebrera acabaría lanzando un dardo envenenado al sugerir que personal afín al ayuntamiento de Barcelona se dedica a entrar en su blog al haberse detectado sus IP’s. Si esas entradas anónimas con ánimo de escudriñar se tornan en amenazas, no dudará en contratar a un detective. Pero no será El detective encarnado por Frank Sinatra en el film homónimo que competía con el de La semilla del diablo en un único plano: el conyugal. Mia Farrow se saldría con la suya al retorcerse de placer tras el fiasco del film protagonizado por su ex marido, en contraposición con el alud de reconocimientos que obtuvo el film producido por Evans. A Nebrera el detective informático de poco le va a servir salvo para localizar desde donde escriben sus enemigos (entre otros, los de su propio partido). A los ojos de la clase política, Nebrera ha pasado a ser más un «diablo» que otra cosa, pero desde aquí mi reconocimiento a su arrojo a la hora de destapar la realidad sobre estos «príncipes de la ciudad».

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