viernes, 31 de octubre de 2008

DICCIONARIO DE COMPOSITORES CINEMATOGRÁFICOS


En contadas ocasiones las editoriales que tratan, en menor o mayor medida, temas relativos al ámbito cinematográfico, se aventuran a lanzar al mercado un libro dedicado por entero a la música compuesta para la gran pantalla. De Diccionario de compositores cinematográficos —publicado por T&B Editores (Ir a enlace), a modo de reedición del volumen homónimo que apareció con idéntico sello y autor (Luis Miguel Carmona) hace un lustro— me ocuparé de forma más específica en un comentario que preparo para http://www.cinearchivo.com/. Pero he considerado oportuno resaltar esta iniciativa a cargo de T&B Editores por cuanto la música de cine ha sido largamente ignorada, ninguneada en el ejercicio de la crítica cinematográfica y por la historiografía referida al Séptimo Arte en general. Y ya sabemos que en un país donde la educación musical brilla por su ausencia, la música compuesta ex profeso para el medio cinematográfico no es tan sólo la «hermana pobre» sino la absolutamente olvidada. Por fortuna, el panorama ha cambiado desde hace unos años y las orquestas de nuestra geografía programan conciertos con música de autores como Alex North, John Williams, Max Steiner o Maurice Jarre. Lo hacen a cuentagotas, pero gratifica pensar que incluso dentro del espectro cultural-musical más elitista —junto al operístico—, el que compete a la música clásica, ha habido un cambio de mentalidad y ya no se pronuncian con un cierto desdén al calibrar la calidad que se desprende de las partituras escritas por compositores que dedicaron o han dedicado (parcial o totalmente) su vida profesional al cine. Sin ir más lejos, la semana que viene l’Auditori de Barcelona tiene programado una serie de conciertos conducidos por Rachel Worby. Ella fue la sustituta de Jerry Goldsmith cuando a éste se le había diagnosticado un cáncer que le llevaría hasta la muerte en 2004. Un dato que recoge esta monografía, una suerte de Who’s Who del mundo de la música de cine, con un afán divulgador que quizás pueda disgustar a algunos puristas. Pero la casa se debe edificar de abajo arriba y no al revés. Por tanto, resulta esencial sentar los pilares formativos a través de estas obras de referencia, quizás faltas de un sentido academicista en la evaluación de sus contenidos pero que son presentadas con unos textos amenos, encarados más como guías —se resaltan aquellos títulos básicos de uno u otro compositor en un mar de discografías que, en muchos casos, sobrepasan la cincuentena de títulos—. A la hora de comprar la intuición no es una buena compañera y es preferible dejarse guiar por volúmenes de este calado para adentrarse en un espacio fascinante, el de las bandas sonoras. Aún no tenemos la perspectiva de tiempo suficiente, aunque somos unos cuantos los que suscribimos las palabras del argentino Lalo Schifrin: «la música de cine es la música clásica del siglo XX». Ir tejiendo una afición por el cine sostenida a lo largo de los años puede correr en paralelo con el interés por el campo de la banda sonora. No son aficiones excluyentes la una de la otra, sino complementarias. Bienvenida sea, pues, esta obra que Carmona ha elaborado, cuál amanuense, con el fin de dar a conocer una afición que le ha convocado a numerosas horas de placer al escuchar una u otra banda sonora, fuera o dentro de una sala cinematográfica. Si todavía no se han dejado seducir por la música de cine, atrévanse, por ejemplo, con la escucha de los CD's de Sense and Sensibility (1995) de Patrick Doyle, Wyatt Earp (1994) de James Newton Howard, Rudy (1993) de Jerry Goldsmith, To Kill a Mockingbird (1962) de Elmer Bernstein u Once Upon a Time in America (1984), de Ennio Morricone por citar algunas de mis favoritas —dentro de una lista que se cuenta por decenas—, y notarán el efecto balsámico a flor de piel. Por suerte, no tiene contraindicaciones.

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