miércoles, 18 de junio de 2008

LA OTRA INVASIÓN DE LOS LADRONES DE CUERPOS


Nada podía haber llevado a pensar a Jack Finney que su relato Los ladrones de cuerpos alimentaría tantas versiones cinematográficas, ofertadas desde lecturas bien distintas en virtud de las épocas en las que han sido creadas. Un total de cuatro es más que un número razonable en un periodo de medio siglo. No es el espacio para hablar de las mismas, pero sí para advertir que la propuesta literaria de Finney guarda un componente de realidad tan cercana a nuestras vidas con tan sólo observar aspectos de lo puramente cotidiano. Pero todo este espacio creativo imaginado en su día por Finney tiene un espejo en la actualidad, en forma de parábola social, muy en la línea del film canónico dirigido por Don Siegel. Fijaros sino en cómo esa invasión extraterrestre vehiculada a través de vainas que se reproducen en los sótanos de las casas mantiene una equivalencia con lo que acontece en relación a la inmigración en nuestro país, en especial dentro de la comunidad sudsahariana. Rara vez vemos a una mujer de mediana edad o que sobrepasa los veinte años, sin ir acompañada de un carrito de bebé o un niño en edad escolar. Las hembras tienen un fin únicamente reproductivo cuando llegan a determinada edad, quedando confinadas al ámbito de sus hogares y poco más. Es una percepción que va calando cada vez más hasta el punto que estas comunidades, herméticas por definición (al menos cuando salen de sus países de origen), van expandiéndose de generación en generación sin que los oriundos del país notemos cambios sustanciales. Mientras tanto, las mujeres españolas en edad fértil tienen los hijos cada vez más tarde, y para muchas ya no es el objetivo número uno para aspirar a llenar un vacío que suele manifestarse cuando uno cruza la barrera de los treinta. Se crean modelos ficticios, bombardeados por todos los frentes (televisión, internet, periódicos, revistas, móviles, etc.), a las que toda mujer que se precie debe conseguir cual Santo Grial: un hombre de un imponente físico, de óptima posición económica, sin ser demasiado inteligente pero que resulte bueno, eso sí, para ganar dinero. En esa constante búsqueda del ideal se pierden por el camino numerosos proyectos familiares para regocijo de la comunidad magrebí que ve aumentar su prole a cada mes vencido. Ellas no reparan en aspectos físicos ni monetarios: han aprendido, casi desde su adolescencia, cuál es su fin, su rol en esta sociedad. La revolución sexual es una quimera para estas jóvenes tocadas, en su mayoría, por un velo que cubre sus cabellos. Nunca las verás en una tienda tipo FNAC comprando el último CD de un grupo de solera o un DVD de un actor que les guste; viven para y por sus hijos dentro de un concepto de machismo que provoca vergüenza en el siglo que nos toca vivir. Sin embargo, a efectos de saberse que la población autóctona, a largo plazo, no será la dominante en nuestro país, puede mover a la reflexión a una mujer española de hoy en día si necesita deshojar cada día la margarita hasta dejar el campo yermo de esta bella flor para saber si esta podrá ser su pareja durante un largo tiempo o, una vez más, NO. Y en este impasse «reproduciremos» lo que pasó en Alemania con la población turca. Con este escenario que podemos vislumbrar con unas mínimas dotes de observación, un guionista lo tendrá a huevo para hacer una quinta versión de Los ladrones de cuerpos. Ya sabremos quienes huirán a la montaña ante una realidad que producirá sin descanso bebés con los cabellos rizados, generalmente de nombre Fátima o Mohamed. Las razones de este nuevo escenario que se nos avecina es el resultado de dos conceptos de realidades diametralmente opuestas, sin atisbo de apuntar en una sola dirección que sí podría ser, en este hipotético caso, un acto cargado de xenofobia o, en su defecto, de misoginia.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Qué me vas a contar, Christian! De todos modos, la pequeña experiencia que he podido acumular al respecto me ha enseñado que, salvo honrosas excepciones, lo que más les importa a las mujeres(nosotros, lamentablemente, concedemos una mayor importancia al aspecto físico) es hallar un hombre que les proporcione un óptimo nivel -material- de vida, un tipo que les transmita sensación de poder. De inquietudes culturales, mejor no hablar: no quieren poetas; quieren guerreros que conduzcan un Ferrari descapotable.

Anónimo dijo...

Dividir a las mujeres y a los hombres por unos patrones determinados (lo que podríamos llamar "escala de valores") resulta demasiado reduccionista. Pero mi post iba en el sentido de analizar el porqué el fenómeno de la inmigración, añadido a la baja natalidad de las mujeres españolas acabará invirtiendo la situación de hace tan sólo unos años: harán muchos más hijos de sud-saharianos o de otras latitudes que hijos de autóctonos por las razones que apuntaba. Es un fenómeno que implica aspectos culturales, sociales, religiosos y económicos.

Anónimo dijo...

Caballeros...

Me considero digna de formar parte de las honrosas excepciones. Adoro la poesia. Los poetas y las poetisas son los guerreros más valientes que he conocido en mi vida.

Algunas de "mis" pacientes son mujeres marroquies o de otros paises latinoamericanos, algunas han tenido que dejar a sus hijos en su pais y venir aqui a trabajar en trabajos mal pagados,carentes de reconocimiento...se sienten solas y desprotegidas y a menudo aunque intenten superar los esteriotipos que pesan sobre ellas no son muchas las que lo consiguen, la herencia cultural pesa mucho.

Sin embargo...mi hija va al cole con niñas y niños de casi todos los continentes..estamos cambiando el mundo!

Viva la Revolución y el Anarcofilosofismo!!

Un abrazo