sábado, 28 de junio de 2008

FOREVER YOUNG

Muchos de esos compañeros de viaje que te procura la vida debían sentirse extrañados que aún no hubiera dedicado un post a Neil Young. Saben de mi devoción por este genio sin paliativos de la música. Su presencia en la jornada de apertura del Rock in Rio, celebrado en Arganda del Rey (para más señas, en la comunidad de Madrid), ha propiciado que paremos atención sobre este sexagenario «hombre orquesta» con más de cuarenta discos en su haber, tantos como años pisando los escenarios de todo el mundo. Pero curiosamente Neil hasta la fecha se ha dejado ver y escuchar poco en nuestro país. Todavía recuerdo con envidia sana los comentarios de terceros sobre el concierto que ofreció en 1987, unas fechas cercanas a mi primer contacto con su prodigiosa música, así como la frustración que me provocó la suspensión de un concierto en nuestro país diez años más tarde alegando un accidente laboral (al parecer, se rebanó un dedo practicando con la ebanistería, extremo que ha quedado acotado al terreno, en este caso, de las «leyendas rurales» provenientes de su granja canadiense).
Para mi satisfacción, leí hace semanas que Neil Young formaba parte del cóctel de músicos contratados para el Rock in Rio versión hispana. Pero el formato y el emplazamiento no me parecieron los más adecuados para ver brillar la estrella musical de Neil Young. El programa, sin duda, se lo valía: Alanis Morisette, Jack Johnson, Manolo García... y Neil Young. La pega: son estilos muy diversos que convocan a públicos diferentes, provocando una sensación que algunos de los 51.000 asistentes al concierto en horario de madrugada estaban de paso, que sí, les sonaba Neil Young, pero seguramente no tendrían en sus discotecas ninguna de sus piezas. Más movidos por la curiosidad que por otro asunto, éstos se mezclarían con los auténticos neilyoungeros, aquellos que han seguido su enérgica, vigorosa carrera trufada de mainstreams pero también de canciones ocultas, puras rarezas incluidas en ediciones discográficas con escasa salida comercial. Sopesando una cosa y otra, decidí que la oportunidad de verlo por primera vez en directo se podría postponer, quizás, en alguna ciudad europea donde tiene programado una serie de conciertos de su gira por el viejo continente. Esa especie de hipocresía prosaica que se practica en el mundo de la música no me va. Y vista la retransmisión de la 2 (penosa por cuanto hubieron tres cortes publicitarios, el primero insufrible), mis temores se confirmaron: un escenario grandilocuente, custodiado por personal de seguridad como si se tratara de un castillo, con un público, eso sí, entregado, pero que como suele decirse, se apunta a un bombardeo: camisetas de The Clash, los Rolling Stones, Led Zeppelin lucían en las primeras filas, de los que se supone deben ser los fans nº 1 del canadiense en España. Muchos de ellos saldrían alucinando del concierto, pero la sensación de un servidor (con la distorsión que provoca tan sólo verlo por la tele) es que Neil Young es mucho más; tan sólo ofreció una de sus caras, la más rockera si acaso, con un despliegue de energía que Manolo García —un fan confeso— debía quedarse patidifuso y preguntarse si debería cambiar de gimnasio o de fisioterapeuta. De su último disco, Chrome Dreams II (2007), Young ofreció un despliegue de energía descomunal marcándose un tema de veinticuatro minutos (a falta de hilvanar unos comentarios con sustancia, los encargados de la retransmisión echaron mano del crono), No Hidden Path. Pero los sombras del pasado volvieron a refulgir con temas-himno del calado de Cimannon Girl, Out of the Blue o Mother Earth. Un concierto de más de dos horas volcado, en definitiva, hacia su vertiente más rockera, con algunos amagos acústicos (The Needle & Damage Done, el tributo obligado a uno de sus álbumes de cabecera, el imprescindible Harvest, del que tocó otras dos piezas, Heart of Gold y Old Man) que pusieron a prueba una voz tersa, que hace honor a su apellido y que contrasta con sus arrebatos de guitarra que dejaban sin respiración al batería de turno en su particular «duelo instrumental». El fin de fiesta se completaría con una versión de los Beatles de A Day in the Life.
Por mi parte, espero decir pronto que he podido ver a Neil Young, aunque tan sólo sea un día en la vida. Luego me querré morir... y resucitar como lo ha hecho tantas veces Neil Young. Imagino ese día escogido en una de las primeras filas, en buena compañía, de un teatro con una excelente acústica, con Neil Young presidiendo la función rodeado de su nutrido aparejo instrumental (armónica, guitarra eléctrica, guitarra acústica, piano, órgano, etc.), de músicos excelsos (con su esposa Pegi Young en los coros) y buscando la complicidad del público entre tema(zo) y tema(zo), cosa que no permite un concierto de las dimensiones mastodóndicas del Rock in Rio. Esas distancias cortas son las que demuestran la grandeza de Neil Young, a mi juicio, el más completo de los músicos vivos de la historia del rock.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Keep on rockin' in the free world!!

Forever Neil Young!!!!

A ver si tan eminente persona se deja caer próximamente por BCN.

¡Allí estaremos, my Friend!

Anónimo dijo...

Yo ya he tenido la suerte de verle 2 veces en vivo (ambas en festivales), y deseo verle en un escenario más cerrado, y siendo él el único cabeza de cartel, tocando una hora en acústico y otra en eléctrico. Soñar no cuesta, pero, y tal como está la cosa, podré decir que me he muerto tranquilo, por que vi en vivo a Neil Young.
CESARPELOPO

Anónimo dijo...

César,

De momento, te sonríe la fortuna porque Neil Young ha tocado poco en España y dos ocasiones es un número considerable. Pero vi a Neil en forma después de superar un aneurisma y creo que tiene cuerda para rato. Ese formato de concierto que apuntas seguro que lo veremos, esperemos, que pronto. A una novedad discográfica por año, seguro que Neil se acerca otra vez por tierras hispanas con una apuesta más acorde a su leyenda, esto es, como único reclamo de un concierto que podría revelarse como una experiencia casi mística.

alejandro diaz castaño dijo...

gran artículo, Christian.

en efecto, Neil es un artista descomunal. un genio. adoro su música. habré visto el documental-concierto de Jarmusch sobre Crazy Horse diez o doce veces por lo menos...

saludos!