Hace unos meses se estrenaba en salas comerciales LT22 Radio La Colifata, un documental sobre un colectivo de enfermos mentales que, entre sus terapias para su rehabilitación social, tuvieron a bien crear una emisora que ha llegado a los hogares de buena parte de la megápolis de Buenos Aires. Con música de Manu Chao, este pequeño documental dirigido y escrito por Carlos Larrondo que destila humanismo por todos sus poros, me llevaría, por eso de la asociación de ideas, a evaluar si, en realidad, en España tendría un equivalente. Sabía que el referente estaba claro, pero en lugar de humanismo e incluso destellos de lucidez, lo que primero me vino a la cabeza es el grado de mala leche que se gastan... si, si... los conductores de algunos programas de la emisora Episcopal Española bendecida por Rouco Varela y sus adláteres. Uno no puede vivir permanentemente en una suerte de hedonismo y, de vez en cuando, se ve forzado o tentado a revolcarse en el fango de la estulticia audiovisual y, en este caso, simple y llanamente, sonora. En un ejercicio que no recomiendo a nadie con su sano juicio, me hice el propósito de escuchar, cual penitencia, durante una semana, el programa Las mañanas del ínclito Federico Jiménez Losantos. Confieso que hace unos años me asomé a esta ventana auditiva, pero pronto, por prescripción médica (unos brotes de urticaria sobre mi cuerpo fueron el detonante) dejé de desayunar acompañado de un transistor que no cesaba de vertir exabruptos, jalear las desgracias del PSOE, denostar a personajes políticos, de la cultura y un largo reguero de insultos, improperios y descalificaciones que, oh sorpresa, tenían en Catalunya y el País Vasco su dos puntos neurálgicos en un mapa que, según ellos, se rompe por todas partes. Pero el tiempo transcurrido desde esa primera tentativa hasta la última no ha cambiado un ápice las cosas. Mejor dicho, sí: ahora la «carnaza» informativa (sic) tiene un nuevo sabor en forma del «traidor» de Mariano Rajoy y su cohorte de aduladores.
En uno de sus habituales ataques de incontinencia verbal, Cristina Almeida, por aquel entonces en la primera línea de frente de Izquierda Unida (antes que Gaspar Llamazares le diera la estocada casi definitiva), dijo algo muy sensato: «Hemos luchado por tener una democraria que permite que existan personajes que puedan expresarse como Jiménez Losantos». Es cierto que la grandeza de una democracia es que pueda dar voz a un «incendiario» como el turolense Losantos. Pero cuando una de las personas con un poso cultural más apabullante que uno recuerde (tan sólo comparable a Víctor Márquez Reviriego o al llorado Santiago Amón) empiezan a «patinarle» las neuronas hasta el punto de ratificarse en las acusaciones hacia Ruiz Gallardón (el alcalde de Madrid se querelló y con razón) en torno a los atentados del 11-M, entre otras lindezas, habría que empezar a tomarle medidas para una camisa pero de esas que se abrochan por la espalda. Ah, y Hannibal Lecter le podría dejar algunos de sus complementos que privarían a Losantos de esa sonrisa... diabólica. Siempre habrá gente que le jalee y le muestre su afecto incluso con semejante indumentaria, pero ya su etapa de esplendor en el fluir de los diales de las emisoras pronto, me atrevo a pronosticar, quedará lejos. La sentencia en su contra dictada por la fiscalía del estado por sus acusaciones al edil del PP Gallardón, su cruzada anti-Rajoy (quien, diga lo que se diga, ha salido airoso de la crisis política de su partido, en su giro hacia el centro: para muestra, el congreso del Partido celebrado en Valencia) y que la conferencia Episcopal tiene la mosca tras la oreja día sí y día también pueden ser indicios más que suficientes para que Losantos haya cavado su propia tumba. Entonces, ya estará presto para hacer el remake del film documental de Larrondo. Se propone desde esta humilde tribuna el título de 100.2 FM Radio La (Co)pelifata, con un locutorio dominado por el color rojigualda y la sintonía la pondría su inseparable César Vidal, con temas sureños de los USA que siempre suena más agradable que la música machacona de Manu Chao.
En uno de sus habituales ataques de incontinencia verbal, Cristina Almeida, por aquel entonces en la primera línea de frente de Izquierda Unida (antes que Gaspar Llamazares le diera la estocada casi definitiva), dijo algo muy sensato: «Hemos luchado por tener una democraria que permite que existan personajes que puedan expresarse como Jiménez Losantos». Es cierto que la grandeza de una democracia es que pueda dar voz a un «incendiario» como el turolense Losantos. Pero cuando una de las personas con un poso cultural más apabullante que uno recuerde (tan sólo comparable a Víctor Márquez Reviriego o al llorado Santiago Amón) empiezan a «patinarle» las neuronas hasta el punto de ratificarse en las acusaciones hacia Ruiz Gallardón (el alcalde de Madrid se querelló y con razón) en torno a los atentados del 11-M, entre otras lindezas, habría que empezar a tomarle medidas para una camisa pero de esas que se abrochan por la espalda. Ah, y Hannibal Lecter le podría dejar algunos de sus complementos que privarían a Losantos de esa sonrisa... diabólica. Siempre habrá gente que le jalee y le muestre su afecto incluso con semejante indumentaria, pero ya su etapa de esplendor en el fluir de los diales de las emisoras pronto, me atrevo a pronosticar, quedará lejos. La sentencia en su contra dictada por la fiscalía del estado por sus acusaciones al edil del PP Gallardón, su cruzada anti-Rajoy (quien, diga lo que se diga, ha salido airoso de la crisis política de su partido, en su giro hacia el centro: para muestra, el congreso del Partido celebrado en Valencia) y que la conferencia Episcopal tiene la mosca tras la oreja día sí y día también pueden ser indicios más que suficientes para que Losantos haya cavado su propia tumba. Entonces, ya estará presto para hacer el remake del film documental de Larrondo. Se propone desde esta humilde tribuna el título de 100.2 FM Radio La (Co)pelifata, con un locutorio dominado por el color rojigualda y la sintonía la pondría su inseparable César Vidal, con temas sureños de los USA que siempre suena más agradable que la música machacona de Manu Chao.
1 comentario:
Respeto el ideario del Sr. Jiménez Losantos. Puedo llegar, inclusive, a suscribir una parte del mismo. Admiro -como muy bien señala mi amigo Christian- su vasta cultura. Empero, su manera de conducirse me parece harto lamentable. Dicho sujeto enarbola la bandera del insulto y de la falta de respeto al prójimo con total impunidad. Hasta ahora ha gozado de la plena connivencia de unos mandamases fariséicos que, lamentablemente, poco demuestran saber de las enseñanzas de Jesucristo.
Apreciado Sr. Losantos:
primeramente, El Enemigo militaba en las filas independentistas; posteriormente, su particular campo de batalla se extendió a la retaguardia nacionalista; más tarde -ya no le bastaba con demonizar a catalanes y a vascos en detrimento de una unidad española que, como tal, nunca ha existido- la ponzoña antiespañola (más bien anticentralista-fascista)se inoculó en la neoprogresía: léase PSOE, máxima emanación del Reino de Lucifer en la Tierra; y ahora -en abracadabrante gesto- resulta que la plaga ha comenzado a invadir ya el ala izquierda de la casa del tío PP.
¿No será, Don Federico, que, en realidad su peor enemigo es usted mismo?
¡Siempre negativo, nunca positivo!
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