Al calor de las noticias surgidas en los últimos días,
buceando en la memoria sobre la primera imagen mental que conservo de Jordi
Pujol i Soley (n. 1933) es la de un dibujo que realicé con diez u once años. En
el mismo aparece, a toda página, Jordi Pujol vestido de Sancho Panza, a los lomos
de un burro, y Josep Tarradellas ataviado con el traje de Don Quijote, tratando
de fijar la posición de un equino. Desconozco si ese dibujo fue producto de la
imaginación o simplemente me serví del modelo de una publicación en papel. En cualquier
caso, ambos llegarían a compartir una idea similar de país y ocuparon, de manera
sucesiva, el puesto de President de la Generalitat de Catalunya. A finales de una década
que dejaría atrás por fortuna una época de oscuridad en la Tierra Media del estado español
sometida a una Guerra Civil y la posterior etapa franquista, Jordi Pujol i Soley
accedería al Trono de la
Generalitat para quedarse por espacio de veintitrés años.
Durante ese periodo no tan solo Jordi Pujol era el personaje de largo más
popular de Catalunya sino que llegó a convertirse en una presencia diaria en
los Telenotícies y, en general, en los medios de comunicación. Recuerdo que hacía broma al respecto, diciendo que en el
estudio de TV3 donde se emitía el Telenoticies debían tener el retrato colgado
de Jordi Pujol y, en un momento dado, la cámara enfocaba la imagen del "Molt
Honorable". Para medir el alcance del conocimiento que podría tener la gente de
Catalunya sobre Jordi Pujol el anecdotario nos ofrece una “foto” instantánea plenamente
ilustrativa al respecto, más allá de lo que se relata en las notas biográficas
publicadas en un sinfín de sitios, incluido la wikipedia. Catalunya tiene
censados casi mil municipios. Pues bien, el ex President de la Generalitat presumía
de haber estado en todos estos municipios, con alguna que otra salvedad presta
a ser corregida. Además, Pujol se dejaba “querer” en los pueblos, hablando de
manera distendida con sus habitantes y preocupándose por cuestiones que podrían
evaluarse “menores” a los ojos de un político residente en una gran urbe. Sí,
para muchos Pujol era Dios bajado a
la tierra prometida en cuyo horizonte muchos querían ver y siguen viendo una
idea de país emancipado del todopoderoso estado español. No lo sería para un servidor, manteniéndome
durante todo este tiempo receloso sobre un personaje que parecía
situarse por encima del Bien y del Mal, llegando a hacer célebre una frase, «Ara no toca», a partir del instante que un periodista le debió
importunar con alguna pregunta fuera de la agenda de ese día. Calibré que ese
era el típico gesto altivo de alguien que se siente legitimado por la púrpura
del Poder, ejerciendo el «ordeno y mando» con firmeza. Pero no es menos
cierto que en su última legistatura, desde sus propias filas de Convergència (el partido que cofundaría) i
Unió se dejaron sentir las voces que abogaban
por un relevo generacional. En el banquillo de CIU dos nombres se postularían
con fuerza para sustituirlo: Josep Antoni Durán i Lleida, y Artur Mas. Finalmente,
Artur Mas tomaría el mando de la dirección de CIU y después del experimento que
supuso el tripartito (ERC + PSC + IC, una ecuación difícil de digerir), el delfín
de Pujol ganaría la plaza de President de la Generalitat en 2010. Por
aquel entonces, Jordi Pujol parecía pasar a la Historia de Catalunya
conforme a una figura incuestionable, un referente inexcusable y un luchador
por una patria que algunos empezaban a acariciar con la mirada puesta en la
asunción de una serie de competencias en distintas materias, es decir, una
mayor cuota de antonomía que diera alas a un anhelado estado independentista. En su
calidad de pensador, estadista y hombre de estado, Jordi Pujol se plegaría a
escribir por entregas sus memorias, eso sí, convenientemente pasadas por la destilería cuando tocaba evaluar los
negocios familiares, excepción hecha del capítulo dedicado a su padre Florenci
Pujol, perteneciente a la burguesía e impulsor de Banca Catalana, que generaría un proceso judicial cuando se liquidaría la sociedad, convenientemente tapado por espúreos intereses. Al margen de borrar cualquier sombra de duda en torno a la presunta gestión fraudulenta del caso Banca Catalana que le llegaría a colocar en el ojo del huracán en un determinado punto del proceso judicial, muy pocos
repararon en el momento de la salida al mercado de las publicaciones de estos
volúmenes las lagunas referidas a los
negocios familiares gestados y consolidados durante el largo mandato del patriarca Pujol. Una de estas voces disidentes con el relato vital y
profesional oficial de Jordi Pujol i Soley se llama Albert Boadella, fundador y
director de Els Joglars. Él había sido vetado por diversos medios catalanes, al
parecer, porque dijo verdades difíciles de escuchar en tiempos del pujolismo, y su representación sobre los
escenarios de Ubú President, provocaría
un terremoto de baja intensidad entre la clase política afín al ideario de
Convergència i Unió. No obstante, el terremoto que sí haría trontollar (tambalear) los cimientos de
CIU se produjo el pasado 25 de julio de 2014 cuando Jordi Pujol daba a conocer
a la prensa un escrito de un folio que trata de exculpar a su familia sobre el asunto de
una presunta herencia de su padre no regularizada durante más de treinta años.
En ese paraíso fiscal andorrano, al parecer, Jordi Pujol guarda un tesoro que se ha transformado en una
bomba con efectos retardados. Una bomba que después de tres décadas seguía
intacta y ha acabado explosionando en las manos de Jordi Pujol i Soley. Prisionero
de sus asesores durante tres días para consensuar una estrategia, Artur
Mas comparecería ante la prensa para adoptar una serie de medidas, previo
acuerdo con el Consell Directiu del Govern, que pasaban por eliminar una serie
de privilegios heredados por Pujol en función de su cargo de President de la Generalitat y, de
paso, lanzar el mensaje que la consulta del 9 de noviembre cara al
independentismo seguía su curso sin alteración alguna, argumentando que «el país está por
encima de las personas. Y así debe ser». Según
sus propias palabras, Mas sentía dolor, pena y compasión por Jordi Pujol,
reduciendo el asunto a un tema personal y familiar. Cuando la oposición reclama
una Comisión de Investigación para esclarecer el «caso Pujol», CIU y su socio de gobierno en la
sombra, Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) con Oriol Junqueras al frente, niegan la mayor. Ni tan siquiera CIU expresa
su voluntad porque Jordi Pujol se explique en el Parlament ante unos hechos
de una gravedad que no admite disculpas. Al escuchar las respuestas de Mas y la posición
adoptada por CIU y ERC para evitar llegar al fondo del asunto conforme a un
acto de higiene democrática (saben que la vía judicial puede eternizarse y así
ganar tiempo cara a las metas fijadas), siento vergüenza de estos políticos
incapaces de leer lo que el sentido común pide y exige. De aquí hasta principios de
noviembre nos aguarda un vendaval de noticias referidas al clan Pujol,
refrendando lo que en su día dijo Albert Boadella: «son como una familia siciliana, próxima a los Corleone». Mas ha acabado transformándose en ese personaje
cervantino que lucha contra los Molinos de Viento en forma del estado español
que representa la culpa de todos los males de la nació catalana. Y a su lado le
acompañará para siempre ese Sancho Panza que dibujé en mi infancia, el de un
ser afectado de una arrogancia mórbida, esposo de Marta Ferrusola (su apariencia de ama de casa volcada en la jardinería contrasta con su pérfida imagen reproducida por la mujer despechada, Victoria Álvarez, la ex del primogénito y pieza clave a la hora de destapar las corruptelas de la Sociedad Ilimitada de los Pujol) y padre de familia de siete hijos, buena
parte de los cuales deberían ser perseguidos por la justicia hasta acabar en el
precipicio. Otro precipicio nos aguarda si seguimos creyendo que esos "salvadores
de la patria", ahora instalados en el poder (CIU) o en la antesala de poder
(ERC), nos guían hacia su particular Shangri-La por el camino del independentismo. Los
mismos que hacen caso omiso a un pueblo que exige luz y taquígrafos sobre un
caso, el que incrimina a Jordi Pujol y el de su prole que, a efectos monetarios
(por ejemplo, para blanquear tres mil millones de dólares en activos
mobiliarios se requiere una lavadora
del tamaño de un edificio de varias plantas), deja en un juego de niños el «caso Bárcenas».
Limosna la que atesora el ínclito ex tesorero del PP en manos de esos sinvengüenzas llamados Oriol, Oleguer i Jordi (noms
ben catalans, sí senyor) que lucían no hace demasiado tiempo con orgullo los
apellidos Pujol i Ferrusola.
Existe vida después del cine. Muchos me vinculan a este campo. Este blog está dedicado a mis otros intereses: hablaré de música, literatura, ciencia, arte en general, deportes, política o cuestiones que competen al día a día. El nombre del blog remite al nombre que figura en mi primera novela, "El enigma Haldane", publicada en mayo de 2011.
martes, 29 de julio de 2014
ARA SÍ TOCA. EL «CASO PUJOL»: SECRETOS Y MENTIRAS EN EL «OASIS CATALÁN»
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