martes, 8 de julio de 2014

PODEMOS, UNA CONCIENCIA EN FORMA DE PARTIDO (I)

Prácticamente desde el desmantelamiento de UCD (Unión de Centro Democrático), la Democracia española se ha asentado sobre la base del bipartidismo, el procurado por el PP (Partido Popular) y el PSOE (Partido Socialista Obrero Español). Los votos a sendos partidos han copado un porcentaje elevado de los que han participado de esta manifestación de la democracia por espacio de más de treinta años. Pero es una realidad en vías de sufrir un cambio de orientación harto significativo debido a una serie de factores del que no cabe excluir la incorporación de parte de esa población “silenciosa” incapaz de sintonizar con el programa de ningún partido, llevando a máximos esa expresión de real abolengo que «todos los políticos son iguales». Por consiguiente, desde los tiempos de Felipe González hemos asistido a participaciones del 50 al 65%, mereciendo muy poco análisis el porqué hasta un 50 % de la población no ha acudido a la cita con las urnas cada cuatro años. En noviembre de 2012 estuve en una mesa electoral de las municipales catalanas y me entretuve en las horas muertas las del mediodíaa tratar de buscar un perfil común entre los que no ejercían el derecho a voto. Al finalizar la maratoniana jornada llegué a la conclusión que no existe un perfil de “no votante”. Es por ello que el fenómeno de Podemos no puede analizarse exclusivamente en clave de un trasvase de votos de partidos “tradicionales” de la izquierda o del centro-izquierda, sino que debe observarse conforme a un movimiento aglutinador de un descontento social “transversal”, en el que se incorpora el voto de estudiantes universitarios pero también de ese sector receloso desde hace bastantes años de la clase política a la que ha negado con la participación en las elecciones la posibilidad de que en su nombre cometan toda clase de tropelías, corruptelas y demás hechos delictivos con la aquiescencia de un sistema sobreprotector (allí están los 10.000 aforados que tiene el país, un porcentaje considerable de los cuales pertenece a este colectivo) en torno a estas prácticas que erosionan la esencia misma de la Democracia.
   Una vez conocido el sorprendente éxito en las pasadas elecciones europeas de Podemos con un total de más de un millón doscientos mil votos, la campaña de desprestigio, el alud de acusaciones sobre los adalides del partido de nuevo cuño no han cesado. Intentan colocar el miedo en el cuerpo a través de una serie de ataques sin otro fundamento que la descalificación gratuita; hablan de una ideología de extrema izquierda, de importar un modelo de chavismo y de los vínculos con colectivos cercanos a ETA. Una cadena de palabras que, agitadas, parece ofrecer un cóctel difícil de digerir para aquellos instalados en la tradición de un sistema democrático que ha sido incapaz, por ejemplo, de poner coto a la corrupción política, al punto que tenemos en el gobierno del PP algunos dirigentes, incluido su presidente Mariano Rajoy, con una sombra de duda más que razonable de que ampararon prácticas irregulares de muy baja catadura moral y que incluso se llegaron a beneficiar de las mismas según las investigaciones judiciales aún en curso. Así lo denunciaría el partido en la oposición, el PSOE, que trata de rearmarse de cara a los próximos comicios electorales con la mirada puesta en el horizonte de finales de 2015. Paradojas de la vida, todos aquellos prestos a acusar desde las trincheras de la izquierda o del centro izquierda "tradicional" al partido liderado por el profesor de Ciencias Políticas Pablo Iglesias deberían, cuanto menos, reconocer que la irrupción de Podemos ha servido para espolear prácticas que demandaba el sentido común en Democracia, dando la opción que la ciudadanía conozca el parecer de distintos candidatos en un debate como el celebrado este lunes día 7 de julio, aunque de momento tan solo sea un simulacro. Asimismo de justicia es señalar el desempeño que UPyD a la hora de denunciar la corrupción política, personándose en la parte acusatoria de procesos abiertos, el más notorio de los cuales sigue siendo el caso Würtel. Pero UPyD ha visto cerrado de momento el cumplimiento de un nuevo techo electoral con la llegada de Podemos y con ello el nerviosismo se ha enquistado en su  líder Rosa Díez, con exabruptos del estilo de comparar a la formación abanderada por Pablo Iglesias con el Partido ultraderechista francés de Marie Le Pen. Una estrategia de descrédito que ha salido a Rosa Díez el tiro por la culata en ese fuego cruzado procedente de las trincheras de la izquierda y de la derecha que, lejos de dañar a Podemos refuerza su carácter de partido alternativo, al punto de que algunos sondeos lo destacan como tercero en la lista de los más votados en las próximas elecciones generales.
   Semanas atrás decidí votar a Podemos después de haber confiado sistemáticamente en el PSOE/PSC. Lo hice una vez di cumplida cuenta de la lectura de su programa electoral. Para mí Podemos más que un partido representa un estado de conciencia, el que ampara la legitimidad de un pueblo para hacer valer sus derechos, de no estar secuestrada por una clase política que sistemáticamente protege los intereses de una banca clave para entender el descalabro económico que ha padecido este país en los últimos añosy de unos grupos de poder financiero que acaparan gran parte de la fortuna del estado español, entre otros muchos otros temas que abordaré en un posterior post. Sin duda, la naturaleza humana comportará que, tarde o temprano, las discrepancias internas (máxime al tratarse de una formación que se rige por principios asamblearios; no en vano, uno de sus focos de alumbramiento fue el 15-M) afloren en el seno de Podemos, provocando disidencias, escisiones, etc. Pero solo el paso de los años calibrará la importancia de la entrada de Podemos en la esfera parlamentaria, agitando ese árbol que ya no daba más frutos que una desigualdad social cada vez más acentuada, un empobrecimiento de las clases medias, un sistema sanitario que camina hacia un concepto mixto entre lo público y lo privado, unas coberturas para los más desfavorecidos que ponen en tela de juicio el derecho irrenunciable de una vida digna para las personas en plural... Podemos puede representar una ventana a la esperanza para jóvenes y mayores en un mundo cada vez más desigual, en que comunismo, socialismo, liberalismo y conservadurismo han perdido buena parte de su sentido. En el mundo que nos ha tocado vivir, la defensa del interés de las personas con lo que ello comporta (educación, cultura, sanidad, etc.) pasa por delante de los intereses de esos grupos de poder incapaces de aplicar esos principios de solidaridad más que para sus familiares y la cuerda de influyentes personajes que han levantado imperios, en ocasiones, merced a la pura especulación. Y puestos a especular (en la otra acepción del término), prefiero hacerlo en el sentido de confiar en que mi voto para Podemos contribuirá a una regeneración democrática de nuestro país y quizás dentro de unos decenios podremos decir que la corrupción política, los desahucios y otras lacras que afectan a nuestra sociedad forman parte del pasado

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