miércoles, 2 de julio de 2014

«HUIDA DEL CORREDOR DE LA MUERTE» (2014) de Edward Bunker: «AL MARGEN» DE LA VIDA

En este mismo espacio concluía hace algo más de un año un escrito harto elogioso sobre Little Boy Blue (2012) (ir a enlace), de Edward Bunker, destacando sobremanera la capacidad de equilibrar un texto en que parece converger lo áspero y el valor de la nostalgia, la dureza y el aliento de esperanza. Un efecto dual que apenas tiene recorrido en Huida del corredor de la muerte (2014), una de las obras póstumas de Bunker ya que con anterioridad Sajalín, en su colección Al Margen, había publicado Stark (2010), que permaneció inédita en vida del escritor. Posiblemente, el título escogido para la edición en castellano de Death Row Breakout and Other Stories (la italiana, la primera de las llevado a cabo, está fechada en 2010) juegue al despiste porque no se trata de un único relato sino de un compendio de varios que Bunker guardaba en la recámara a la espera que alguno tuviera viera visos de alcanzar la categoría de novela. Su fallecimiento, empero, truncó semejante opción, siendo los depositarios de sus bienes artísticos los que dieron luz verde a la publicación de una amalgama de textos susceptibles de mejora, quedando unas cuantas de sus historias de ámbito carcelario sostenidas por unos pilares literarios un tanto endebles en su entramado narrativo, no así en esa capacidad para hilvanar diálogos extraídos de la matriz de una realidad penitenciaria de la que fue (a la fuerza) un gran conocedor. Ante la disyuntiva de editarlos o no, Sajalín pareció dispuesta a jugar la carta del “completismo” a modo de justificación de una obra que rebaja ostensiblemente el nivel de calidad de títulos anteriores publicados por el sello barcelonés. El propio Edward Bunker deja entrever sus dudas sobre el material en cuestión en una carta enviada a su editor Nat Sobel, “albacea” de una obra literaria que ha ido ganando adeptos en los últimos lustros a pasos gigantesos, y que ha significado un auténtico descubrimiento en nuestro país verbigracia de la pericia y del buen olfato de Sajalín. El contenido de esta misiva sirve para abrir el fuego de la presente edición, en que a lo largo de seis relatos, a saber, La justicia de Los Ángeles, 1927, Entra en la Casa de Drácula, Mía es la venganza, Muerte de un soplón, Huída del corredor de la muerte y La vida por delante, el escritor angelino traza una panorámica sobre la realidad de recintos penitenciarios norteamericanos distantes de cualquier ideal sobre el carácter redentivo de los mismos para sus moradores condenados por penas de distinta gradación.

   Implacable en ese dibujo humano que trata de explorar en la conciencia de individuos out-system, sojuzgados por el color de su piel en numerosos casos (el racismo aflora de manera pertinente en el título de cabecera y en La vida por delante) y/o por una adolescencia y juventud en que un desliz en forma de hurto o agresión les conduce hacia una espiral de odio retroalimentado por el dolor y el desapego familiar, en Huida del corredor de la muerte (traducida por Zulema Couso) Bunker habla desde la distancia de la tercera persona pero, al mismo tiempo, desde la cercanía de un submundo donde forjaría su carácter a golpe de aprender lecciones. Esas lecciones vitales que le impelieron a escribir conforme a una tabla de salvación cuando la desesperación estuvo a punto de hacer mella en su persona. Entre punzada y punzada de dolor, Bunker arrancaría páginas de un brillo muy especial, desgarros emocionales perfectamente canalizados merced a ingentes horas dedicadas a la lectura. Como el grupo de presos que tratan de escapar de la prisión de San Quintín, Edward Bunker hizo de las huídas una especialización, lográndolo en pocas ocasiones, las suficientes, en todo caso, para dar fe de la dificultad de la empresa. En esta obra “de despedida” el lector encontrará referencias a figuras históricas como Sacco e Vanzetti La justicia de Los Ángeles, 1927 o Huey Newton, cofundador del Partido Pantera NegraMía es la venganzay criminales del espectro demoníaco que marcarían sus propias reglas en el seno de una comunidad carcelaria donde la homosexualidad, el racismo y la radicalización ideológica solían llamar a la puerta de una realidad opaca al conocimiento de la inmensa mayoría de nosotros. Cierto que el cinematógrafo y la televisión han explorado estos submundos con especial atención, pero también la letra impresa puede hablarnos al oído de una existencia infrahumana, tal como expresa Edward Bunker en este cierre, en forma de coda, de una obra literaria de una extraordinaria calidad en su conjunto.

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