viernes, 31 de julio de 2009

BOBBY ROBSON (1933-2009): PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD


Tratando de repetir la fórmula del éxito proveniente de tierras inglesas con Terry Venables, a mediados la década los noventa llegaría a los banquillos del FC Barcelona Bobby Robson. Ex técnico de la selección inglesa, Robson daría el salto al continente para entrenar en los Países Bajos a aquel PSV Endhoven de los hermanos Ronald y Erwin Koeman que pusieron el broche a una década de ensueño para la entidad con sede en el Phillips Stadium— y en Portugal (Sporting y Porto). Aval suficiente para que José Luis Núñez, en los estertores de su actividad al frente de la entidad blaugrana— buscara en Robson un entrandor apto para tomar la delantera a un Madrid que cuajaba buenas temporadas en los finales de un (medio) siglo de oro para los merengues. Robson llegó, vio y venció. Pero, una vez más, lo caprichoso del balompié hicieron que con tres títulos saliera por la puerta de servicio, al tiempo que se anunciaba un nuevo entrenador que no diera el perfil de técnico en la edad de la prejubilación. Lejos de ganarse la animadversión de algún que otro aficionado, directivo o jugador con declaraciones intempestivas, Robson siempre mantuvo la compostura, fiándolo todo al infortunio o lo aleatorio del destino en aras a buscar justificación a su salida del FC Barcelona. Ejemplos recientes de esa forma displicente de actuar de equipos directivos hermanados con cuerpos técnicos que visten Emidio Tucci y que hacen de la retórica el argumento de sus vidas deportivas tras colgar las botas; ocupan el cargo, se marcan objetivos más altos que los precedentes y empiezan a hacer limpieza en los banquillos. No se sabe porqué razones pero alguien debió pensar que ese entrenador «puente» llamado Robson cumpliría el expediente y, como tantas veces en Can Barça, la puerta... de servicio estaba abierta de par en par; mal endémico que se repite temporada tras temporada, cobrándose un nuevo caso en el año de otro triplete pero este de mayor calado: Champions League obliga —con Samuel Eto’o al que la directiva ha evitado a toda costa una despedida frente a la afición que aplaudió sus más de cien goles a lo largo de cinco temporadas. El camerunés ha recalado en el Inter de Milán que dirige con mano de hierro Jose Murinho, el que había sido el segundo de Robson en su fugaz paso por el club catalán. Visto lo visto, poco aprendió Mourinho del savoir faire de Robson, siempre solícito a brindar una sonrisa y presto a expresar, a través de los gestos, el sentimiento del aficionado culé cuando, a modo de ejemplo, salió como un resorte del banquillo de Balaidos para ponerse las manos a la cabeza tras el golazo precedido por un slalom que se marcó Ronaldo (Nazario), un jugador que ya había despuntado en el PSV Eindhoven post-Robson.
Uno no puede recordar la «literalidad» de sus pensamientos, aunque sea de un tiempo ya lejano en el calendario (que resultan los que perviven con mayor fuerza en nuestra memoria), pero presumo que me sentí profundamente decepcionado ante la salida de Mr. Robson. Mi impresión debía ser algo parecida a expresar: "vale, ganas en el terreno de juego, te comportas como un caballero fuera de él, y luego te dan la patada: ‘Bonita’ lección'”. Pero sigo aferrándome a esa idea de sacarme el sombrero ante aquellos que hacen de la generosidad y la bondad dos de los puntales de sus vidas. Todo lo que he leido, visto y escuchado de Bobby Robson se corresponden con este semblante. Más allá de los copas que logró al frente de un equipo liderado por Ronaldo en su plenitud física, el recuerdo más poderoso que guardo de Mr. Robson es un humanismo revestido de simpatía y franqueza; límpia como sus ojos de un azul intenso... Un gentleman en toda regla. Quisiera pensar que Bobby Robson nos ha dejado para volar hacia la luna. Él tatareaba a Frank Sinatra con el mismo empeño que celebraba las sesiones de entrenamiento en can Barça sintiéndose vestido de corto ese joven, por momentos, que había debutado en el Fulham FC, decano de los clubs londinenses. Han pasado infinidad de jugadores y un buen número de entrenadores por el FC Barcelona, pero desde lo que pueda alcanzar mi memoria hay dos que tengo en un pedestal por ser sendos patrimonios de la humanidad y de la humildad: Sir Bobby Robson y Enrique Castro González, Quini. Mientras mi ídolo asturiano resiste la embestida de la enfermedad, Bobby, el gran Bobby se ha ido para siempre... pero no de nuestros corazones. Vaya para Mr. Robson esta minúsculo dedicatoria con un tema del croner que hizo tantas veces de hilo musical de sus oidos en desplazamientos en autocar o en avión por medio mundo. Devolviendo el cumplido que tributó a la afición barcelonista en la Plaça Sant Jaume para festejar las victorias del equipo de fútbol en esa temporada 96/97, de justicia sería que entonáramos al unísono: «sempre et portaré el meu cor».
Escuchar, a modo de homenaje a Sir Bobby Robson, My Way, cantada por Frank Sinatra

2 comentarios:

Ramonet dijo...

Hola de nuevo Christian. No dejo de sorprenderme de las cosas que tenemos en común: Neil Young, el cine, el ciclismo, el sentido común y ahora... El Barça!!. Sí, después de mi luchador Hércules FC, soy culé.
En la temporada 96/97, última del Hécules en 1ª, en el partido en el camp nou, el Hércules remontó un 2-0 al Barça de Ronaldo/Robson. Hasta aquí, heroicidad del modesto. Pero lo que mas nos indignó por aquí es que en el partido de vuelta, con mi equipo ya descendido matemáticamente, se le volvió a pegar otro baño al Barça, merced a una prima de 100 millones de ptas. procedente del Madrid....estas son las miserias del futbol.

Saludos.

Ramón.

The Fisher King dijo...

Adiós a una gran persona. Queda para siempre en la memoria colectiva su reacción tras la obra de arte de Ronaldo (¡qué pedazo de futbolista!) en Compostela.

Rest in Peace, MR. Robson.