Siglos de fuerte penetración religiosa en la sociedad civil española no pueden desaparecer de la noche a la mañana en el actual modelo que rige los destinos de nuestro país. Tardarán decenios sino centurias para que, como reza la constitución, el laicismo cobre carta de naturaleza. En cierto sentido, siempre he tenido la presunción que ese concepto de la España rancia, que abjura del mapa de las autonomías, ha heredado ese culto ancestal a la simbología y a la fe religiosa. Uno de los caballos de batalla de este sector ultraortodoxo mucho más influyente de lo que se piensa o de lo que trasciende a la plana mayor de los medios de comunicación —allí está parte de la «guardia petroriana» de José María Aznar: el eurodiputado Jaime Mayor Oreja, Ángel Acebes y Federico Trillo, adscritos al Opus Dei, Cristo Rey o derivados— deviene el tema de las células madre o todo aquello que comporte ponerse frente a los avances genéticos que modifice el curso natural del río de la vida. Es curioso que esta defensa numantina que levantan en sus disciplinadas mentes (al menos, en lo ideológico) tan sólo se refieran a aspectos que afectan a escala molecular y no a cuestiones que atañen al campo de la cirujía. Todo ello viene a colación a partir de que hemos conocido el cuatro caso de transplante de cara en una ciudadana norteamericana que, permítaseme la expresión, ha convertido su rostro en el de un «monstruo». Claro que este calificativo podría enfurismar posiblemente a estos sectores ultraortodoxos, arguyendo que no deja de ser una persona y, como tal, debe ser tratada. Sin duda, lo es. Pero el elemento que define nuestra personalidad se fundamenta —máxime en una sociedad en la que vivimos donde la imagen forma parte de las nociones de éxito y fracaso en distintos ámbitos— en la cara. Hemos podido observar la imagen de Connie Culp antes que su marido —un deprabado mental: otro calificativo no merece— disparara contra su rostro y la desfigurara por completo. Tras varias operaciones de reconstrucción facial el resultado habla por sí solo. Podríamos decir que en casos extremos como los de Connie el transplante facial podría tener su razón de ser si se tomara el molde de la propia persona. Técnicas tridimensionales existen para llevarlo a cabo, pero se descuida un factor esencial: la falta de un banco de donantes por la sencilla razón que uno acepta donar un riñón o un corazón pero largo me lo fiáis que alguien de el visto bueno a hacerlo con su rostro. Pero aunque fuera posible reconstruir ese tejido facial, que compromete a piel, nervios, cartílago, vasos sanguíneos y demás a partir de un molde exactamente igual al de la transplantada, evidentmente las diferencias entre las «dos» Connie serían imposibles de evitar. En cualquier caso, siguiendo estas directrices, Connie hubiera conservado parte de esa personalidad que con semejante operación o encadenado de operaciones le han quitado de raíz.
Por consiguiente, en mi modesta opinión, los transplantes faciales son una auténtica quimera hoy en día porque no hay un banco de donantes lo suficiente amplio que evite casos como los de Connie, que ha pasado de ser una persona a un «monstruo» humano. Nos deberíamos replantear si este es el camino de una ciencia que, a los ojos de los sectores más ortodoxos a los que hacía referencia, tan sólo parecen levantar las pancartas y mover a su parroquia cuando el debate se dirime a nivel molecular. Quizás mi postura respecto a los transplantes faciles sea un argumento más para situarme a una distancia prudencial de este modelo de pensamiento incapaz de razonar más allá de que la vida nace en el útero materno y que después de romperse el cordón umbilical, la cirujía tiene la bendición Urbi et Orbi. Cirujía facial incluída independientemente de los resultados que se deriven en manos de unos especialistas que juegan a ser Dios.
Por consiguiente, en mi modesta opinión, los transplantes faciales son una auténtica quimera hoy en día porque no hay un banco de donantes lo suficiente amplio que evite casos como los de Connie, que ha pasado de ser una persona a un «monstruo» humano. Nos deberíamos replantear si este es el camino de una ciencia que, a los ojos de los sectores más ortodoxos a los que hacía referencia, tan sólo parecen levantar las pancartas y mover a su parroquia cuando el debate se dirime a nivel molecular. Quizás mi postura respecto a los transplantes faciles sea un argumento más para situarme a una distancia prudencial de este modelo de pensamiento incapaz de razonar más allá de que la vida nace en el útero materno y que después de romperse el cordón umbilical, la cirujía tiene la bendición Urbi et Orbi. Cirujía facial incluída independientemente de los resultados que se deriven en manos de unos especialistas que juegan a ser Dios.
6 comentarios:
Amén.
En primer lugar, yo creo que es un gran avance, aunque estemos al principio. Si decimos que ella ha perdido su personalidad con la nueva cara, ¿no crees que con la que le dejó el salvaje aquel ya la había perdido? Ahora dices que es un monstruo. Peo ¿y antes? Ahora va a poder oler y comer (parece ser). El tema da para mucho, pero, en principio, esta vez estoy en desacuerdo contigo.
Todo un argumento con muchas posibilidades para un guión cinematográfico. Pq he leído q escribiste uno, no Cristian?.
Un saludo.
Hola Tomás:
El tema evidentemente da para mucho. el post viene a decir que esa cirujía, la que compete a la reconstrucción facial, no está preparada para afrontar retos de este calibre. No podemos poner a la ciencia por delante de los medios con los que se puede contar. Y si en el futuro se van multiplicando estas necesidades de reconstrucción facial (no por imperativos de estética) se requiere un banco de tejidos, piel, etc. lo suficientemente amplio para que cubra las mismas. Evidentemente, se ha demostrado que esta vía de transplante de caras tiene un futuro muy complejo porque la donación de la cara de una persona es algo que casi ningún familiar aceptaría. Por tanto, la solución pasa por otras líneas de investigación, quizás con células madre... pero aún queda tela por cortar. Está claro que esta reconstrucción facial, al menos para un servidor, ha sido un auténtico fiasco porque el efecto ha sido el contrario del que se buscaba. La cuestión también radica en que se ha "vendido" como un avance; quizás los cirujanos y demás especialistas se han visto forzados por el deseo de la Sra. Culp.
Es un tema complejo, lo tengo claro. Gracias por tu participación. Bueno será que fomentemos el debate con ánimo constructivo.
Respecto a lo que comenta Kasker: el guión cinematográfico que he escrito se basa en mi propia novela, "El enigma Haldane", que espero se publique en próximas fechas (aún por concretar). El tema de la clonación humana está muy presente en mi primera novela y, por consiguiente, en el guión que tiene ciertas diferencias. Pero por lo que respecta a los cambios de identidad hay varias películas interesantes, como "Plan diabólico" (1966) de John Frankenheimer, "Tanin no kao / The Face of Another" (1966) de Hiroshi Teshigahara y "Cara a cara" (1997) de John Woo, entre otras.
un saludo para ambos,
Christian
Creo que la cara que nos han mostrado últimamente en los medios de comunicación (la de un verdadero monstruo o muñeco de la serie Gomaespuma) no será la definitiva. Aún le quedan otras operaciones y según han mostrado en un avance, no le quedará mal.
Desde luego que adaptarse a una nueva cara tiene que ser duro, máxime cuando es la cara la que nos otorga el sentido de identidad. No creo que pueda reconocerse alguna vez en otra persona. Difícil.
Saludos
Hola Víctor:
En estos casos, nunca se sabe cuál va a ser la operación definitiva. Creo que la sra. Culp se va a convertir más un "campo abonado" para la investigación en materia de cirujía facial que otra cosa.
Veremos.
Pásate cuando quieras por el "mundo de Haldane".
un saludo,
Christian
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