Si hace unos pocos años saludábamos la aparición de un sello como Libros del Asteroide, podemos hacer lo propio con la aparición de otra editorial que parece seguir la estela de calidad que propone la nave que comanda Luis Solano. Se trata de Editorial Miscelánea, una empresa barcelonesa de nuevo cuño que, para abrir boca, tiene entre su catálogo dos obras de enjundia de Edgar Lawrence Doctorow (ver foto): El libro de Daniel (1971) y Ragtime (1975). De la primera la disfruté no hace demasiado y sigo pensando que estamos ante una de las piezas narrativas mejor escritas de la segunda mitad del siglo XX, de la que Milos Forman extrajo una buena película pero en ninguna caso la producción magistral que algunos apuntan (al menos, en mi opinión). Sidney Lumet —uno de los directores que apoyaron a Forman cuando éste poco menos que había decidido tomar las de Villadiego cuando los tanques asomaron por las calles de Praga en una primavera que poco tuvo de «juegos florales»— pudo, después de varios aplazamientos en el tiempo, dar forma a un gran trabajo a partir del material literario de El libro de Daniel. Tras haber perdido el rastro de una edición del mismo a cargo de El Aleph (1997), la buena nueva llega en forma de nueva edición de El libro de Daniel con la intención de disfrutar en breve de cada una de sus más de trescientas páginas. Parcialmente inspirado en la historia de la condena a la pena capital (a la silla eléctrica) del matrimonio integrado por Ethel y Julius Rosenberg—acusados de pasar información sobre armas nucleares a los soviéticos en plena Guerra Fría—, este título esencial de la corta pero suculenta bibliografía de Doctorow hace un barrido por las décadas inmediatamente posteriores a la finalización de la Segunda Guerra Mundial. Igualmente, en el arranque de la historia de El libro de Daniel —al inicio de los años cincuenta— se sitúa el relato Mister Sebastian y el Mago negro de Daniel Wallace, al que por estos pagos se le asocia con ser el escritor de Big Fish, cuya traslación a la gran pantalla cabría imputar en el debe de Tim Burton con el inestimable auxilio de su guionista John August. La premisa argumental de Mister Sebastian y el Mago negro tiene todos los precicamentos para haberla suscrito Kurt Vonnegut. Pero, leído Big Fish —August debió aplicar el bisturí a fondo para repercutir una narración bien equilibrada entre lo alegórico, lo fantástico y lo real—, el estilo de uno y otro difieren notablemente. Iniciamos nuestro descenso de James Meek, La hija del corregidor de Andrea Vitali y Tigre blanco de Aravind Adica (con el Premio Man Booker a cuestas) completan la oferta editorial, a fecha de hoy, de Miscelánea. Para los amantes de la literatura con letras doradas o plateadas, la mejor de las suertes para la andadura editorial de Miscelánea. Hacerse con un par de títulos del maestro Doctorow —es una burla que el Príncipe de Asturias de Las Letras ni tan siquiera lo tenga entre una lista de posibles; eso sí, cuando esté a punto de ingresar en la sección de obituarios (esperemos que sea dentro de mucho tiempo), algún despabilado del jurado se acordará de incluirlo— es toda una declaración de principios de que la cosa va en serio. Contraviniendo al título de Meek, esperemos que inicien el ascenso... editorial con tres puntos suspensivos, la marca corporativa que servirá al lector para identificar este nuevo sello de calidad.
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