miércoles, 13 de mayo de 2009

DEPORTISTAS ILUSTRADOS

Fuera de su labor profesional el colectivo de deportistas no suele despertar la atención en aquellos que hacen del ejercicio intelectual su práctica habitual; más bien, provocan el bostezo al son de unas declaraciones antes las cámaras y/o el micrófono en las que vacían el cargador de los tópicos. Frases manidas que parecen ser reproducidas de boca en boca, apelando a una gesta deportiva, al infortunio de un resultado que se sustanció en los últimos minutos del match o de la incapacidad del árbitro de turno por no señalar determinado penalti. Y así hasta abrazar infinidad de lugares comunes. Pero entre ese colectivo que ha acabado convirtiéndose en figuras casi «mesiánicas» a los ojos de unos aficionados que prefieren invocar antes a San Andrés (no el del Palomar si no el de Fuentealbilla) y San Iker que a la virgen o al santo más próximo al de la parroquia de su barrio, existen un «club de escogidos» en materia... gris. Cabe remontarnos a la segunda década del siglo XX para encontrar «ejemplares» de esta rara avis, en concreto, en el por aquel entonces denominado balompié. Por obra y gracia de su diestra, Albert Camus jugó de ariete en el Montpensier para posteriormente pasar a las categorías juveniles del RUA, el equipo de la Universidad de Argel. Su deseo hubiera sido formar parte del Racing Club de París, el club de sus amores, pero decidió que su cita no debía ser conlos utilleros sino con los editores que aguardarían sus escritos como agua de mayo tras haberse hecho un nombre en el mundo de las letras. El mejor de los mundos hubiera sido para Camus rubricar un contrato millonario y, pasar, a los treinta y tantos años a la retaguardia literaria. Pero deberían haber transcurrido décadas para que se produjera este fenómeno que provoca tantos desagravios comparativos, en materia monetaria, en nuestras mentes. A unos centenares de kilómetros de la residencia habitual de Camus en suelo francés, al otro lado de la frontera en los años de apogeo literario del autor de El extranjero Elías Querejeta luciría la zamarra de la Real Sociedad en sus divisiones inferiores, llegando incluso a jugar en el primer equipo durante seis temporadas. Después de colgar las botas, al menudo Querejeta su ordenada cabeza le habilitó para reservarse un lugar de honor entre los productores más inteligentes que ha parido este país. Ya entrada en la década de los años ochenta y hasta la fecha, el fútbol ha seguido ofreciendo perfiles altos —a cuentagotas, eso sí— como el ex valencianista y barcelonista Gaizka Mendieta (ver foto) –desconcertante su cultura musical y cinematográfica (donde debía decir los Stones se leía The Pixies, y en el casillero de película que más le había gustado últimamente citaba a Jim Jarmusch en lugar de «la de Bruce Willis»), el sportinguista José Cela (un fino delantero que pisaba los Casablanca, camposanto de la VOSE, durante su corta estancia disputando encuentros en el Barça B) o el propio Pep Guardiola (Martí i Pol dejaba en mal lugar a los que siempre han considerado que los peloteros aparcan en la mesilla de noche el As o el Mundo deportivo). Fuera del deporte «Rey» en territorio hispano, el ciclismo, por ejemplo, ha aportado deportistas ilustrados, desde aquellos que pujaban por hacerse un hueco entre los jornaleros más destacados —El «petete» Correa, en honor a su afición por la lectura— hasta los que pugnaban por el top ten de las carreras de tres semanas —el colombiano Santiago Botero—. Pero, parafraseando a Gabriel García Márquez, a los deportistas ilustrados no tienen quien les escriba... sobre sus actividades extraprofesionales ligadas al intelecto. Algunos creerán que la tentativa quedaría en un opúsculo, pero si, por ejemplo, los ex jugadores de básket Juan Antonio Corbalán y Alfonso del Corral se soltaran y repasaran anécdotas sobre la época en la que empezaban a tener la frente despejada merced a sus maratonianas jornadas dedicadas al estudio de la medicina, previo a la disputa de un partido, la cosa podría tomar proporciones enciclopédicas. Todo es ponerse. Luego, una vez publicado, las dudas se generarían si ese volumen debería ir a la sección de deportes, de ensayo o de esoterismo...

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