A las puertas de dilucidarse quién será el campeón de liga en el presente campeonato español, unas imágenes han captado la atención incluso de aquellos que no sienten estima alguna por el «circo del balón redondo», como diría el locutor asturiano Pedro Pablo Parrado. En el requiebro en el área del Real Madrid del jugador del Getafe Casquero parecía gestarse el fin de un sueño para el equipo blanco en su aspiración por desbancar a su eterno rival, el FC Barcelona y, de esta manera, salvar una temporada tumultuosa en lo deportivo y en los despachos. Para solaz desesperación de los aficionados y de los jugadores del Real Madrid, el derribo de Pepe —en arte, Képler Laveran Lima Ferreira— a Casquero preludiaba que el Barça se haría definitivamente con las riendas del campeonato hasta su desenlace final. Pero la épica no está reñida con el balompié y, hete aquí que en unos minutos el Real Madrid se sobrepuso a la adversidad hasta ganar por un 3-2. Sin embargo, el coste de esta victoria ha dejado imágenes difíciles de olvidar hasta el punto de creer que el otrora señorío del Real Madrid ha quedado en entredicho. Evidentemente, el comportamiento de un solo jugador Pepe no puede llevarnos a conclusiones erróneas pero el proteccionismo ejercido por Juande Ramos para con su zaguero, además de la actitud de mofa mostrada por Marcello en relación a sus colegas de profesión del Getafe, restan peso a los argumentos que quieren hacernos creer que se trata de un mero hecho aislado, consecuencia que en esa jugada les iba la vida.
Para un servidor, ese instante de alienación mental sufrida por Pepe —de otra forma no se explica— en las postrimerías del partido celebrado en el coliseo madrileño ha marcado un antes y un después en el ánimo de los aficionados al fútbol. Pocos, muy pocos podrían entender que el FC Barcelona no sea el indiscutible vencedor de un campeonato que también lo ha sabido ser en el plano moral y ético. La ética de un deporte que Pep Guardiola ha sabido transmitir al colectivo de jugadores que se encuentran bajo su mando. Si Pepe hubiera vestido la camiseta blaugrana y hubiera cometido semejante acto de ensañamiento con el rival, sin duda, el entrenador catalán hubiera salido a la palestra recriminando a su jugador. Quizás no tanto a través de sus palabras como de sus gestos y sus miradas que muchas veces hablan por sí solas. Por el contrario, Juan De Ramos resistía en sala de prensa al tirón de los periodistas, ávidos de un titular que alimentara la defenestración profesional de Pepe. Sus palabras sonaban a vacua disculpa, dando a entender que si, de verdad Pepe quería reventar a patadas a Casquero, lo hubiera hecho. Como consuelo de los seres queridos de Casquero y de los aficionados del Geta en general, Juan De Dios Ramos alertó a los periodistas que Pepe sabe distinguir entre un balón y el cuerpo de una persona. De otra forma, no podría entenderse que el delantero del Getafe no hubiera salido del campo como un balón deshinchado. Tras su triste paso por el Tottenham —eso sí, con los bolsillos bien llenos: allí, en las Islas Británicas, el petrodólar es la moneda de cambio—, Ramos ha encontrado acomodo en el Real Madrid. Los árboles (la racha de resultados positivos), una vez más, no dejan ver el bosque (el comportamiento vergonzoso de entrenador y algunos jugadores que visten la elástica blanca). Johann Cruyff suele decir que «el camino más fácil para ganar es jugando bien». El Barça lo demuestra jornada tras jornada y con ello se gana el aprecio de muchos aficionados que disfrutan de este centenario deporte. Y cabría añadir que el camino más fácil para la honestidad y la credibilidad personal es ser consecuente con los valores que uno defiende. Juande Ramos, con sus omisiones y sus razonamientos exculpatorios, no hace más que refrendar una realidad que habla de un club, el Real Madrid, que ha perdido la vitola del señorío desde hace tiempo. Episodios aislados de agresiones —el del pivot Felipe Reyes en un partido que le enfrentaba a su ex equipo Estudiantes; este último de Pepe, pero no los únicos— desdibujan el eslogan de un club que se ganó el aprecio de muchos aficionados alejados del área de influencia de la capital hispana. Tras cumplir los diez partidos de suspensión impuestos por el Comité de Disciplina Deportiva —a expensas de recursos presentados por el club que le paga— la vuelta a los terrenos de juego de Pepe vistiendo la camiseta blanca sería un signo inequívoco que el cántico más coreado por directivos y técnicos es aquel que señala que todo vale para ganar... en la gloria deportiva. Gracias a Jan Laporta por haber confiado en auténticos gentlemen como Frank Rijkaard o Pep Guardiola para regir los destinos en lo deportivo mientras el sempiterno rival se aviene a contratar a mercenarios con o sin gloria, poco duchos a la hora de manejarse en el terreno de la ética deportiva. Con la épica deportiva parece bastarles.
Para un servidor, ese instante de alienación mental sufrida por Pepe —de otra forma no se explica— en las postrimerías del partido celebrado en el coliseo madrileño ha marcado un antes y un después en el ánimo de los aficionados al fútbol. Pocos, muy pocos podrían entender que el FC Barcelona no sea el indiscutible vencedor de un campeonato que también lo ha sabido ser en el plano moral y ético. La ética de un deporte que Pep Guardiola ha sabido transmitir al colectivo de jugadores que se encuentran bajo su mando. Si Pepe hubiera vestido la camiseta blaugrana y hubiera cometido semejante acto de ensañamiento con el rival, sin duda, el entrenador catalán hubiera salido a la palestra recriminando a su jugador. Quizás no tanto a través de sus palabras como de sus gestos y sus miradas que muchas veces hablan por sí solas. Por el contrario, Juan De Ramos resistía en sala de prensa al tirón de los periodistas, ávidos de un titular que alimentara la defenestración profesional de Pepe. Sus palabras sonaban a vacua disculpa, dando a entender que si, de verdad Pepe quería reventar a patadas a Casquero, lo hubiera hecho. Como consuelo de los seres queridos de Casquero y de los aficionados del Geta en general, Juan De Dios Ramos alertó a los periodistas que Pepe sabe distinguir entre un balón y el cuerpo de una persona. De otra forma, no podría entenderse que el delantero del Getafe no hubiera salido del campo como un balón deshinchado. Tras su triste paso por el Tottenham —eso sí, con los bolsillos bien llenos: allí, en las Islas Británicas, el petrodólar es la moneda de cambio—, Ramos ha encontrado acomodo en el Real Madrid. Los árboles (la racha de resultados positivos), una vez más, no dejan ver el bosque (el comportamiento vergonzoso de entrenador y algunos jugadores que visten la elástica blanca). Johann Cruyff suele decir que «el camino más fácil para ganar es jugando bien». El Barça lo demuestra jornada tras jornada y con ello se gana el aprecio de muchos aficionados que disfrutan de este centenario deporte. Y cabría añadir que el camino más fácil para la honestidad y la credibilidad personal es ser consecuente con los valores que uno defiende. Juande Ramos, con sus omisiones y sus razonamientos exculpatorios, no hace más que refrendar una realidad que habla de un club, el Real Madrid, que ha perdido la vitola del señorío desde hace tiempo. Episodios aislados de agresiones —el del pivot Felipe Reyes en un partido que le enfrentaba a su ex equipo Estudiantes; este último de Pepe, pero no los únicos— desdibujan el eslogan de un club que se ganó el aprecio de muchos aficionados alejados del área de influencia de la capital hispana. Tras cumplir los diez partidos de suspensión impuestos por el Comité de Disciplina Deportiva —a expensas de recursos presentados por el club que le paga— la vuelta a los terrenos de juego de Pepe vistiendo la camiseta blanca sería un signo inequívoco que el cántico más coreado por directivos y técnicos es aquel que señala que todo vale para ganar... en la gloria deportiva. Gracias a Jan Laporta por haber confiado en auténticos gentlemen como Frank Rijkaard o Pep Guardiola para regir los destinos en lo deportivo mientras el sempiterno rival se aviene a contratar a mercenarios con o sin gloria, poco duchos a la hora de manejarse en el terreno de la ética deportiva. Con la épica deportiva parece bastarles.
4 comentarios:
Yo no soy ni de uno ni de otro, eso lo primero. Pero el juego del Barcelona es apabullantemente mejor. Ahora, en cuanto a éticas y cosas de esas... Pero, ¿qué es la mayoría de esta gente? Si hasta Casillas finge en el campo que le han dado un puñetazo o Valdés pega a un espectador en un cine (según la prensa, claro). El señorío de unos como el de los otros...
Por cierto, excelente tu comentario en el blog de TFV sobre Almodóvar.
Hola Tomás:
Celebro compartir criterios en torno a la figura de Pedro Almodóvar. Espero dedicarle un post que suene algo así como "desmontando a Pedro".
saludos,
Christian Aguilera
pepe estaba "FUMADO"
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