En función del cargo de Ministra de Cultura que debe asumir desde ahora y hasta, en el peor de los escenarios, se supone que dentro de tres años, muchos pueden pensar que Ángeles González Sinde puede dar por enterrada su faceta de guionista sine die. Creo, a mi modesto entender, que se equivocan. La política hispana es un constante hervidero de historias que llaman a ser llevadas a la gran pantalla. Tomemos, por ejemplo, dos sucesos recientes y veamos sus posibilidades para su hipotética filmación. En primer lugar, se me antoja que González Sinde podría ir sacando punta al siguiente plot: unos desconocidos entran en la lujosa residencia de un ex ventrílocuo que se dedica a la producción de programas de formato ligero para el ente público. Después de oponer una leve resistencia, el millonario sexagenario sufre una brutal paliza y ve esquilmado parte de su espectacular patrimonio. Transcurridos unos meses, José Luis Moreno –ese es su nombre y apellido en cuestión— sale del hospital con el rostro y el cuerpo entumecido pero fuera de peligro. Al cabo, Moreno acepta participar en un acto público con el Ministro del Interior para agradecer a la Benemérita que los asaltantes estén a buen recaudo. Casi un año más tarde, por un error judicial el Albano-Kosovar, cabecilla del grupo que asaltó la mansión de Moreno y estuvo a punto de matarlo, sale a la calle por su propio pie. Al conocerse esta noticia, el Ministro del Interior trata de excepcional este hecho mientras que Moreno vive con el temor de toparse nuevamente con los que hubieran podido ser sus «verdugos». Pero para sentirse más protegido en la soledad de su hogar, Moreno desempolva los muñecos a los que él puso voz. Una visita inesperada hará que los muñecos cobren de nuevo vida siguiendo las instrucciones que les dicta un Moreno que clama venganza desde lo más profundo de su ser... La historia se cierra con José Luis Moreno anunciando su regreso a la televisión con un programa de vídeos domésticos grabados por particulares. Entre este popurri de imágenes amateurs se cuela (¿por error?) las de unas extrañas criaturas de pequeñas dimensiones arremolinados en torno a un corpulento hombre que parece haber perdido la cadencia de su ritmo cardíaco... Algunos dirán, un remake made in Spain de un capítulo de Al caer la noche / Night Must Fall, aquel film de sketches del cine británico de los cuarenta, que Richard Attenborough retomó a finales de los setenta para llevar a cabo la realización de Magic con un comedido Anthony Hopkins desenvolviéndose como ventrílocuo. La originalidad tampoco es la materia de la que se forja la siguiente historia. Ésta tiene un tratamiento menos elaborado si cabe por cuanto, en realidad, se trata de una revisitación, de una puesta al día de La escopeta nacional (1977), en torno a una cacería que convoca a ministros, jueces, fiscales y políticos de distinto pelaje. Cuando Pedro Solbes mostraba su envidia por la condición de ex Ministro de Mariano Fernández Bermejo lo hacía para poder integrarse en esas cacerías de fin de semana y reencontrarse con esa España profunda, de caverna que tan sabiamente retrató el vallisoletano Miguel Delibes en Los santos inocentes, transcrita de forma soberbia en imágenes por Mario Camus. La trama de intriga se revela en este contexto rural, el de la España del deep-south, cuando el ojo gandul de Solbes —aquel que le daba un plus de credibilidad en su debate cara a cara con Manuel Pizarro— le juega una mala pasada y en lugar de dar caza a un ejemplar de la fauna autóctona se ceba en las posaderas de un tránsfuga que participaba en ese espectáculo coral al aire libre, escopetas en ristre.
Lejos de lo que se pueda presuponer, pues, González Sinde puede salir reforzada como guionista porque una cosa es lo que se cuenta desde fuera y otra vivirlo desde dentro. Claro que lo trascendente desde fuera es que será la Ministra del cánon digital, aquel impuesto que debe curar los males de una cultura audiovisual fusilada por los internautas a expuertas. Puertas adentro, González Sinde, a cada ministerio, convención de partido o reunión de Barones que acuda verá las infinitas posibilidades de historias para ser transcritas al papel en formato final draft. A eso se llama tener «buena estrella» aunque algunos de sus amigos y familares le habrán advertido aquello de la «vida que te espera».
Lejos de lo que se pueda presuponer, pues, González Sinde puede salir reforzada como guionista porque una cosa es lo que se cuenta desde fuera y otra vivirlo desde dentro. Claro que lo trascendente desde fuera es que será la Ministra del cánon digital, aquel impuesto que debe curar los males de una cultura audiovisual fusilada por los internautas a expuertas. Puertas adentro, González Sinde, a cada ministerio, convención de partido o reunión de Barones que acuda verá las infinitas posibilidades de historias para ser transcritas al papel en formato final draft. A eso se llama tener «buena estrella» aunque algunos de sus amigos y familares le habrán advertido aquello de la «vida que te espera».
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