Quizás olvidamos con demasiada facilidad que hace tan sólo un cuarto de siglo la Inquisición campaba a sus anchas por territorio hispano o que en la época victoriana la opción de que la mujer pudiera votar era motivo de mofa por parte de la clase alta, aquella que regía los destinos del Imperio Británico. Es decir, cuestiones que ahora nos parecen propias de la ciencia-ficción no hace más de doscientos cincuenta años o tan sólo un centenar largo eran moneda común en el seno de las sociedades europeas. Y todo ello viene a colación porque esos métodos inquisitoriales se revisten de sofisticación, de sutileza y se acomodan a un (meta)lenguaje en nuestros días con la intención de pasar inadvertidos para la mayoría de gente al presentarse frente a los medios de comunicación habiendo seguido un protocolo de actuación impecable, sin mácula alguna. Ejercicio de cinismo, como bien apuntaba Xavier Vidal-Folch en Els matins de TV3, a propósito de las declaraciones del socialista Josep Maria Carbonell (el de la izquierda de la foto), máximo responsable del Consell d’Audiovisual Català (CAC), en una entrevista mantenida con el conductor y director del programa del ente autonómico, Josep Cuní. Vida-Folch, subdirector de El País, con la calma propia de quien se conoce palmo a palmo los bastidores de una clase política en permanente connivencia con la periodística y la empresarial, señalaba el ejercicio de cinismo galopante de Carbonell, quien a lo largo de la entrevista excusó decir que pertenecía a la Fundación Católica que auspicia Ràdio Estel, una emisora cuyos oyentes se cuentan por centenares... y oh milagro, obtuvo la concesión de varias licencias de frecuencias de las ochenta y tres que estaban en juego. Para que esa toma de decisión avivara aún más el fuego de la polémica, toda una red de intereses de grupos asociados a Esquerra Republicana de Catalunya participaron del reparto de un pastel que descuidaba el factor empresarial como principal argumento, en favor de un rendimiento comercial, para crear puestos de trabajo en un país, no hace falta decirlo, necesitado de ello. En este culto al despropósito, la convocatoria de una junta extraordinaria a cargo del Sr. Carbonell serviría para esconder las irregularidades de un proceso ya que no hay mortal que se lea 14.000 folios en 24 horas. Ni Gary Kasparov que se ventilaba Guerra y Paz en un par de horas. Ante semejante volumen de hojas, los «diez hombres sin piedad» del CAC, algunos simples albaceas al dictado del Sr. Carbonell, claudicaron y firmaron la muerte de Manolete en forma de concesiones de licencias radiofónicas. Al menos para un servidor, el tema que la COPE se quede sin emisoras en Lleida y Girona —dos plazas, no olvidemos, del independentismo catalán— es tan sólo ruido de fondo, carnaza para aquellos que desean inculpar de todos los males de España al nacionalismo. Lo que me parece aterrador es la pervivencia en el siglo XXI de organismos capaces de tomar unas decisiones que competen a la libertad de expresión de la sociedad civil empleando métodos y estrategias viciadas de partida. Claro está que ese catolicismo que lleva a gala el Sr. Carbonell esconde la verdadera razón de existencia de estos organismos censores, dispuestos a regular nuestras vidas y pensamientos. Salvadores de las conciencias «débiles», pensarán para sí mismos. La moral catolicista vuelve, de esta forma, a ganar protagonismo una vez finiquitada su influencia en tiempos de la Inquisición y del franquismo. Que el Sr. Carbonell y su séquito nos pille confesados. Amén.
3 comentarios:
christian escucha otras emisoras que no sean la cope la ser
qu seguiran emitiendo con toda libertad
somos uno de los paises con mas libertad de exprsion sino mira en que tv se criticava al cac
no creo que en otros tiempos no muy lejanos hibiese visto la critica a un estamento oficial
todo esto sin quitarte la razon en muchas de tus opinines
pero se mas ecuanime y no tan tremendista
Hola Pep:
Casi nunca escucha la Cope (esta por prescripción médica) o la Ser, pero lo que critico es el proceso que ha llevado a asignar emisoras de radio en Catalunya. Para que exista una verdadera libertad de expresión y de transparencia deben haber mecanismos que garanticen esta libertad de expresión dentro de los propios miembros del CAC. Ya me dirás qué sentido tiene votar a favor de una u otra concesión de emisora a partir de una documentación que no hay Cristo (valga la ironía) que se lea en 48 horas. Decir el máximo mandatario del CAC que es un proceso "transparente" es de vergüenza ajena cuando él tiene intereses, como miembro de una fundación católica, en una emisora en concreto, Ràdio Estel.
Pero eso sí, Pep, el debate es bueno, cosa que dudo que hubiera pasado en el CAC donde todo estaba más que decidido. Hay una expresión en catalán muy apropiada al respecto: "totes les mises estaven dites" (todas las misas estaban dichas").
saludos
De ser cierto lo que comentas, Christian, lo que han hecho con la COPE (emisora cuyo ideario quedo lejos de suscribir) es digno de la censura franquista. Un atentado contra la libertad de expresión. Una humillación a los numerosos oyentes que atesora dicha estación radiofónica. Estos "pijiprogres" han demostrado ser tan poco tolerantes como algunos de los locutores de la citada emisora. Enemigos de la sana discrepancia y la pluralidad. Recalcitrantes uniformistas. Forofos del pensamiento único. Fascistas. Apañados vamos entre unos y otros.
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