domingo, 18 de mayo de 2008

«LOS VIAJES DE GULLIVER: V PARTE: VIAJE AL PAÍS DE LAS ESPAÑAS» (I)


Releyendo una de esas obras que me cautivaron de pequeño, Los viajes de Gulliver (en una edición impecable a cargo de Mondadori dentro de su colección destinada a los «Grandes Clásicos»), me he imaginado qué sería del aventurero doctor Lemuel Gulliver de haber llegado al «país de las Españas» en 2008, con un decalaje de unos trescientos años en relación a la sucesión de viajes descritos al detalle por Jonathan Swift. Como en los cuatro destinos que conforman, a grosso modo, el célebre libro del escritor irlandés, España está sometido a un reinado, el de los Borbones, desde tiempo inmemorial. Pero se trata de un reinado sin reino, en el que Don Juan Carlos I y su cohorte representan un papel meramente decorativo. Bueno, descontando el annus horribilis en el que el borbón Juan Carlos I perdió su habitual compostura y arremetió contra Hugo Chávez en una cumbre iberoamericana, copando a continuación el triste honor de figurar en el top ten de los politonos más solicitados para satisfacción de las empresas de telefonía móvil. Me imagino el disgusto que se llevaría el bueno de Gulliver al asistir a una recepción en el Palacio de la Zarzuela y ver el rostro compungido de Su Majestad, todo un dechado de afabilidad y simpatía, al leer semana tras semana como del respeto reverencial que se le había tenido en tiempos de la Transición se pasa a la burla de imitadores de tres al cuarto, a la quema pública de su retrato y a ataques incendiarios por parte de la emisora de la Conferencia Episcopal, en «arte», la COPE. Pero el detalle del estado anímico de Juan Carlos I sería tan sólo una anécdota en comparación con lo ininteligible que resultaría para Lemuel Gulliver lo que ocurre en la geografía española. A bote pronto, el monarca se afanaría en explicar que España consta de diferentes comunidades con un carácter identitario muy marcado en tres de ellas, a saber, Cataluña/nya, Euskadi/País Vasco y Galicia, fundamentalmente a causa de sus respectivas lenguas que intentan crear su propio espacio frente a una de las lenguas más habladas del mundo. Sin embargo, una estancia de un mes de Gulliver en nuestro territorio (un suspiro en comparación con los más de treinta años que estuvo transitando de punta a punta del planeta, por lugares tan recónditos como Laputa, Lilliput o Brobdingnag) sería suficiente para comprobar la idiosincrasia de unos pueblos que conviven tirándose los tratos (dialécticos) a diario y hacen un continuo ejercicio de reducción al absurdo, siguiendo un principio matemático. Al interesarse por el sistema de defensa del Estado y quién lo dirige, Lemuel recibiría como respuesta por parte de un cabizbajo Juan Carlos I —a la sazón, jefe de las Fuerzas Armadas, otro título decorativo pero que a veces le permite jugar a ser piloto por unas horas— una señora que se presentó a su investidura de Ministra embarazada de siete meses y que, en su primer cometido en el cargo se planta en Afganistán (no precisamente un paraíso turístico) con el proyecto de bebé más viajado de la historia reciente. Pecata minuta para alguien que se ha sentido un gigante y, al cabo, una hormiga, pero Gulliver ya empezaría a sospechar que España sería un país diferente, nada comparable con otra nación o crisol de naciones, al reseguir la actualidad por distintos flancos informativos: en un mes de lluvias (las más copiosas de los últimos tiempos) a los dirigentes de una comunidad, la catalana, se les ocurre hacer un tubo de sesenta kilómetros para abastecer de agua el área metropolitana de Barcelona; el presidente de otra comunidad, la cántabra, se dedica a llamar a programas televisivos para promocionar productos alimenticios de su tierra y, de paso, ganarse el corazón de una asiática que ejerce (sic) de presentadora, entre otras lindezas. Seguiremos con las aventuras de nuestro Gulliver. Ya lo decía Forges; país, país...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

si bien es verdad lo que dices
¿que pensaria guilliver si aterrizara en la FRANCIA de CARLA BRUNI o en la ITALIA DE BERLUSCONI o la RUSIA DE PUTIN y no digamos de los EEUU DE BUSH?

Anónimo dijo...

...Las Españas tan sólo en uno de los viajes que aguardan al bueno de Gulliver. Seguid atentos a las entregas de los viajes de Gulliver...

Anónimo dijo...

El toma y daca entre España y las españas autonómicas termina donde empieza el ombliguismo que revelan los nacionalistas vascos, gallegos, catalanes, andaluces, asturianos, aragoneses, valencianos, mallorquines al tratar de silenciar en sus respectivas comunidades las voces alternativas. Los nacionalismos por antonomasia son excluyentes todos. Nadie se libra de su zarpazo. Sin ir más lejos, tú recuerdas a Galicia, Cataluña y País Vasco, pero olvidas que se hablan en la Comunidad Valenciana, Baleares, Valle de Arán, Aragón y Asturias, catalán, occitano, aragonésx y asturiano. Las anteojeras nos impiden ver el bosque, Christian

Anónimo dijo...

No hay nacionalismo más exacerbado y excluyente que el centralismo uniformista que viene arrastrando este país desde hace varios siglos.

No nos llevemos a engaños: todos sabemos quien empezó sometiendo a quien...

The Fisher King.