domingo, 25 de mayo de 2008

ANTES QUE LOS «MODERNOS» SEPAN QUE HAS MUERTO

Como si se tratasen de compartimentos estancos se suele dividir, a efectos de extaer una valoración, a los asistentes a una sala de cine, una obra de teatro o un espectáculo musical, entre «crítica» y «espectador». «La crítica dice que», «los espectadores aplaudieron»... latiguillos que representan puros ejercicios de reduccionismo. El cine es un campo abonado para estas prácticas. Pero de ese 0,00000001% de la sociedad del Primer Mundo que se dedica a la crítica, a la valoración de piezas, a priori, con un contenido artístico, parece que se sitúan por encima del espectador raso, al que suelen mirar por encima del hombro como diciendo a la plebe: «pero si no tenéis ni idea, ahora me toca a mí deciros de qué va esto». Claro que la ignorancia, dicen, es una bendición. Y la ignorancia no tan sólo es patrimonio de la humanidad, si no que también aflora, y de qué forma, entre la crítica, más aun si cabe entre los (post)modernos, aquellos que esperan con deleite la última de Aditya Chopra o de Yang Hea-Hoon, por citar un par de ejemplos de una lista que, de escribirse de abajo arriba en un imaginario pergamino, alcanzaría la mesosfera. Tirando de press-books, de algún opúsculo editado por algún sucedáneo de Cahiers du cinéma (su revista de referencia, faltaría plus) o de un escrito de un colega del medio con acceso a distintos festivales nacionales o internacionales, estos (post)modernos sacan unas críticas que dan el pego: que si la Cuarta Generación de los Nihilistas, que si los herederos de John Cassavetes, el padre putativo de los indies... Pero, ay amigo, les pones en un brete al escribir sobre un tipo como Sidney Lumet, uno de los directores en activo con una filmografía más extensa (cerca de las cincuenta producciones) e interesante (a pesar de su socorrida irregularidad) y demuestran un desconocimiento supino. Baste leer la crítica de Israel Paredes en Miradas de cine (Ir a crítica), a propósito del estreno de Antes que el diablo sepa que has muerto para darse cuenta que no sabe qué decir, para al final rematar la faena con una reflexión filosófico-existencial. Claro, de tratarse de Quentin Tarantino y su Jackie Brown (1997), que también emplea distintos puntos de vista sobre una misma historia, detallaría hasta el número de serie de la pipa que lleva Robert De Niro. Pero como el propio Paredes decía al final de un comentario sobre El gatopardo (1963) –otro ejercicio que deja al descubierto que cuando se tiene poco o nada que decir uno se agarra a marear la perdiz con datos biográficos y reflexiones hondas, muy hondas–, «El gatopardo sea una película tan reconocida como obviada en general, porque se sabe de su grandeza, pero se olvida de lo que en realidad reside en su interior. Porque ya nadie quiere entender el pasado, quizá porque incluso el presente les importa bastante poco». Que fácil es arremeter contra el público cuando uno mismo, enfundado en los ropajes de crítico, es incapaz de saber qué argumentar ante uno de los films que, de la cosecha de esta temporada, tiene todos los pronunciamientos para convertirse en un clásico moderno. Pero no nos extrañe que algún día uno de estos críticos postmodernos escriba sobre Antes que el diablo sepa que has muerto «que se sabe de la grandeza, pero se olvida de lo que en realidad reside en su interior». Esperemos, al menos, que se escriba antes que los modernos sepan que ha muerto Sidney Lumet. Quizás entonces quieran entender el pasado del cine, al que ha contribuido con letras mayúsculas el Sr. Lumet, y el presente (el peaje de la modernidad) del denominado séptimo arte lo coloquen en su justa medida, sin la necesidad de querer descubrir un director asiático cada semana resiguiendo el calendario juliano o el chino.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tienes razón Christian. En el mundo del arte en gene abunda el papanatismo. La pretenciosidad de los críticos de cine, literarios o de pintura raya en el esperpento. No se tiene que consentir a listillos de tres al cuarto que nos digan qué hay que ver y qué no.

Anónimo dijo...

Ayer vi el filme de Lumet. Me pareció una película estupenda. Su estructura fragmentada (los saltos temporales) y multióptica (diversos puntos de vista sobre un mismo acontecimiento)no me parece, en absoluto, gratuita: al realizador estadounidense le interesan mucho más los personajes (su psicología, su emocionalidad, su manera de relacionarse y de afrontar las situaciones) que la peripecia contada. Un final amargo, amargo, amargo...

The Fisher King.