domingo, 3 de diciembre de 2017

«JIM Y ANDY: THE GREAT BEYOND» (2017): IMITACIÓN A LA VIDA

Amigo de los mensajes encriptados contenidos en las letras de sus canciones, Michael Stipe armó el tema Man on the Moon en los albores de la década de los noventa, convirtiéndose en el primer single escogido del álbum Automatic for the People (1992). Con ello R. E. M. daba carta de naturaleza a uno de sus grandes obras, siendo a partir de entonces Man on the Moon una canción imprescindible del set list de los conciertos celebrados por la banda de Athens a escala planetaria, al punto que era la que cerraba cada uno de los mismos. Su popularidad cruzó fronteras y, a la altura del final de esa década prodigiosa para R. E. M., una película llevaría el título del buque insignia de una obra pluscuamperfecta llamada Automatic for the People. La razón de todo ello: Andy Kaufman (1949-1984). En su adolescencia, Michael Stipe, siempre atento a dejarse seducir por la voz de los out-system, reparó en un cómico irreverente que hizo del non sense su tarjeta de visita en los platós televisivos y en los locales nocturnos donde actuaba. En algún rincón de su geografía mental quedaría sellada la imagen de Andy Kaufman enfundado en el traje de lucha libre enfrentándose a profesionales de este deporte y a féminas que aparecían en el cuadrilátero para defenderse de insultos de signo machista procurados por el “anti-cómico” de marras. Al poder de la misma no podía sustraerse la película finisecular formulada a modo de homenaje, a título póstumo de Andy Kaufman,   en que Milos Forman, acostumbrado a lidiar con actores de fuerte temperamento Jack Nicholson (Alguien voló sobre el nido del cuco), James Cagney (Ragtime), Woody Harrelson (El escándalo Larry Flynt), etc. debió bregar con el canadiense Jim Carrey hasta límites insospechados. Al calor del estreno de Man on the Moon (1999) las especulaciones en torno a la dificultad de dirigir a un actor desbocado encarnando a Andy Kaufman se irían sucediendo, sin que los desmentidos o las aprobaciones llegaran a aclarar determinados extremos. Custodiado bajo llave por el propio Jim Carrey durante veinte años, el actor canadiense decidió de motu proprio sacar a la luz imágenes relativas al rodaje de Man On the Moon, veladas hasta entonces al conocimiento del aficionado. A partir de ese diamante en bruto, Carrey confió a Chris Smith (artífice de Collapse, centrada en un oficial de policía reciclado a reportero que predijo la crisis financiera mundial) la dirección de Jim & Andy: The Great Beyond (2017), un documental que el paso del tiempo puede servir de salvoconducto para aproximarnos a una personalidad tan excepcional como controvertida, la de ese hombre en la luna oriundo de Newmarket, en el estado de Ontario. Jim & Andy: The Great Beyond razona hasta qué punto resulta imperceptible la línea que separa al intérprete del personaje y viceversa. Imágenes que, puestas en perspectiva, dibujan el grado de dificultad al que se enfrentó Milos Forman, cuyo carácter sosegado y  su alma de negociador hizo posible lo imposible: concluir el rodaje sin menoscabar su sique pero  con el juramento interior de no volver a contar con la participación de Carrey para otro film. Sin un metteur en scene con los atributos de Forman, el plató de Man  on the Moon se hubiera convertido en un barrizal, en que Carrey, “abducido” por la personalidad de Andy Kaufman desde ese great beyond (título de la fabulosa canción  creada ex profeso por R. E. M.) campaba a sus anchas. Una manera de acercar si cabe aún más al personaje sería la admisión de distintos miembros de la familia Kaufman en el plató su novia Lynne Margulies, sus progenitores Janice y Stanley, y su hermano Michael, además de aquellos que habían compartido espacio televisivo en la serie “Taxi” (1978-1983) —Judd Hirsch y Danny DeVito, entre otros, en que uno de los alter egos de Andy, Latka Gravas, provocó un auténtico cisma para solaz desesperación de los productores de la misma. No obstante, el alter ego de Andy Kaufman que tuvo más recorrido y daría mayor juego, Tony Clifton, protagoniza algunos de los momentos más hilarantes de este documental. Uno de ellos nos sitúa en la mansión de Hugh Hefner, el propietario de la franquicia Playboy, donde Clifton llega envuelto de su manto de provocador para acabar rodeado de bellas chicas. Algunos de los asistentes parecen dudar si en realidad no es Jim Carrey quien ha acudido a la residencia de lujo… algo que desmiente las posteriores imágenes cuando el canadiense aparece vestido de paisano sin máscara alguna. En contrapartida a este tipo de secuencias, las reflexiones a cámara de Carrey, envejecido verbigracia de una poblada barba cana y una mirada que ha perdido parte de su brillo, sirven para medir la temperatura del estado emocional de un actor cuya recreación de Andy Kaufman le cambió la vida o, cuando menos, su percepción de la misma. En su momento se especuló que Andy Kaufman no había muerto a mediados los años ochenta. Al tiempo que la kaufmanía iba creciendo, no hubo evidencias de su regreso al mundo de los mortales, aunque una vez visionado este espléndido documental podemos acertar a decir que se había “reencarnado” en Jim Carrey nacido en idéntico día del año, un 17 de enero. Por si acaso, el 16 de mayo fecha de defunción de Andy Kaufman debería ser arrancado del calendario personal de Carrey para evitar  tentaciones, máxime cuando de un tiempo a esta parte la depresión cabalga a lomos de este canadiense errante  que abrazó la gloria con sus intervenciones en Man on the Moon y El show de Truman (1998), otro de los títulos que merecen un espacio para la reflexión en Jim & Andy: The Great Beyond con un subtítulo, a modo de añadido –Featuring a Very Special, Contractually Obligated Mention of Tony Clifton-- que inflexiona sobre su vena más  irónica.             


No hay comentarios: