domingo, 8 de noviembre de 2009

«MIRADAS DE CINE» O EL «¡QUÉ ME DICES!» DE LA CRÍTICA DE CINE DIGITAL

A mediados los años noventa algunos listillos del negocio editorial con intereses en el mundo de la publicidad debieron llegar a la conclusión que el mercado de revistas de chismorreos aún no estaba del todo copada. Al calor de la irrupción de las televisiones privadas que siguen destinando buena parte de su programación a los espacios tipo «Salsa rosa», estas revistas editadas en papel couché podrían utilizar semejantes medios como plataforma de venta de las mismas. De los millones de asiduos a estos espacios generalmente emitidos en horario de sobremesa en días laborables o los sábados en prime time, coligieron los responsables de susodichas publicaciones, que al menos unas decenas de miles, sino centenares de miles picarían el anzuelo y visitarían los quioscos para hacerse con el último número de la revista de reciente aparición. ¡Qué me dices! surgió con el ánimo de hacerse un hueco en un mercado ya de por sí con una generosa oferta de productos impresos en cuatricomía y con el chismorreo por bandera. De la aparición de la misma tuve conocimiento cuando vi Torrente, el brazo tonto de la ley (1998) —las otras dos entregas sobre las andanzas del ragged glory del Atleti me abstuve por prescripción médica—; en una de las secuencias una joven afectada por la trisomía del 21 o síndrome de Down se encontraba en una charcutería hojeando la revista de marras... Ejercicio de mala milk a cargo de Santiago Segura que supongo maldita gracia les debió hacer a los responsables de la publicación de nuevo cuño, pero al final debieron interpretar que, como decía Salvador Dalí, que «lo importante es que hablen de uno aunque sea bien».
Semejante aforismo deben aplicarse los actuales responsables de llevar el timón de la revista digital Miradas de cine (http://www.miradas.net/) para la que, a mi juicio, ha dejado de ser aquella publicación que contenía verdaderos artículos o críticas de enjundia para situarse en el terreno más propio del ¡Qué me dices! en su derivación cinematográfica. De un tiempo a esta parte se constata que muchos de los que ejercen la crítica cinematográfica previamente o a la par, han tratado de vehicular un discurso más personalizado en el mundo de la blogosfera. Pero, a la postre, se ha producido un híbrido en los escritos al no saber compartimentar un ámbito de otro. Miradas de cine es la quintaesencia de esta nueva manera de entender la crítica que casi por una necesidad orgánica precisa de que el redactor de marras se refiera a sus propias circunstancias personales y/o familiares para ir marcando el desarrollo de su discurso. Veamos. Enrique Pérez Romero en su crítica sobre Ágora publicada en el nº 91 (octubre de 2009) (Ir a enlace) arranca con el siguiente comentario: «En una ocasión fui espectador de una mesa redonda en la que Alejandro Amenábar participaba como compositor (¡!), y en la que dijo algo parecido (no recuerdo las palabras exactas) a que una película como De entre los muertos (Vertigo, Alfred Hitchcock; EE.UU., 1958) se sostenía a duras penas sólo gracias a la partitura de Bernard Herrmann. Tal afirmación que, al mismo tiempo, resultaba despreciativa hacia uno de los grandes cineastas de la Historia y se permitía enjuiciar a uno de los más grandes compositores del cine, provenía de alguien cuya experiencia en el medio era todavía más que discutible». En primer lugar, hay que tener bemoles para hacer referencia a una declaración de un ponente en una mesa redonda que se remonta más de una docena de años atrás para extraer una idea vaga («no recuerdo las palabras exactas», se justifica el redactor por si acaso) que allí se dijo en un ejercicio típico de esa prensa rosa que le importa bien poco los matices, con el fin de cazar un titular impactante. En modo alguno interpreto que, de ser así, se trate de una desconsideración de Amenábar para con el cine de Hitchcock y mucho menos en relación a Bernard Herrmann, a quien precisamente el director de Ágora concede una importancia mayúscula por cuanto su música contribuye a contrarrestar las carencias —siempre bajo el prisma del primero— relativas a la historia que plantea Vertigo. Todo este ejercicio de prospección en el terreno de la anécdota para llegar a la conclusión que Amenábar arrastra consigo un exceso de ambición y que lo del sentido de la mesura le debe sonar a cirílico. De ahí, según el parecer de Pérez Romero, arrancan gran parte de los males de Ágora... No será, empero, ese exceso de ambición el que llevaría a Amenábar a ceder el testigo musical a Dario Marianelli en una muestra que el cineasta de origen chileno conoce sus limitaciones, signo inequívoco —al menos para un servidor— de una virtud que Pérez Romero orilla con ciertas dosis de mezquindad. Las mismas que le han debido hacer mutis por el forro al leer —si es que se ha dignado— el comentario (sic) de su colega Raúl Álvarez en el siguiente número de la revista digital (nº 92, noviembre de 2009), a propósito de la edición de la banda sonora de Ágora (Ir a enlace). Sin abandonar la línea ¡Qué me dices!, en su ridículo escrito Álvarez expresa que «Marianelli tiene cierta fama de copiota. Hay pasajes que me recuerdan sospechosamente a la inmensa Pasión de Cristo, de John Debney, pero puede que esto no sean más que imaginaciones mías». Lo que alguna vez debió imaginarse Álvarez es que sabía de lo que hablaba cuando le adjudicaron la sección de bandas sonoras de Miradas de cine porque sus escritos son un auténtico despropósito. Para muestra, otra perla en el mismo número que, si bien no lo parece, se refiere a la crítica de la banda sonora de La huérfana (2009): «Recuerdan a Mike Powell? Fue el tipo que batió el record del mundo de longitud en los Campeonatos del Mundo de Atletismo de Tokio, en 1991, estableciendo una marca de 8,95 cms., cinco más que el mítico registro de Bob Beamon en las Olimpiadas de México 68. Pues bien, Powell jamás volvió a dar un salto parecido; ni se acercó. ¿Casualidad, alineamiento singular e irrepetible de los planetas, una sustancia dopante de procedencia extraterrestre? Quién sabe. El caso es que recuerdo su figura cada vez que escucho una nueva composición de John Ottman». No me resisto a reproducir la introducción de otro comentario (sic) que firma Raúl Álvarez, que no tiene desperdicio: «Se le ve feliz a Danny Elfman musicando al buenrrollismo sesentero del eslogan “paz y amor” del festival de Woodstock; vamos, el sexo, drogas y rock’n'roll de toda la vida pero pasado por el barniz estomagante de aquellos universitarios acomodados tan falsamente rebeldes como puestos hasta las cejas de LSD...» Muchas veces nos preguntamos a santo de qué el prestigio del que gozan ciertos directores, intérpretes o determinadas películas en nuestro país; pues lo mismo vale para publicaciones como la de Miradas de cine desde hace tiempo. Más que un consejo de redacción podríamos interpretar que el consejo de la redacción de Miradas es que se publique cualquier cosa mientras se pueda leer en castellano. Solo de esta forma se entiende que varios se sientan con el suficiente arrojo cómo para situar a la revista digital a un nivel similar a los escritos que se encuentran en publicaciones del calado de ¡Qué me dices!. «¿Sabías que Dario Marianelli es un copiota?» o «¿Sabías que la Esteban se ha operado los pechos?» La verdad, no noto la diferencia. Eso sí, los tropecientos redactores de Miradas de cine, adelante con los faroles y a seguir practicando la omertá... pero de puertas para adentro. Un silencio que contribuirá, me temo, a que, por ejemplo, la música de cine siga siendo considerada la «cenicienta» entre las secciones contenidas en las publicaciones de ámbito cinematográfico, y por consiguiente, cualquier cosa vale para habilitar una sección. Hay que tener vergüenza torera para seguir dando cancha a personajes como Raúl Álvarez con escritos que harían sonrojar incluso al redactor jefe de ¡Qué me dices!. Aunque, en estos casos, para algunos resulte más fácil mirar para otro lado y lanzar los dardos a alguien que se atreve simplemente a mencionar el nombre de Herrmann (al que considero uno de los grandes compositores del siglo XX, vaya por delante) como si hubiera profanado una tumba.

4 comentarios:

Tomás Serrano dijo...

... Y encima escribe "buenRRollismo". Cine y cultura deberían ir siempre juntos, pero, por lo visto, ni hablan de cine ni lo hacen con cultura...
De todas formas, a veces es muy dificil separar la vivencia de una película de la propia fuera de la sala, ¿no crees?

Christian Aguilera dijo...

Hola Tomás:

Es cierto, pero hay que saber en qué medio te expresas. La irrupción de los blogs ha fomentado que muchas personas, a la hora de escribir sobre cine, literatura, teatro o música, por citar unas cuantas disciplinas artísticas, "muevan" su discurso crítico hacia posiciones diría que "ombliguistas"; los escritos parecen nacer de la experiencia personal o familiar, y se apartan de lo que debería ser el núcleo del discurso crítico. Pero no es necesario que se trate de personas que tengan su propio blog sino aquellos que utilizan las mal llamadas redes sociales como consulta/contraste de opiniones o medio de relacionarse a diario. En mi post expreso que Miradas de cine es la "quintaesencia" de esta realidad en el ámbito cinematográfico porque la mayoría de sus redactores demuestran que no saben discernir entre una cosa y otra, posiblemente producto de que pertenecen a una generación que ha crecido con las redes sociales, los blogs y demás.

Un saludo,

Christian

Joserra dijo...

Oye Christian pásate por mi blog...te gustará...me interesa promocionar tu libro de San Neil.
Un abrazo,
Joserra

Alines dijo...
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