Para un periódico que ha llevado a cabo una ímproba labor de digitalización de todas sus publicaciones que se remontan a más de cien años en el tiempo, aquellos que algún día quieran acercarse a las páginas de La Vanguardia vía internet, en aras a saber qué ocurrió en el concierto de Neil Young celebrado en el marco del Primavera Sound en el Fórum de Barcelona el pasado día 30 de mayo de 2009, se encontrarán una crónica firmada por Esteban Linés. Pero lo más paradójico de todo es que Esteban Linés nunca estuvo allí. Salvo que hubiera perdido la noción del tiempo bajo los efectos de alguna sustancia psicotrópica o algún que otro efluvio etílico, el cronista de La Vanguardia constata con su entradilla que su crónica pertenece al terreno de la invención y, por ende, de la elucubración. «A lo largo de casi tres horas, Neil Young dictó una clase magistral...» . Pues bien, siendo generosos, una hora y treinta y cinco minutos duró el concierto para solaz desgracia del respetable que acudió al Fórum de Barcelona en un número aproximado de 30.000 espectadores. Lo que sospecho que hizo Linés es leer la noticia de agencia que publicó en su edición digital La Vanguardia el domingo día 31 de mayo y cometer idéntico error que el cronista «ausente» de EFE: dar por descontado que el concierto se fue a las dos horas y media o casi tres horas. A partir de este dato, todo la crónica de Linés es un auténtico canto a la desvergüenza profesional, fingiendo inclusive que se había emocionado cuando Neil Young y su banda tocó Cortez the Killer. Otra vez la ignominia del «cronista invisible» campa por sus anchas cuando cita textualmente «De entrada se atrevió con Cortez the Killer» (figuraba en séptimo lugar del set list) para acabar el razonamiento (sic) del párrafo con «un tema que habla de Hernán Cortés en términos no muy amables». Es evidente que Linés no se ha molestado en saber el significado de esa obra cumbre incluída en el disco Zuma (1975) porque la crítica más virulenta es al propio Neil Young contenida en la última estrofa de la canción. Pero no es tan sólo en el terreno de lo sutil donde patina Linés sino que, a renglón seguido, escribe «Tampoco eran pocos quienes temían la presencia de Young con unos Crazy Horse no especialmente pulidos. Venían con Rick Rosas...» Amén de cuestionar que Crazy Horse fueran unos músicos poco menos que salidos de las cavernas, un destacado aclara qué quiso decir el cronista al mentarlos: «De su emblemático grupo sólo quedan Ben Keith, su mujer y Ricky Rosas». Pues bien, Ben Keith había sido integrante de los Stray Gators, grupo que Neil Young reclutó para su álbum Harvest (1972); Pegi Young, excusa decirse que ni por asomo ha formado parte de los ex The Rockets, y Rick(y) Rosas compartirá ancestros hispanos con Ralph Molina, pero allí acaba su relación para con Crazy Horse de este componente de los Bluenotes, entre otras formaciones.
Visto que su capacidad de imaginación tiene un límite, Linés tira de hemeroteca y se explaya en la doble página dedicada a la actuación del canadiense en el Primavera Sound con alguna que otra declaración (cogida por los pelos) de Young sobre cuestiones relativas a su compromiso político, al margen de hacer un parcial repaso de la presencia de éste sobre los escenarios españoles, ya que se deja en el tintero el Espárrago Rock y se ventila la del año pasado con un «apareció en Rock in Rio de Madrid con una oferta lamentable». Una vez más la ambigüedad invita a colocar un interrogante de si se refiere al evento en sí mismo o que Neil Young se limitó a cumplir el expediente, dando por sentado que lo suyo fue take the money and run. Si hubiera sido esta segunda opción está claro que el compositor canadiense se dejó la piel a lo largo del tiempo que se había pactado con la organización. Otra cosa sería lo inadecuado del formato, atendiendo al hecho que a lo largo de la jornada concurrían artistas tan dispares como Alanis Morisette, Manolo García o el propio Neil Young. Tampoco tiene desperdicio esa síntesis sobre la carrera de Neil Young que redacta Linés: «desde sus inicios en solitario, su entrada en Buffalo Springfield, su regreso a la soledad...» Hombre, el «cronista invisible» parece no estar al cabo que Neil Young actuó en formaciones como The Squires, llegando a compilar un material que ahora verá la luz en una suerte de antología de sus inicios profesionales y/o semiprofesionales. Claro que la guinda a semejante despropósito de crónica nos ofrece pistas de dónde pudo estar Esteban Linés a las nueve y media de la noche en adelante del sábado 30 de mayo de 2009: «Como dejó escrito en una de sus mejores canciones, la prosa de Young se resume en la máxima de Times Fades Hawai, el tiempo se esfuma, y esto es lo que caracteriza su obra, una carrera veloz, fructífera...» Quizás, a última hora, el subconsciente le traicionó y, en lugar de escribir Times Fades Away invocó al célebre archipiélago del Pacífico.
Alguien dijo que la peor de las mentiras es una verdad a medias. Pues, a mi entender, inventarse una crónica en la que, además tratas de describir emociones inexistentes («No éramos pocos quienes se emocionaron ante esta magna interpretación, diríase que casi irrepetible y que haría llorar al mismísimo Dios de la lluvia») es uno de los ejercicios periodísticos más vergonzosos que se puedan llevar a cabo. Así de lamentable a menudo se escribe la historia de un periodismo que intenta ofrecernos la verdad de lo acontecido a partir de una mentira atronadora, la servida por un «cronista invisible» llamado Esteban Linés, al que nunca he conocido personalmente y me hubiera resultado imposible haberlo hecho esa noche en la que el gran Neil Young destapó el tarro de las esencias para deleite de un público entregado a la causa... del rock. Por desgracia, Esteban Linés no lo estuvo en el ejercicio del buen periodismo, dándole sopa con ondas cada uno de los amigos de la playa que han brindado crónicas de verdadero calado sirviendo a la realidad de lo que allí ocurrió.
Visto que su capacidad de imaginación tiene un límite, Linés tira de hemeroteca y se explaya en la doble página dedicada a la actuación del canadiense en el Primavera Sound con alguna que otra declaración (cogida por los pelos) de Young sobre cuestiones relativas a su compromiso político, al margen de hacer un parcial repaso de la presencia de éste sobre los escenarios españoles, ya que se deja en el tintero el Espárrago Rock y se ventila la del año pasado con un «apareció en Rock in Rio de Madrid con una oferta lamentable». Una vez más la ambigüedad invita a colocar un interrogante de si se refiere al evento en sí mismo o que Neil Young se limitó a cumplir el expediente, dando por sentado que lo suyo fue take the money and run. Si hubiera sido esta segunda opción está claro que el compositor canadiense se dejó la piel a lo largo del tiempo que se había pactado con la organización. Otra cosa sería lo inadecuado del formato, atendiendo al hecho que a lo largo de la jornada concurrían artistas tan dispares como Alanis Morisette, Manolo García o el propio Neil Young. Tampoco tiene desperdicio esa síntesis sobre la carrera de Neil Young que redacta Linés: «desde sus inicios en solitario, su entrada en Buffalo Springfield, su regreso a la soledad...» Hombre, el «cronista invisible» parece no estar al cabo que Neil Young actuó en formaciones como The Squires, llegando a compilar un material que ahora verá la luz en una suerte de antología de sus inicios profesionales y/o semiprofesionales. Claro que la guinda a semejante despropósito de crónica nos ofrece pistas de dónde pudo estar Esteban Linés a las nueve y media de la noche en adelante del sábado 30 de mayo de 2009: «Como dejó escrito en una de sus mejores canciones, la prosa de Young se resume en la máxima de Times Fades Hawai, el tiempo se esfuma, y esto es lo que caracteriza su obra, una carrera veloz, fructífera...» Quizás, a última hora, el subconsciente le traicionó y, en lugar de escribir Times Fades Away invocó al célebre archipiélago del Pacífico.
Alguien dijo que la peor de las mentiras es una verdad a medias. Pues, a mi entender, inventarse una crónica en la que, además tratas de describir emociones inexistentes («No éramos pocos quienes se emocionaron ante esta magna interpretación, diríase que casi irrepetible y que haría llorar al mismísimo Dios de la lluvia») es uno de los ejercicios periodísticos más vergonzosos que se puedan llevar a cabo. Así de lamentable a menudo se escribe la historia de un periodismo que intenta ofrecernos la verdad de lo acontecido a partir de una mentira atronadora, la servida por un «cronista invisible» llamado Esteban Linés, al que nunca he conocido personalmente y me hubiera resultado imposible haberlo hecho esa noche en la que el gran Neil Young destapó el tarro de las esencias para deleite de un público entregado a la causa... del rock. Por desgracia, Esteban Linés no lo estuvo en el ejercicio del buen periodismo, dándole sopa con ondas cada uno de los amigos de la playa que han brindado crónicas de verdadero calado sirviendo a la realidad de lo que allí ocurrió.
9 comentarios:
Estupendo repaso, Christian
Has dado en el clavo, Christian.
A cada cual lo suyo y lo que el Sr. Lines se ha ganado es la verguenza.
Y eso que "sólo" estamos hablando de una actuación musical. Figúrate entonces qué no harán y dejarán de hacer los medios cuando se trata de información política, económica o social. De ser ciertas tus afirmaciones, Christian, tal individuo -y, por ende, la publicación que le permite ejercer dicha labor- no merece, de ahora en adelante, crédito alguno.
Celebro que disfrutárais del concierto.
Un fuerte abrazo.
Gracias, Christian. Has puesto las cosas en su sitio. Puede que estemos ante una nueva manera de periodismo, corresponsales comprometidos i amantes de la crónica que se les encomienda, frente a asalariados con el único objetivo de cubrir la noticia y cobrar por su "trabajo". Cualquier crónica de aficionado que he leido, vale más que esa crónica oficial.
No te demores con el libro Christian y avísanos cuando salga, estamos ansiosos.
Le dedicaría esto de parte de Neil
(De "Ambulance Blues", una de mis muchas favoritas :)
"I never knew a man could tell so many lies, he had a different story for every set of eyes,how can he remember who he's talking to, cause I know it aint'me, and hope it isn't you..."
Gracias a todos.
Yourisa, de acuerdo con "Ambulance Bues. Una las canciones a (rei)vindicar de Neil Young, incluida en su disco "On the Beach". Un tema críptico por excelencia.
saludos,
Christian
¡Qué bueno! ¿Cuántos habrá así por las redacciones?
Genial post. Y ya que está en plan acusador, ¿por qué no una entrada sobre el cronista que escribía libros de cine sin haber visto las películas de las que hablaba?
Hola Pascual:
Pues adelante con dar nombres de los "cronistas" que escriben libros de cine sin haber visto películas. Por ejemplo, a bote pronto, el de Francisco Javier Urkijo editado por Cátedra, sobre el director John Frankenheimer. Le faltaban por ver algo menos de la mitad de su filmografía, según su propia "confesión" en esta monografía. Si la cuestión que plantea va con segundas (el tono de desafío así lo invita) lamento decirle lo siguiente: para el libro de "La generación de la televisión" vi un 90% de las películas (por ejemplo, de Sidney Lumet, que tiene unas 40, serían unas 37 a las que tuve acceso).Por lo que respecta a los libros de Milos Forman, Stanley Kubrick (la única que lo hice en condiciones deficientes, "Fear and Desire", que nunca se comercializó después de su estreno en programa doble) y Mankiewicz, todas y cada una de ellas. Análisis de estas películas de 10, 15, 20 e incluso 30 páginas (2001: una odisea del espacio) no se pueden "ventilar" sin haberlas visto (en algunos casos, hasta 5 veces), como entenderá, las películas en cuestión.
Espero haber satisfecho su curiosidad y, por favor, si tira la piedra no esconda la mano. Yo doy nombres y apellido, como el de Esteban Linés, al que igual le debe resultar "familiar"...
un saludo,
Christian
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