Uno de los primeros posts que publiqué en este blog hacía referencia al último trabajo discográfico de R. E. M., Accelerate (2008). Poco distinguido compacto que, sin embargo, no impedía que visitara un nuevo directo de los R. E. M. en una plaza tan extraña como la de Castelló d’Empuries, en los dominios de la Costa Brava. El acecho del viento de tramuntana, que ha ayudado a esculpir una geografía singular, podría jugar en contra de un espacio escénico situado a las afueras del núcleo rural de Castelló d’Empuries, en un inmenso claro circundado por un bosque típicamente Mediterráneo, y por plantaciones de girasoles y de maíz. Pero el peor aliado para la organización del Doctor Loft que cumplía su bautizo sería otro que repercute directamente sobre sus arcas: una pobre venta de entradas que tan sólo tuvo el consuelo final que, casi por arte de magia, con la caída del sol, asomaron al recinto nuevos rostros que dejaron en cinco mil la cifra, más o menos oficial, de asistencia. Pero ese efecto mágico se produjo al calor de la entrada en acción de los R. E. M. Horas antes, Álex Martín —una enciclopedia viviente en torno a los de Athens— y un servidor tuvimos un primer encuentro con uno de sus miembros, el guitarrista Peter Buck. Bajo un sol de justicia, a la espera que los Editors convocaran a algo más de peña que los imberbes The Pigeon Detectives —un grupo con visos de crecer si a su hiperactivo cantante no le da un golpe de insolación que le deje tocado de por vida—, al alzar la mirada intuí que aquel tipo de 1’90 con gafas de sol y camisa oscura no era otro que Peter Buck... Mientras los dos Mike, Stipe y Mills, a tenor de un comentario que harían sobre el escenario, debían seguir el apoteósico partido entre Nadal y Federer en Wimbledon, Buck se daba un garbeo por el recinto del festival sabedor que pocos le reconocerían y menos los que le abordarían para hacerle una foto secundado por auténticos desconocidos. Sencillamente, porque los fans de R. E. M. brillaban por su ausencia en aquellas horas de canícula. Prestos a inmortalizar aquel momento, solicitamos la participación de una joven oriental y ese instante lo recordaré siempre: la amabilidad de Buck echó el resto. La suerte nos había llevado de la mano y ya no nos soltaría hasta bien entrada la medianoche. Poco nos importaba a Álex y a mí que Iggy Pop & the Stooges convocaran a más público encima del escenario que a pie del mismo, para desesperación de un manager que debía estar acordándose de algún familiar de «la iguana» con sus «escamas» permanentemente hidratadas. Su rock trallero con multitud de arengas acompasadas del verbo que el rubio cantante (por utilizar una expresión) mejor sabe conjugar (fucking...) precedería a la función estelar de la noche. Dos modelos antagónicos convivieron en esa jornada: por una parte, la improvisación y la anarquía de Iggy Pop, quien compartió micro con alguna pubilla (con b) pellejona que lucía palmito en bikini, a juego con una bolsa de basura amarilla que recordaba de soslayo a la replicante «jamona» (léase Joanna Cassidy) de Blade Runner (1982). Iggy Pop entró como un elefante en una cacharrería con los ánimos un tanto encendidos pero no llegaron a prender la mecha... El contraste vino a eso de las 22 h 30, con un retraso de media hora sobre el horario previsto que hablaba de la profesionalidad de una banda que, aún a pesar de tener ante sí un número reducido de público, efectuaron un directo impresionante sin dejar al azar ningún detalle de puesta en escena. Reforzados por el batería Bill Irieflin y un segundo guitarra (viejuno él), Scott McCaughey, el trío de ases, esto es, la formación tipo de R. E. M., no se dejó llevar por un sentimiento de desmotivación o desidia (sabían que no estaban en el Coven Garden, sino más bien en el Corn Garden) y abrieron el primer bloque de canciones con Orange Crush. Hasta cuatro temas del último compacto llegaron a tocar, con el aderezo de Supernatural Superserious en un bloque final de cuatro temas, a cual más impresionante (Losing My Religion, la poco frecuentada en sus directos It’s the End of the World... y su habitual broche de fin de fiesta, Man on the Moon). Adaptado a los modos electroacústicos de su álbum postrero, remachados por un torrente de guitarras que tenían un efecto multiplicador con McCaughey más activo que el propio Buck, el concierto puso una nota de optimismo frente al bajón que nos dio a muchos la escucha de Accelerate. Michael Stipe atraviesa un momento de forma espectacular, haciéndose el amo de los escenarios pese a su escurridiza figura, esta vez, sin el antifaz a lo «tortuga ninja» que lucía en la gira de Around the Sun (2005) u olvidándose en el armario los pareos cuando visita los Mares del Sur. Stipe se nos hace mayor y ahora se deja aconsejar por Armani o alguno de sus sucedáneos. Ataviado con traje y corbata (de la que se deshizo en el ecuador de la velada), Stipe nos regaló algunas variaciones recorridas por lo electrónico de hits de los 80, Fall On Me o What’s the Frequency, Kenneth?, y otros temas ideados para ser coreados por el respetable, caso de Imitation of Life o Drive. Pero para un servidor se empezaría a abrir el cielo raso del litoral catalán moteado de estrellas mientras soplaba un viento de noche con The Great Beyond, una de sus piezas maestras que figura en antologías como The Best of R. E. M. (1988-2003). Por fortuna, vimos la mejor versión de R. E. M. hasta que el rugido de los motores de los coches estacionados en una suerte de parking improvisado me despertó de aquel sueño en forma de concierto, sin descuidar el preámbulo del encuentro con Peter Buck. Esa noche del 7 de julio de 2008 concilié el sueño en plena fase R. E. M. a eso de los cuatro de la madrugada. Si Álex, fue una jornada de ensueño. Y estuvimos allí para contarlo. God Bless to Peter, Mike & Michael, el terceto que sustenta desde hace casi treinta años una de las mejores bandas de pop-rock, por no decir la mejor, del planeta tierra: R. E. M.
2 comentarios:
Celebro que lo disfrutases, Amic. Me caen bien R.E.M., creo que son una buena banda. Si Dios quiere, Yo veré a Withesnake el próximo 25 de julio en BCN. Si te quieres apuntar, ya sabes.
Un fuerte abrazo.
Pues sí señor, jornada histórica apara los amantes del rock en Castelló d'Empúries, aunque la concurrencia fuera de ambiente más bien familiar.
La mejor banda del planeta empezó con media hora de retraso pero con la fuerza exprimidora de Orange Crush. Mucho más contundentes que en su penúltima gira de mostraron Stipe y los suyos. Con esto, he de confesar que con la tercera canción del set(el rock en mayúsculas de These Days) ya me tenían totalmente ganado.
Luego todo discurrió entre combinaciones de sorpresas (Seven Chinese Brothers), aceleraciones o deseleraciones (Hollow Man), coqueteos con el teléfono móvil (Electrolite) y obras maestras ochenteras (The One I Love, Fall on Me). Incluso hubo tiempo para relecturas acústicas (Let Me In) y repescas para masas (It's The End Of The World...).
Por decir algo negativo y sólo por decirlo: se dejaron en el tintero el mejor tema de su último largo; aunque también hay que decir que con lo sobrados que van de hits tampoco resultó imprescindible.
Un 9 a los de Athens.
He aquí el setlist:
Saludos.
1. Orange Crush
2. Living Well Is the Best Revenge
3. These Days
4. What's the Frequency, Kenneth?
5. Drive
6. Man-Sized Wreath
7. Ignoreland
8. 7 Chinese Bros.
9. Hollow Man
10. Imitation Of Life
11. Houston
12. Electrolite
13. The One I Love
14. The Great Beyond
15. Fall On Me
16. Let Me In
17. Begin The Begin
18. Horse To Water
19. Bad Day
20. I'm Gonna DJ
21. Supernatural Superserious
22. Losing My Religion
23. It’s The End Of The World As We Know It (And I Feel Fine)
24. Man On The Moon
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