viernes, 11 de julio de 2008

COSAS QUE NUNCA TE DIJE... SOBRE EL CINE ESPAÑOL

En los más de cien años de existencia del cine español nunca se ha hablado de una «edad de oro» o algo similar. Más bien, la palabra crisis es consustancial a una disciplina artística que nos ha legado una muestra raquítica de grandes obras, accesible tan sólo a un puñado de nombres propios (Luis G. Berlanga, Víctor Erice, Edgar Neville, etc.), a los que en los últimos años se han sumado otros tantos. Pero no podemos escudarnos en que una baja producción de títulos tiene como consecuencia directa una menguada cantidad de obras de enjundia: en España se producen unas cien películas al año, a diferencia de nuestra vecina Portugal que se queda en seis o siete de media. Claro que de este centenar son tan sólo dos terceras partes las que llegan a proyectarse en salas comerciales, la mayoría por aquello de la denominada «cuota de pantalla» que (sobre)protege, verbigracia del ministerio de turno, el cine patrio sin otro criterio que su denominación de origen. Imaginaros con qué medios se llevan a cabo este excedente de una treintena de producciones, que ni la «cuota de pantalla» las salva.
Hablar del cine español es entrar en un barrizal de intereses oscuros y de tejemanejes. Al final, lo que menos importa es el film en sí mismo: la caza de la(s) subvencion(es) representa al primer objetivo de unos productores que, sabedores que el cine hispano es como jugar a la ruleta rusa (una de cada diez tan sólo puede ganar dinero), se aseguran lanzar el dardo en cualquier punto de una diana con distintos círculos que distinguen al Ministerio de Cultura, al ICAAC, a las televisiones estatales, autonómicas, privadas, etc. Un aspecto determinante para cuadrar balances, que han llevado a las productoras audiovisuales a una extraña, por perversa, práctica en la contratación de especialistas «caza-subvenciones», que se saben todos los recovecos y los circuitos burocráticos a seguir para alzarse con un suculento «botín» que, ni de coña, lograrían en taquilla. Pero aquí no queda la cosa e incluso algunas productoras se las ingenian para comprar entradas y, calculadora en mano, saber que este ardid les compensará, oh milagro, para acceder a otra subvención al lograr (aunque sea por esta vía tan bastarda) superar una cifra de recaudación en taquilla. Esto me lo explicó un director catalán como si fuera lo más natural del mundo, como el que se toma una manzanilla antes de ir a misa, quizás con el ánimo de purgar las impurezas intracorpóreas y morales. Aún así, las cuentas a veces no salen pero siempre habrá un negocio a nombre de uno de los productores o de la santa de uno de éstos, que desgrave a hacienda y el resultado neto de la operación, cuando menos, arroje cero.
Sin embargo, con la crisis cayendo en cascada, pintan bastos para el cine español ya que los espectadores avisados se guardarán mucho de apoyar a un sector que vive permanentemente de las subvenciones, inyectando cantidades ingentes de dinero por parte de los estamentos (para)gubernamentales en lugar de destinarlos a otros sectores faltos de recursos provenientes de la hacienda pública. Entonces, ese mínimo porcentaje de asistencia de público que, al menos, debía figurar en las estimaciones de los productores si querían rascar algo, se quedará en agua de borrajas porque, puestos a escoger, los espectadores se decantarán por ver una producción extranjera que apostar por un título español que, por si no lo sabían, antes de su estreno tiene el presupuesto cubierto por esa cosa llamada subvención. Riesgo 0.
A todo ésto falta un elemento que me he reservado para el final: ¿importa el contenido de las películas? Mi valoración es que a los productores es lo que menos les interesa. Se rigen por parámetros tales como que el director sea novel o no tenga más de tres producciones estrenadas (subvención al canto), que la historia se cuente entre cuatro paredes, o acontezca en la villa de Madrid, en un barrio del extrarradio o en un pueblo perdido donde el alcalde se enrolle (no vaya a ser que se dispare el presupuesto), a poder ser que la música se grabe con sintetizadores (a quien le importa lo que suena de fondo, se deben interrogar) o, en el mejor de los casos, con temas de los Melendi de turno que estén de moda... Ah. Me descuidaba. Género: comedia, drama. También hay la opción de drama y de comedia. Si no hemos triunfado en la ciencia-ficción, para qué intentarlo.
Con este panorama, huelga decir que el guión que acabo de escribir a partir e mi propia novela, El enigma Haldane, un thriller de anticipación con el tema de la clonación humana de fondo, seguramente verá la luz fuera de nuestras fronteras. La historia, que se desarrolla fundamentalmente en Escocia y Londres, me han llevado a esta determinación, pero también mi desapego y falta de credibilidad para con una industria (sic) española en la que me sentiría como si estuviera en la piel de Indiana Jones en un episodio de El templo maldito. Y a un servidor los reptiles le dan un cierto repelús.

1 comentario:

juan antonio dijo...

Quizá el cine español no merezca la "manita" de las subvenciones, pero me temo que la cinematografía mundial no inglesa, australiana,norteamericana e india está condenada a la desaparición si no las protegemos. Y esta opinión sobre el cine español la hago mía en lo que respecta al cine catalán, gallego, vasco, andaluz y resto de autonomías.