Pocos meses después de haberse certificado
la muerte de Jiří Weil, víctima de una leucemia, en abril de 1960 cursaba su
estreno en salas comerciales de Checoeslovaquia Romeo, Julieta y las tinieblas. Su director, de idéntico nombre de
pila y con un apellido muy similar al del fallecido escritor judío —Jiří Weiss—
había partido de un guión de Jan Otcenásek, que adaptaba su propia novela
homónima. Si hubiera podido vivir unos meses más y, de esta forma, poder haber
asistido a la puesta de largo del film dirigido por Weiss, Jiří Weil se hubiera
podido mirar frente al espejo en la gran pantalla de una realidad que marcó a
fuego su existencia, en esa Praga ocupada por los nazis que generalmente
pasaría de puntillas por el celuloide, cuanto menos desde una formulación
proveniente de producciones libradas en Occidente. Un espejo que no tan solo
persigue un efecto de realidad sino que inflexiona hacia el territorio de los
sueños, aquellos dispuestos a que Weil reconociera la figura de una suerte de
Julieta entre la multitud de habitantes de la capital checa, cuyos rostros
demacrados presiden un cuadro onírico
ciertamente aleccionador sobre la capacidad de supervivencia del ser humano. En
ese marcado carácter alegórico enrraizado en la novela de Otcenásek y traducido en imágenes por Jiří Weiss,
asimismo Weil se reconocería a propósito de su ambivalente título y parte del
contenido de su novela publicada en 1949, Life
with a Star.
Al igual que su novela publicada a título
póstumo, Mendelssohn en el tejado (que
también mereció traducción al catalán, en su caso, por parte del sello Viena),
Editorial Impedimenta ha rescatado Vida
con estrella para acabar siendo integrado en un catálogo que, de un tiempo
a esta parte, mira con especial mimo hacia Centroeuropa, a modo de mina literaria por explotar, con autores
polacos, rumanos o checos, algunos de los cuales “residentes” en el más
absoluto de los anonimatos a los ojos de los lectores españoles. Ciertamente, transcurridos
seis décadas desde el deceso de Weil, su obra tenía todos los números para
quedar fuera del alcance de miles de inquietos aficionados a la literatura
universal publicada al margen de los sellos mainstream.
Empero, iniciativas como las llevadas a cabo por las casas editoras de Viena –en
2015— y de Impedimenta –en estos dos últimos años— han contribuido a reparar este
déficit y ofrecer la posibilidad de un encuentro con la literatura de Weil,
trenzada con el hilo (de colores distintos, negro, gris y verde, símbolo de esperanza) del conocimiento propio de una realidad que le situaría de
continuo en el frontispicio de la muerte en ese escenario de terror que asoló a
la capital checa durante varios años. Así pues, más que una Julieta –su tibia
representación se expresa en forma de una novia del pasado que trata de volver
a entrar en contacto, aunque resulte de manera infructuosa— la representación
figurada que acompaña reiteradamente a Josef Roubiĉek, alter ego del propio
Weis, es la de la Muerte. Una Muerte que presenta el don de la ubicuidad, ya
sea en un cementerio (especialmente brillante este pasaje del libro, en que la
ironía y un humor sutil levanta acta frente a una tétrica realidad de hombres,
mujeres y niños situados en la cuneta,
al encuentro de la pura supervivencia), en el interior de una casa que sirve de
refugio temporal (con la compañía de su gato Tomአo en tránsito en tren hacia Terezín, el campo de concentración
nazi situado a las afueras de esa Praga que se despliega en forma de mapa, como
complemento a la excelente edición en el haber de Impedimenta, cincelada con
una traducción cortesía de Patricia Gonzalo de Jesús que persigue la cercanía
con el lector hispano a través de giros y expresiones inherentes a la lengua de
Dámaso Alonso. Una Praga en tinieblas,
en consonancia con el fondo de la novela de Otcenásek que diera pie a una
propuesta cinematográfica de incalculable valor sociológico en torno a uno de
los periodos más funestos de la Historia de Europa del siglo pasado. Lástima
que Vida con estrella aún siga “huérfana”
de una adaptación a la gran pantalla. Pienso en Sir Tom Stoppard —Tomas Straussler,
de ascendencia checoeslovaca— conforme al escritor más apto para su traslación a
la gran pantalla. No en vano, Stoppard estuvo presente en una de las primeras
representaciones de la obra musical Makanna,
compuesta por Irena Kosíková, a mayor gloria de Weis. Ello se tradujo en la
confección de un documental estrenado en 2015, a las puertas, pues, del “rescate”
del que ha sido objeto la obra de Weis, de manera particular por parte de un
sello (Impedimenta) que sigue abriéndonos fronteras al conocimiento de otras
realidades literarias independientemente de la fecha (en origen) de su
publicación y del alcance mediático de sus autores.
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