Muchos de los que crecimos mostrando un interés primario
por el rock sinfónico o progresivo en nuestros años de adolescencia treinta
años más tarde nos congratulamos que semejante fenómeno musical, lejos de haber
quedado arrinconado a efectos historicistas, ha sido capaz de sobrevivir a las
modas y ganar prestancia en las salas de concierto de medio mundo aunque éstas sean
de dimensiones más bien modestas. No cabe duda, pues, que 2014 marcará un hito cara
a los aficionados del estado español en la ya larga historia del rock sinfónico
acorde al rosario de conciertos que han visto o verán la luz este año bajo una etiqueta
“efectiva” en cuanto a distinguir auténticos virtuosos de la música contemporánea,
pero un tanto incómoda si razonamos sobre la variabilidad de formas que adopta,
ora escorada hacia el heavy metal,
ora deudora de una herencia del progresivo manufacturado en la «Edad de Oro»
del rock (los 70, of course) o al
abrigo de tendencias pop instaladas, por ejemplo, en la espina dorsal de bandas como Marillion. Entre el line-up titular de esta notable formación
británica —a mi juicio, la más regular de
cuantas orbita en el planeta del neo rock progresivo— se cuenta Pete Trevawas, para quien la Ciudad Condal va siendo un
espacio recurrente a golpe de las giras celebradas por Marillion en los últimos
años y lo ha sido más aún porque el pasado 28 de febrero el menudo bajista
arribaría a las costas catalanas a bordo del Transatlantic comandado por Neal Morse. Desde hacía casi cuatro
años esta superbanda no habían vuelto a pisar territorio hispano, pero a decir
de los que asistieron a los conciertos programados en Barcelona y Madrid en el
marco del The Whirlwing Tour 2010, la experiencia merecía ser repetida. Al
anunciarse que Transatlantic regresaba a
la carretera (todo un eufemismo; más bien contemplan media vida de gira
subidos en un avión o en las salas VIPs de los aeropuertos) con un nuevo disco bajo
el brazo —el cuarto en estudio, Kaleidoscope (2014)— el efecto reflejo sería reservar una entrada y
marcar en rojo ese postrer día del mes de febrero. En previsión de que las
redes sociales volvieran a prender la mecha y se citaran multitud de fans del
rock progresivo —diseminados a lo largo y ancho de
la península ibérica— en las puertas de la sala 2 de Razzmatazz (con
un aforo rondando los 450-500 espectadores), tuve la precaución de llegar a la
hora de apertura marcada en la entrada, reuniéndome con algunos sospechosos habituales y otros recién
llegados al conocimiento de un fenómeno musical presto a crear adicción. A las 19 h 00 empezaría a
cumplirse el ceremonial. Un público
mayoritariamente integrado por varones, de edades comprendidas entre los veinte
y los cincuenta y tantos años, se mostraba expectante ante una lección de progresivo
enfundado de metal en algunos de sus
pasajes. No hubo teloneros. Previamente, me había vuelto a familiar con las caras
del line-up de Transatlantic, esto es Neal Morse, Roine Stolt, Pete Trevawas (un
viejo conocido para un servidor;
hasta en dos ocasiones le había visto actuar con Marillion en la sala grande de Razzmatazz) y Mike Portnoy (ex Dream Theatre), the
entertainer, al que, a juzgar por su animosidad pocos podrían asegurar que
hubiera padecido recientemente algún tipo de contractura muscular en una de sus
piernas rotuladas, al igual que sus
brazos, con todo tipo de simbologías. En el otro extremo del cuadro, su gran amigo Neal Morse, no lucía
ningún ornamento en forma de tattoo.
Más bien, Morse representa el prototipo de middle
class, al que prácticamente nadie acertaría a relacionar como el buque
insignia de una banda del neo prog rock. Morse se manejaba con el tablero de un
sintetizador mientras proyectaba de tanto en tanto algunos de sus salmos (verbigracia de una fe cristiana
que le devolvió a la vida tras la
milagrosa recuperación de su hija, afectada de una dolencia cardíaca) que
cobran realidad en el contexto de una propuesta musical barnizada de distintos colores, los más llamativos referidos a
su ascendente metalero (Portnoy, fiel
discípulo de Neal Pearty de Rush,
desafía las leyes de la física con su incesante despliegue a la batería) y los
de tonos más cálidos cuando el front man
y el sueco Roine Stolt (Flower Kings) ejercen en el ecuador de la función
una especie de duelo de guitarras arboladas
de esencias acústicas. Contrapunto melódico de una velada que pareció dejar satisfecho al público, pero con la sensación que quedaban algunos temas de Kaleidoscope en el tintero. Dos horas
largas de un rock desafiante, enérgico, vitaminado, bien condimentados con la
amplia paleta vocal de sus cinco integrantes, incluido Ted Leonard, una auténtica
revelación con ese toque más afincado en la raíz del blues, quien durante la mayor parte del concierto guardaría la
espalda de Trevawas salvo cuando las ondas
sónicas de Transatlantic buscaban el cuerpo
a cuerpo con un hard rock pasado
por el sedal de cada uno de sus
integrantes. En medio de esta propuesta musical de alto voltaje, Morse parecía advertir el susurro de la voz paterna desde el Más Allá cuando tocó el turno a
la ejecución de Rose Colored Glasses.
Contemplamos a un Morse enviando un código cifrado hacia el cielo. Ese cielo infinito que años atrás le había
entregado a Dios y comportaría que se descabalgara del proyecto que él mismo
había fundado a finales del siglo pasado, el de Transatlantic, y también el de Spock’s Beard, donde ahora
milita Leonard. Parecí advertir las lágrimas de Morse correr por sus mejillas
desde un sitio relativamente privilegiado de la sala. Morse siente una música
imbuida de cristianismo, la hace suya pero también la comparte con el resto de
la banda, de una superbanda que cerraría su concierto antes de tiempo si
tomamos la referencia, por ejemplo, con el celebrado en Buenos Aires semanas
atrás. Empero, no cabían reproches. Había cubierto una página más de mi
calendario vital asistiendo a un concierto que seguirá proyectándose en mi
memoria con una luz especial, la
propia de una velada que abre este «año
del caballo» el resurgir del rock sinfónico.
Pronto tomarán el testigo Camel, IQ, Steve Hackett (uno de los guest stars en
la gira anterior a propósito del cover de un tema de Genesis) y Pendragon a lo
largo de este 2014. Is It Really
Happening?. La respuesta parece afirmativa, pese a que gran parte de los
medios de comunicación sigan silenciando semejante resurgimiento y se muestren
complacidos en dar máxima cobertura a otro tipo de música prefabricada para sónar al gusto de las almas de metal pero no para emocionar
a gente que no hacemos del freakismo galopante nuestras
señas de identidad.
Existe vida después del cine. Muchos me vinculan a este campo. Este blog está dedicado a mis otros intereses: hablaré de música, literatura, ciencia, arte en general, deportes, política o cuestiones que competen al día a día. El nombre del blog remite al nombre que figura en mi primera novela, "El enigma Haldane", publicada en mayo de 2011.
domingo, 2 de marzo de 2014
EL «CÓDIGO» MORSE DE TRANSATLANTIC LLEGA A BARCELONA: EL AÑO DEL RESURGIMIENTO DEL (NEO) PROG ROCK (I)
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1 comentario:
me encanta el rock y todas las bandas de todo el mundo en especial a esta.
estoy buscando vuelos a San Francisco y quería saber que recitales hay proximos al mes de agosto? asi saco entradas lo antes posible
saludos
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