Contagiados de ese «espíritu
Neil Young» que invita a permanecer alerta,
activo, sin bajar la guardia, el grupo de Facebook En la playa de Neil Young ofrecía
días atrás un enlace a la página de El País (20/3/014) donde Diego Manrique (1950, Pedrosa de Valdeporres, Burgos) dejaba constancia de su particular lectura crítica de las presuntas memorias del genial artista
canadiense, en razón de la inminente edición de la traducción castellana a
cargo del sello Malpaso. Al acabar la reseña crítica tuve la convicción que el
veterano periodista musical había cocinado
aquel escrito con los fogones de unas
certezas que solo operaban en su imaginario con el fin de articular un corpus crítico orientado a laminar
cualquier atisbo de entusiasmo para los posibles incautos fans del canadiense
en el despliegue de una nueva faceta más en su amplio repertorio artístico. No
tardé en advertir en ese mismo foro, a través de un post, que Manrique colocaba en la pluma de Neil Young palabras que
jamás habría expresado en un escrito con vistas a ser publicado. Sencillamente,
porque son una pura mentira. Al respecto, especialmente llamativo me pareció el
siguiente párrafo: «Tampoco sirven
las comparaciones con las Crónicas dylanianas.
Aquí no hay rastro de las ambiciones literarias de Bob (sí, Young se refiere a
sus colegas por su nombre de pila). Neil no lee libros, por sospechar que
pueden interferir con su proceso creativo.» Con estas líneas me bastaba para demostrar que
Manrique hizo un ejercicio de periodismo... a
contracorriente de la verdad.
Al cabo de recibir el volumen Neil Young: un sueño hippie (2014,
Malpaso Ediciones) me apresté a leerlo con fruición. Las horas de lectura
pasaron volando y en muy poco tiempo lo había terminado. Buena señal. Me
expreso, por tanto, con conocimiento de causa para llegar a la conclusión que
Manrique inventó no tan solo esa frase referida a que Neil Young no lee para no
interferir en su proceso creativo, sino que amplía su campo de falta de
compromiso con la verdad tergiversando a su conveniencia el siguiente párrafo
que aparece en el libro publicado por Malpaso: «Escribir es, por frívolo que pueda
antojarse así decirlo, muy cómodo, apenas acarrea gastos y es un buen
pasatiempo. Algo que recomiendo encarecidamente a cualquier vieja gloria sin
pasta que no tenga planes entre manos». Si Manrique lleva tanto tiempo en el periodismo
debería saber que el entrecomillado debe ceñirse al contenido exacto de lo que
expresa una persona. Asi las cosas, en su escrito Manrique redacta lo siguiente:
«De
hecho, hay momentos en que El
sueño de un hippie huele a mofeta, a cinismo de
superestrella. Recomienda a sus amigos famosos que le imiten: "Escribir [un
libro] es muy cómodo, tiene pocos gastos y es una forma estupenda de pasar el tiempo"». Confrontemos
sendos escritos para saber cómo se las gasta el escritor burgalés para remar en
el sentido de construir un discurso crítico cargado de ignominia,
malintencionado y nada que ver con lo que debería ser el temperamento de un
periodista que goza de reputación, enfilando la edad de jubilación.
Todo ello me lleva a capitular que
Manrique, poseedor de las galeradas del libro en castellano (me consta de buena
fuente), prefirió colgarse la medalla de ser el primero en abrir el fuego mediático
en nuestro país con su devastador escrito y aparcar la idea de leerlo, fiándose
de la memoria de haber dado cuenta de la lectura de la versión original
publicada por Blue Rider Press en noviembre de 2012 con el estrafalario e “intraducible”
título Neil Young: Waving Heavy Peace.
A partir de unas notas “interpuestas” que tampoco obedecen a la realidad de los
hechos (basta leer el breve capítulo en que Young muestra su ira por la
manipulación llevada a cabo por unos periodistas que le adjudicaban el
sanbenito de plegarse a las tesis belicistas de la Administración Reagan ),
Manrique trata de apuntalar un escrito que deja en mal lugar al auténtico
periodismo, saltándose a la torera sus más fundamentales principios. Además, lo
hace con un redactado pobre, a golpe de escrito en forma de “teletipo”, párrafos
sin ligazón alguna entre ellos más que subrayar los aspectos negativos o
tratando de denostar las distintas tentativas establecidas por Young fuera de
la música. No está mal para alguien que plasma en el papel: «Sin embargo, finalmente Neil es el hijo de su
padre: Scott Young, un periodista deportivo y novelista prolífico. Y le va
cogiendo gusto. Cierto que no asume la necesidad de revisar, corregir o
reescribir su texto: desde luego, nadie le acusará de haber usado un negro, un
escritor profesional.» No será, por
tanto, Diego A. Manrique quién sea capa de darle clases de escritura a Neil
Young. Más bien, podría haber tenido muchos mejores maestros en autores como,
por ejemplo, Robertson Davies, amigo de su padre Scott Young, periodista
deportivo especializado en hoquei al que el burgalés adjudica la condición de «prolífico
novelista»
cuando tan solo tiene... una novela publicada. Prácticamente, al cierre de la
presente obra, Neil Young expresa que «los libros siempre han formado parte de mi vida», merced a
esas constantes idas y venidas de literatos al hogar familiar en Canadá durante
los años de infancia y juventud del cantante, multinstrumentista y compositor
musical. En pasajes puntuales Neil Young da fe de su interés por la lectura, en
concreto, el contenido de Las nieblas de
Avalón de Marion Zimmer Bradley (p. 155) o cuando hace referencia a que
encontró y compró un ejemplar de un libro de Clive Cussler en una tienda de
segunda mano del archipiélago de Hawai que le había pasado inadvertido en el momento de su publicación.
El mundo al revés. El cazador cazado.
Una periodismo, en definitiva, cuya realidad impresa o reproducida para la red se cuela por el desagüe de la falta de veracidad, a fuerza de olvidar un compromiso
inviolable sellado con el lector o el internauta.
2 comentarios:
Menos mal que hay quien pone algo de orden y sentido común en este mundo del rock. ya pierdes mucho Diego con esta desfachatez. Un saludo C. A. WENRY. LPDN.
Gracias Wenry. Parece que haya personas intocables en este País (con y sin artículo) y no se les puede decir nada a pesar de escritos al que me he referido en el post.Un saludo.
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