domingo, 15 de abril de 2012

CAZA REAL: SAFARI MONÁRQUICO


Al tirar del hilo de cómo y dónde se produjo la fractura de cadera de Juan Carlos I hemos sabido que el monarca español no fue a Botswana a solidarizarse con un país con una tasa de paro pareja a la nuestra, en torno al 20-23 %. Más bien, se trataba de participar de una cacería de elefantes. Caza mayor la de paquidermos sin atender a la sangría de matanzas que ha experimentado este mamífero en el curso de las últimas décadas. A Don Juan Carlos tal cuestión le debe traer al pairo y ni tan solo debió reparar en la circunstancia de que aún sigue siendo Presidente de Honor de la World Wide Fund for Nature, cuyo principio activo deviene velar por  la conservación de la diversidad biológica. Pelillos a la mar, él debió razonar, con esa monarquía en franca descomposición, sálvese quien pueda y a disfrutar al máximo de una jubilación costeada por el erario público.
   En la era de Internet, los ebooks, los móviles y las mal llamadas redes sociales, las Monarquías europeas de real abolengo dejan a las claras que precisan de un plan «renove» o bien están condenadas a desaparecer. La nuestra desempeñó un papel mal que les pese a algunos— destacable en la Transición Democrática, pero da síntomas de languidecer a golpe de escándalos que han acabado por afectar a su núcleo duro. Y es un escándalo que el jefe de gobierno del Estado español se vaya de cacería mayor sin ofrecer “parte” a la Moncloa y más aún si cabe a costa de una especie en vías de ingresar en la casilla de extinción en los próximos decenios. Gratificante ha sido la declaración de Tomás Gómez, en representación del PSOE de la Comunidad de Madrid, en que ha retado al monarca a que si vuelve a incumplir sus obligaciones de Jefe de Estado abdique. Unos podrán argüir tacticismo por parte de Gómez de cara a reconciliarse con un sector de la izquierda que "acusa" al PSOE de mostrarse beligerante solo con su “eterno rival”, el PP. Sea como fuere, algo parece moverse al atreverse una porción de la clase política a poner en entredicho actitudes y aptitudes de esa monarquía borbona de la que hasta hace no demasiado tiempo representaba todo un tabú referirse a la misma en los medios de comunicación. Esos representantes políticos a los que el pueblo les ha depositado su confianza tienen "órdenes" concretas de que no se puede defender lo uno y su contrario y que, por tanto, se apliquen en un razonamiento dictado por el sentido común y la coherencia. Tomás Gómez ha entendido el mensaje y no se ha andado con medias tintas. Seguramente, la Casa Real pagará con el silencio, en sintonía con esa cúpula del PP en que su máximo dirigente, el presidente del gobierno Mariano Rajoy, espera reunirse con su pool de asesores para determinar a que burladero se encomiendan. Alguien mueve los hilos en esa Moncloa tapizada de azul, en que Rajoy se muestra bravo con unos y manso con otros. En su fuero interno el mandatario gallego debe meditar la idea de no meterse en una nueva zanja esta no arada por el PSOE que, dicho sea de paso, dejó el huerto hecho unos zorros, la que compromete a la Monarquía española en su particular Annus horribilis. Las desgracias nunca vienen solas, por su parte, debe cavilar un convaleciente Juan Carlos I. Le aguarda un periodo de reposo en que presumiblemente no tendrá entre sus lecturas La soledad de la Reina (2011, Le esfera de los libros) de Pilar Eyre, y el seguimiento informativo, con riqueza tipográfica, de las andanzas judiciales de su yerno Iñaki Urdangarín en el «caso Nóos» y derivados. A buen seguro, le salvará la chequera imperial al ex jugador de balonmano de un eventual ingreso en prisión. Demasiadas facturas por abonar y demasiadas fracturas que debe soportar un maltrecho cuerpo para retomar el empeño de la caza mayor. Ahora asiste a una caza real, la de un sector de la clase política escorada a la izquierda que ha encontrado una improvisada “alianza” en su voluntad, al medio plazo, de retornar al poder. Con las Infanta Cristina y Elena mudas y la Reina Sofía aferrándose a sus creencias religiosas para pasar el trago en soledad  Eyre dixit, todas las miradas se conducen hacia el príncipe Felipe. O le vemos reinando en breve (no nos esperemos cambios de tono ni salidas de pata de banco: es el formalismo elevado a la enésima potencia) o este país ya no está para soportar otro mensaje navideño con el renqueante monarca leyendo el teleprompter y apelando nuevamente a tomar ejemplo y a estrecharnos el cinturón. Pues eso, con una nación al borde del rescate Su Majestad no pudo elegir mejor "ocurrencia" que coger los bártulos y visitar a sus amigos de Botswana en aras a “regular” el “tráfico” de paquidermos a golpe de escopeta. A este paso quedarán menos juancarlistas librados al "Partido" presidido por Jaime Peñafiel que elefantes blancos en el continente africano.       

2 comentarios:

oncle Jules dijo...

A pesar de que odio tanto las interpretaciones psicoanaliticas tanto como la monarquía, eso del Rey fotografiándose con un elefante me dice mucho sobre la monarquía actual; el rollo ese los colmillos de marfil, "El Cementerio de los Elefantes", "Cazador Blanco, Corazón Negro" y tal...

Hablemos de cosas serias:
Por cierto Christian, tus artículos sobre J. L. Mankiewicz me han parecido sencillamente sublimes.

¡Un fuerte saludo!

Christian Aguilera dijo...

Gracis Oncle Jones.
Supongo que te refieres a los del libro "JL Mankiewiz: un renacentista en Hollywood". Estoy contento de su resultado. Lo digo porque también he escrito algunos artículos sobre este gran director en cinearchivo.

Un saludo para tí también