Echando
la vista atrás, solemos preguntarnos qué fue de aquellos artistas capaces de
despuntar en un periodo determinado y luego perdemos su rastro para siempre. La
“memoria” de Internet permite, sin embargo, saber que esas ausencias siguen
siendo presencias pero a una escala, a menudo, infinitesimal en relación a la
repercusión cosechada en su momento. En tiempos en que se impone el «sistema del
malestar», donde los mercados financieros dictan las políticas a seguir por
parte de los gobiernos y se dinamitan toda una serie de logros que costaron
decenios en conquistar, en el interior de nuestro hogares abrimos aquellas
ventanas selladas durante un largo tiempo en estancias en las que acumula el
polvo, perfumadas de olor “a viejo”. Nuestras vidas precisan de esas ventanas
que miran al pasado, quizás con el palpito que el esplendor de la civilización
contemporánea ya nunca más regresará. A tenor de las noticias que asaltan de continuo los telediarios, la decadencia del Imperio Europeo parece más que una
realidad y en ese valor refugio que representa, amén de la compañía de nuestros seres queridos, la lectura, la música, el deporte, el cine, el arte en general,
muchos de nosotros encontramos un propósito de enmienda a saber encarar el
futuro con unas ciertas dosis de esperanza. En ese baúl de los recuerdos, no
demasiado lejanos pero tampoco tan recientes para que ocupen algún recuadro de
esa estancia en que las partículas de polvo danzan
al filtrarse los rayos solares, encuentro esa música de Ella baila sola. Anglófilo por la gracia divina,
pocos han sido los grupos o solistas latinos o españoles que sitúo en mi
particular dial de ese pretérito balsámico.
Aspectos insondables concurren en mi estima por Ella baila sola, ese dúo formado
por Marta Botía (1974, Madrid) y Marilia Andrés Casares (1974, Cuenca) que irrumpió con fuerza a mediados
los años noventa después de ir forjándose en el mundo de la música con el grupo The Just, entre cuyos covers figuraría "They Dance Alone" de Sting, puerta de entrada para reformular el dúo al amparo de otro nombre. Con el apoyo del productor Gonzalo Benavides, ellas crearon un sello
distintivo merced a una sincronía vocal exquisita, unas construcciones melódicas
definidas por un pop aterciopelado en su superficie pero cautivo de una
amargura al bucear en el contenido de sus letras. Marta & Marilia construyeron,
a modo de leit motiv, distintos temas que apelan al concepto de starting over («comenzar
de nuevo») después de un desengaño amoroso, una
llamada a reinventarse, una terapia para combatir el tedio de una existencia
uniforme o una ruptura repentina. Este último escenario se daría en el seno de
la «sociedad limitada» Marta Botía & Marilia Andrés, con un balance de tres discos —Ella baila sola (1996), E. B. S. (1998) y Marta y Marilia (2001)— cuyas cifras de venta irían en sentido
decreciente. La marea de los triunfitos
hizo estragos en ese arranque de siglo, cubriendo de mediocridad el panorama
musical español. Entre sus “damnificados” se localizaría Ella baila sola. Tocaba
arrebato frente a esa lacra musical que todo lo invadía (la de la franquicia Operación Triunfo) y
Marta y Marilia, por separado, decidieron cruzar el Atlántico para situarse en
Los Ángeles y Nueva York, respectivamente. En cierta manera, ellas se situaban
en el epicentro de sus propias canciones. Tras ese Claro que hace falta hablar, y a renglón seguido expresar No está todo perdido vino Cómo nos repartimos los amigos y Despídete. Presumiblemente, si esa
amistad se hubiera labrado en la infancia, Marta y Marilia hubieran acordado un
retorno conjunto en algún punto de sus vidas. Pero éstas no se cruzaron y la
oportunidad llegaría para la Eva Harrington
de Madrid, Rocío Pavón. Rocío al desnudo u All About Rocio (Joseph L. Mankiewicz dixit): de su condición de groupie, fan de primera fila (pancarta incluida), a sentirse
y sentarse junto a Marta para dar forma a un disco en estudio. El CD en solitario
de ésta, Cumplir lo prometido (2002),
tocaría fondo en las listas de ventas y como Dolores O’Riordan por lo que atañe a
The Cramberries y lo sucedido con tantas otras artistas, recuperaría el grupo que le había dado
verdadera proyección en diversos países (sobre todo de habla hispana). Marilia, desde California,
negaría la opción de que su antigua compañera se apropiara del nombre Ella
baila sola y el proyecto se “refundiaría”, pues, a partir de las siglas EBS. Con disco en el mercado, con apremio al
socorrido starting over —Despierta (2009)— y un segundo macerándose
en los estudios de grabación, EBS parece destinado a convertirse en un pálido
reflejo de ese éxito artístico y comercial finisecular. Una lástima porque
entre canciones de aire juguetón e indolente, se detecta el savoir faire de unas solistas y
compositoras que se inspiran en una realidad cotidiana trenzada de sentimientos
que tocan la fibra, erizan el vello y aceleran los latidos de nuestros
corazones. Gracias, Marta, Marilia y Rocío por esas canciones que regaláis a
nuestros oídos.
Invitación a escuchar en Youtube Cuando los sapos bailen flamenco, uno de mis temas favoritos de Ella baila sola:
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