miércoles, 28 de octubre de 2009

«ALL I INTENTED TO BE» DE EMMYLOU HARRIS

Alcanzar la cúspide de popularidad a resguardo de una (super)banda se cobra indefectiblemente su peaje una vez abandonada la misma por cualquier de sus integrantes. Mark Knopfler caería en las «brasas» de la indiferencia de muchos cuando buscaba otros derroteros artísticos una vez finiquitada su etapa con los Dire Straits para solaz desesperación de su legión de admiradores. Y a fuer de sinceros, aquel líder propenso a la alopecia que había vencido situaciones límites hasta dar con su particular santo grial en forma de canciones como Sultans On Swing o Brothers in Arms, afilaría su guitarra y su voz para volver a dar en la diana en su oscilante etapa en solitario. Al margen de esa pieza maestra que no me canso de escuchar –Sailing to Philadelphia, en asociación con James Taylor–, otro dúo obraba el milagro que tocara con la yema de los dedos ese espacio celestial reservado para las verdaderas estrellas del firmamento musical. Claro que Knopfler amueblaría un álbum de tronío, All the Roadrunning (2006) compartiendo autoría en la portada con una gran dama del country y del folk en los Estados Unidos. Su nombre, Emmylou Harris, quizás suene como un eco lejano para aquellos que orientan sus «antenas» musicales hacia otros géneros que poco guardan relación con los que devienen genuinamente norteamericanos. Pero bueno es dejarse seducir ni que fuera una vez en la vida por esta figura «totémica» de un country-folk que ha pasado por una amplia gama de tonalidades pero siempre presidida por esa mayestática voz que endulza la canción más amarga, la que nos susurra la imagen de una pérdida que siempre tendremos presente, o nos devuelve la mirada al pasado para tratar de restañar heridas inferidas en nuestros corazones. Su último álbum editado hasta la fecha, All I Intented to Be (2008), vuelve a dar la medida de su poderío vocal y de su negativa a la autocomplacencia tanto en la composición de las canciones –Broken Man’s Lament es como visitar algunas de las páginas de su vida desde la perspectiva de su primer marido, el también músico Tom Slocum—como a la hora de perseguir un sonido distintivo para cada uno de los trece temas que jalonan este compacto. En este propósito se embarcaría el canadiense Brian Ahern, el productor de Harris durante un par de décadas y, a la sazón, su segundo marido. Ahern se suma a esa excepcional nómina de músicos dispuestos a arropar con sus instrumentos y sus apoyos vocales —allí luce con luz propia Dolly Parton en la canción Gold, o invade el terreno de lo sublime formando dueto con Mike Auldridge en el tema Kern River— a una sexagenaria Emmylou Harris que encara sus últimos lustros en una con la convicción que su labor pasará a la posteridad. Y así lo será porque su música camina hacia un espacio intemporal, surcado por un hálito de autenticidad propia de una dama que no se ha dejado derribar ante la adversidad. Pieces of the Sky (1975), su primer álbum oficial, pese a ganarse el aprecio de buena parte de la crítica e ir sumando incondicionales, quedaría semisepultado entre un sinfín de tesoros de esa década. Pero All I Intented to Be representa el perfecto ejemplo de esa aspiración del artista que ha sabido transmitir toda la intensidad, sensibilidad y belleza posible de un talento surgido de la madre naturaleza allá por la primavera de 1947, en Birmingham, Alabama. Al escuchar una decena de veces All I Intented to Be ya ha llegado al convencimiento que este disco se integrará en la banda sonora de esas tardes aciagas en lo climatológico o antes de abonarme a los dulces sueños, aquellos que burlan una realidad martilleada por noticias sobre gente de una mediocridad moral e intelectual apabullante... allí la música de Emmylou Harris no tiene lugar. Su compromiso es con lo que ella siempre ha intentado ser: una artista imperecedera.

1 comentario:

Tomás Serrano dijo...

Excelente canción. Está bien conservada esta señora...