Al referirnos a los Estados Unidos el sentimiento ambivalente suele dominar; admiramos tantas cosas de esa sociedad pero, al mismo tiempo, no dejamos de creer en lo lesivas, como «país-espejo» para otras naciones, que resultan algunas de sus políticas o simplemente sistemas de vida amparados en un capitalismo cuyo único «padre» y «madre» que conocen es el dinero. La oposición de un amplio sector de la sociedad estadounidense —en su mayoria, de voto republicano—, a la universalización de la cobertura sanitaria es de aquellas que, como diría un castizo, clama al cielo. En realidad, si nos ponemos a pensar lo estúpido que resulta aplicar conceptos de «izquierda» o «derecha» cuando está en juego la salud de las personas, ya de por sí habla muy poco a favor de esa escala de valores de individuos capaces de alzar la voz, indignarse porque una persona pueda disfrutar de una mínima cobertura sanitaria en aplicación de un principio básico de humanismo que no debería ni tan siquiera ser motivo de debate. Los Estados Unidos de América llevan desde hace numerosas administraciones —con continuas alternancias del color de los partidos que gobiernan—arrastrando una deuda moral con aquellos que no pueden hacer frente al pago de seguros sanitarios so pena de arruinarse dada la precariedad de su situación económica. El finado recientemente Edward «Ted» Kennedy hizo de la lucha por la corrección de esta deficiencia del sistema estadounidense la razón de su vida, al menos, la que le comprometió los dos últimos tercios de la misma. En la confianza que Barak Obama haría de ello causa común —así lo explicitaba en su programa electoral—, el menor de los hermanos Kennedy le prestó su apoyo a mitad de la campaña por la Presidencia de los Estados Unidos que tuvo lugar el año pasado. Me gustaría pensar que la capacidad de oratoria de Obama pueda hacer posible que prospere esa ley cuya aprobación se traduciría en que no dejaría desamparados a unos cuarenta millones de estadounidenses —aquellos que, a fecha de hoy, siguen sin tener una cobertura médica—. Pero no salgo de mi asombro cuando veo a esos fanáticos republicanos que prefieren dejar tirados a sus propios compatriotas —en el buen entendido que los Estados Unidos sea considerada una nación forjada por un crisol de de razas y étnias distintas provenientes de multitud de latitudes— con la presunción que con semejante actitud salvaguardan el concepto que encierra el «ser» y «sentirse» norteaméricano. Buena parte de éstos, en cambio, legitiman que de las arcas del estado cuelguen telarañas cuando toca arrebato en forma de aprobar la partida de centenares de millones de dólares destinados a perpetuar la presencia militar en distintos frentes del Medio Oriente. Posiblemente esos mismos que elevan sus quejas a propósito del anteproyecto de ley de la reforma de la sanidad en el país de las cincuenta y cuatro estrellas hagan oídos sordos a que el verdadero expolio a la que ha sido sometida la clase media provenga de esa connivencia de grandes trusts del negocio bancario con empresas asentadas en el concepto de la especulación que velan armas en Wall Street. Esas figuras de cuello blanco que han esquilmado el patrimonio de pequeños ahorradores (con cantidades que debían garantizar sus pensiones) son, en definitiva, los causantes principales que, en la era de la globalización, la economía se haya desmoronado afectando a infinidad de países como si de una escalera de naipes se tratara. No he visto, pues, en la CNN u otros canales informativos manifestarse a esos fanáticos republicanos cuestionando el verdadero motivo del desplone de la economía norteamericana; seguramente porque iría en contra de los preceptos de la defensa de los valores de un país. Éstos habrán leído la Holy Bible pero no han aprendido uno de los principios fundamentales por los que se debería regir la condición humana; si privamos a una sola persona (allí me distancio del Obama que juega en el campo de la política, no aquel que se hubiera manifestado con el uniforme de un individuo de a pie en defensa de los derechos civiles individuales y colectivos) del derecho fundamental a tener una cobertura médica de forma gratuita, algo está fallando en el Sistema de un país que se jacta de ser el más avanzado del mundo en numerosos aspectos. De tantas cosas uno cuando viaja quisiera para su país que, en este caso, solo puedo manifestar mi complacencia porque España y las distintas comunidades que la conforman —para otros naciones, pero eso es harina de otro costal— hayan hecho de la sanidad un derecho universal. Claro que después de la salud —sin la cual tantos proyectos de vida no tendrían su razón de ser—, la siguiente cobertura básica deja bastante que desear.
2 comentarios:
Hola de nuevo Christian. Leo con agrado que nuestras afinidades son cada vez mas. Yo tengo que decir que admiro a USA por muchas, muchas cosas, pero hay dos cuestiones en las que jamás estaré de acuerdo: La sanidad pública y la pena de muerte.
Lo de las armas también debería estar, pero hoy en día tal como está la seguridad en España, ya no se que pensar.
Sanidad universal SI y auténtica justicia que piense siempre en las víctimas, para que la ley del talión no tenga justificación.
Christian voto tu post de hoy como el mejor que he leído en toda la semana.
Un abrazo.
Sanidad Pública YA
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