domingo, 15 de enero de 2023

«DIARIOS Y CUADERNOS» (1941-1995) de Patricia Highsmith: UNA AUTOBIOGRAFÍA EN «TIEMPO REAL»

En el verano de 2022 tuve ocasión de ver el documental Amando a Highsmith (2022), dirigido y guionizado por Eva Vitija-Scheidegger. A lo largo de su casi una hora y media de metraje el documental de marras desvela cuestiones poco conocidas o desconocidas sobre la vida de la escritora oriunda de Texas incluso para los admiradores de su prosa literaria. Amén del testimonio aportado por familiares, colegas de profesión y amigos de Patricia Highsmith (1921-1995), Vitija-Scheidegger debió tener acceso a (buena) parte de los diarios y cuadernos que la escritora sureña empezó a dar forma una vez cumplidos los veinte años y que se prolongaría en el tiempo hasta el fin de sus días. Al cabo de unos meses del visionado de este “revelador” documental el sello Anagrama publicó dentro de la colección «Panorama de Narrativas» lo que podríamos colegir una autobiografía «en tiempo real» de Patricia Highsmith, esto es, la compilación de los diarios y de los cuadernos de la autora de El talento de Mr. Ripley en un volumen de mil doscientas cincuenta páginas (!!). El apéndice de la presente monografía da la medida de la dimensión de un proyecto que llevó años tomando cuerpo con el fin de sumarse al tributo a la figura de Patricia Highsmith en el cumplimiento del centenario de su nacimiento. Sin lugar a dudas, un trabajo monumental que partió de ocho mil páginas de manuscritos de diarios y cuadernos con la rúbrica de Mrs. Highsmith, en un registro propio de alguien afectado de hipergrafía. Semejante enfermedad de raíz neurológica contiene en su propia definición un proceso febril de escritura esquivo a la (auto)imposición de un horario de trabajo. Mas, Patricia Highsmith dejaría anotados en sus diarios y cuadernos las horas intempestivas en que procuraba su particular sesión de psicoanálisis a través de la escritura, despojada de cualquier filtro que pudiera dar lugar a conjeturas, interpretaciones o suposiciones una vez leídos por otras personas. Poseída de un carácter autodestructivo con arreglo a una compleja infancia marcada por la ausencia de su padre biológico, Patricia Highsmith deja patente asimismo su errática vida amorosa en que su condición de lesbiana dificultó sobremanera su relación con un entorno social a menudo hostil fuera de determinados círculos alternativos de la ciudad de Nueva York. En estos ambientes Highsmith deja anotadas sus visitas al tablao donde actuaba la bailaora Carmen Amaya en la Ciudad de los Rascacielos, puro exotismo localizado cronológicamente en los años cuarenta, la década del amanecer de su condición homosexual que había quedado reprimida en su adolescencia y del (auto)descubrimiento de su pasión por la literatura, a modo de “terapia” para dar cabida al orden dentro de su caótica e itinerante existencia, con plaza final en Suiza, al país en el que residió desde los años setenta. Asimismo, de este periodo queda “registro” en esta mastodóntica obra, conteniendo una escritura cada vez más deslizada por la pendiente del resentimiento y el desánimo, dejando entrever una cierta pulsión misántropa en su fuero interno. El 4 de febrero de 1995, a los setenta y tres años, fallecería Patricia Highsmith en el hospital de Locarno sito en el cantón italiano del país helvético— víctima de un cáncer de pulmón consecuencia directa del tabaco que consumió con avidez desde su juventud, asociado a una anemia. Highsmith legó su patrimonio a la Escuela de Artistas de Yaddo, la que había sido su residencia durante el periodo de gestación de su primera novela publicada (sin seudónimo), Extraños en un tren (1951), traducida en imágenes a renglón seguido de su salida al mercado por Alfred Hitchcock, el genio nacido en Inglaterra, un país que la escritora norteamericana frecuentó a lo largo de su intensa existencia con la intención de vivir su particular «sueño europeo», en que los restaurantes y las cafeterías con aroma propio de algunas de las viejas ciudades del viejo continente están bien presentes a lo largo y ancho de sus diarios y cuadernos, buena parte de los cuales podrían ser calificados de «microrelatos» desde la óptica del siglo XXI. Una centuria que avanza camino de cubrir una cuarta parte de su recorrido sin dejar muestras de un progresivo olvido de una escritora que cultivó con gran destreza la novela negra en sus múltiples derivadas.              



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