En noviembre Neil
Young cumplirá setenta años. Dado su historial clínico, su adicción a distintas
sustancias psicotrópicas sostenida durante décadas y sus antecedentes
familiares (en especial, el proveniente de vía paterna, fallecido después de sufrir demencia senil), que llegue a esta edad con sus
facultades físicas relativamente intactas representa todo un logro. Mas, las razones que
impulsaron hace unos años a Neil Young a seguir una actividad literaria en
paralelo a su quehacer diario se deben, en buena lid, a esa necesidad acuciante
por explicar cosas que habían quedado en el tintero antes de recibir la visita
de un sombrío personaje empuñando una guadaña… De tal suerte, en 2012 emprendió la que
muchos interpretaron una fugaz tarea literaria con Neil Young: el sueño de un hippie pero que se puede formular más
extensa de lo esperado. Así parece refrendarlo la aparición en el mercado
editorial el año pasado de Special
DeLuxe: A Memoir of Life and Cars (2014), traducida en lengua castellana en
tiempo récord por Editorial Malapaso, con su bautizo en librerías (virtuales y
físicas) prevista para septiembre del año en curso. Para la ocasión, Abel Debritto,
el traductor del texto seminal a la lengua cervantina, debió familiarizarse con
ese mundo del motor que ruge en las páginas
de la presente monografía de una manera singular, a golpe de cita de un rosario
de automóviles que, en menor o mayor grado, han acompañado a lo largo de unos
sesenta y cuatro años a Neil Young, posiblemente desde que el canadiense se
subiera al coche de un comerciante de la zona donde residió a los seis
años y lo arrancó. Acto seguido, el pequeño Neil Young supo que podía ponerlo en
movimiento. Magic time. Una
experiencia demasiado poderosa para pasar desapercibida. De aquel temprano vínculo
con el mundo del motor nacería una pasión que perduraría en el tiempo y que le
serviría para hilar un relato biográfico con un posicionamiento más ortodoxo
que su primera tentativa literaria, al menos hasta la altura de la páginas
doscientos (aproximadamente) donde el texto derrapa
hacia la autopista de otra de sus
obsesiones, esta de carácter otoñal, la que le compromete con favorecer la
implantación de automóviles accionados por biocombustibles ecológicos y así
aparcar paulatinamente el uso de combustibles fósiles cuyos recursos son cada
vez más limitados.
Al igual que me ocurrió con la lectura de Neil Young: el sueño de un hippie (2014, Malpaso Editores), un éxito de ventas que sorprendió a la propia empresa, este Special DeLuxe se ha ido devorando capítulo a capítulo en poco más de un día (con su correspondiente noche), prueba palmaria que Neil Young posee una innegable capacidad narrativa fuera de las fronteras de su fecundo cancionero. Si no hubiera sido así, lo normal hubiera sido que dejara enfriar el texto para retomarlo al cabo de unos días o quizás unas semanas con el sentido del “deber” cumplido y poco más. No era fácil resolver la ecuación de integrar historias de coches con un relato personal, pero Neil Young, a mi juicio, lo ha conseguido sin que perdiera interés ninguno de estos aspectos. Sin ser un extraordinario aficionado a los automóviles, me he acomodado en la parte trasera del coche que conduce Neil Young para dejarme guiar por ese recorrido vital repleto de obstáculos —algunos bien conocidos, como el relato en primera persona del singular del diagnóstico de la polio y posterior ingreso hospitalario, o los ataques de epilepsia sufridos especialmente durante su juventud y que le llegaría a descabalgar de algunas actuaciones con los Buffalo Springfield—, donde el fin último deviene la música. Un relato que nos sirve para ir colocando las piezas de ese puzzle gigantesco que lleva la rúbrica de Neil Young y en la que no falta la imagen en el cuadro de un modelo de automóvil en representación de una nutrida colección de la que parcialmente debió desprenderse en 2010, sabedor que el descenso en picado de las ventas de discos aconsejaba acotar esos caprichos de «estrella del rock», tal como él se autodenomina con cierta ironía. La misma que emplea para referirse en una suerte de prólogo a su indecisión al decantarse por la inclusión o no de la historia de los perros que tuvo bajo su tutela o de su entorno familiar y/o fraternal para su segunda incursión literaria en la que nuevamente se coloca frente al espejo de la vida. La decisión, concluye, duró una hora. Un guiño humorístico que encuentra asidero en no pocas páginas de esta obra cincelada con una prosa que invita a creer que Neil Young heredó el talento literario de su padre Scott Young, pero sus compromisos musicales le impidieron sacar a la luz hasta hace unos años. Neil Young podría enfrentarse perfectamente a la escritura de una novela y salir bien librado. Tiene pulso para ello. Posee una proverbial mente creativa, requisito imprescindible para trazar un relato que se adentre en el terreno de la ficción y sepa sacar partido de las infinitas posibilidades que se le ofrecen. Asimismo, acredita un “doctorado” en dolor, una herramienta que puede servir a la causa de un relato en clave de terror, por ejemplo, a la estela de Christine y Buick 8: un coche perverso —extraído de la canción de idéntico título compuesta por Bob Dylan—, sendas novelas escritas por Stephen King donde los automóviles adoptan un rol principal. De seguir esta veta, Neil Young no precisaría dedicar demasiado tiempo a la fase de investigación sobre numerosos modelos de automóviles —desde todoterrenos hasta Mercedes o Buicks pasando por el Lincoln Continental sobre cuyo molde mandaría construir su prototipo de coche, el LincVolt, propulsado con biocombustible—, a los que él mismo ha dibujado para ilustrar una de las obras biográficas más honestas, sinceras y bien hilvanadas con su preceptivo toque de originalidad firmadas por un músico de nuestro tiempo. Con este background en calidad de escritor Neil Young amplía su leyenda cada vez menos desconocida por estos lares gracias al empeño de editoriales como Malpaso. A tal efecto, para cualquier buen aficionado a la música con la mirada puesta en sus grandes figuras, Neil Young. Special DeLuxe: Mi vida al volante supone una elección que está lejos de decepcionar. Más bien, corrige y aumenta al precedente literario que lleva la rúbrica del genio canadiense.
Al igual que me ocurrió con la lectura de Neil Young: el sueño de un hippie (2014, Malpaso Editores), un éxito de ventas que sorprendió a la propia empresa, este Special DeLuxe se ha ido devorando capítulo a capítulo en poco más de un día (con su correspondiente noche), prueba palmaria que Neil Young posee una innegable capacidad narrativa fuera de las fronteras de su fecundo cancionero. Si no hubiera sido así, lo normal hubiera sido que dejara enfriar el texto para retomarlo al cabo de unos días o quizás unas semanas con el sentido del “deber” cumplido y poco más. No era fácil resolver la ecuación de integrar historias de coches con un relato personal, pero Neil Young, a mi juicio, lo ha conseguido sin que perdiera interés ninguno de estos aspectos. Sin ser un extraordinario aficionado a los automóviles, me he acomodado en la parte trasera del coche que conduce Neil Young para dejarme guiar por ese recorrido vital repleto de obstáculos —algunos bien conocidos, como el relato en primera persona del singular del diagnóstico de la polio y posterior ingreso hospitalario, o los ataques de epilepsia sufridos especialmente durante su juventud y que le llegaría a descabalgar de algunas actuaciones con los Buffalo Springfield—, donde el fin último deviene la música. Un relato que nos sirve para ir colocando las piezas de ese puzzle gigantesco que lleva la rúbrica de Neil Young y en la que no falta la imagen en el cuadro de un modelo de automóvil en representación de una nutrida colección de la que parcialmente debió desprenderse en 2010, sabedor que el descenso en picado de las ventas de discos aconsejaba acotar esos caprichos de «estrella del rock», tal como él se autodenomina con cierta ironía. La misma que emplea para referirse en una suerte de prólogo a su indecisión al decantarse por la inclusión o no de la historia de los perros que tuvo bajo su tutela o de su entorno familiar y/o fraternal para su segunda incursión literaria en la que nuevamente se coloca frente al espejo de la vida. La decisión, concluye, duró una hora. Un guiño humorístico que encuentra asidero en no pocas páginas de esta obra cincelada con una prosa que invita a creer que Neil Young heredó el talento literario de su padre Scott Young, pero sus compromisos musicales le impidieron sacar a la luz hasta hace unos años. Neil Young podría enfrentarse perfectamente a la escritura de una novela y salir bien librado. Tiene pulso para ello. Posee una proverbial mente creativa, requisito imprescindible para trazar un relato que se adentre en el terreno de la ficción y sepa sacar partido de las infinitas posibilidades que se le ofrecen. Asimismo, acredita un “doctorado” en dolor, una herramienta que puede servir a la causa de un relato en clave de terror, por ejemplo, a la estela de Christine y Buick 8: un coche perverso —extraído de la canción de idéntico título compuesta por Bob Dylan—, sendas novelas escritas por Stephen King donde los automóviles adoptan un rol principal. De seguir esta veta, Neil Young no precisaría dedicar demasiado tiempo a la fase de investigación sobre numerosos modelos de automóviles —desde todoterrenos hasta Mercedes o Buicks pasando por el Lincoln Continental sobre cuyo molde mandaría construir su prototipo de coche, el LincVolt, propulsado con biocombustible—, a los que él mismo ha dibujado para ilustrar una de las obras biográficas más honestas, sinceras y bien hilvanadas con su preceptivo toque de originalidad firmadas por un músico de nuestro tiempo. Con este background en calidad de escritor Neil Young amplía su leyenda cada vez menos desconocida por estos lares gracias al empeño de editoriales como Malpaso. A tal efecto, para cualquier buen aficionado a la música con la mirada puesta en sus grandes figuras, Neil Young. Special DeLuxe: Mi vida al volante supone una elección que está lejos de decepcionar. Más bien, corrige y aumenta al precedente literario que lleva la rúbrica del genio canadiense.
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