lunes, 23 de marzo de 2015

«SUBSTITUTS» / «SECONDS» (1963) de DAVID ELY: UNA NOVELA DE CULTO BAJO UNA «DOBLE IDENTIDAD»

Surgen a diario diversas iniciativas para “reinventar” el sentido de las mediatecas en esa aldea global en la que estamos instalados. Empero, incentivar la lectura sigue siendo uno de los principales objetivos de estos centros,y por ello, en la entrada de los mismas podemos localizar una arsenal de ejemplares de segunda, tercera... o cuarta mano que aguardan a ser “reemplazados” por otros tantos volúmenes de un usuario de la mediateca. En terminología anglosajona asistimos, pues, al fenómeno del bookcrossing con un noble propósito que implique de manera directa a una red de usuarios. Semanas antes de escribir este post, la práctica del bookcrossing me dio una satisfacción que solo puedo evaluar fruto de la casuística cuando unas de las novelas que más ganas tenía de leer desde hacía lustros, Seconds (1963), llegaría a mis manos a renglón seguido de depositar un vieja edición de El padrino de Mario Puzzo a la entrada de una mediateca situada en el Área metropolitana de Barcelona. Pero lo curioso del caso es que no me dí cuenta de este feliz “encuentro” hasta pasado un día, ya que los responsables de la colección La Cua de palla (número 18) de Edicions 62 decidieron alterar el original Seconds por Substituts en un alarde de “inventiva” que llama al equívoco. Un equívoco ampliable al hecho que difícilmente Substituts debiera incluirse dentro de una colección de títulos destinada a la novela negra. Asimismo, su autor, David Ely (n. 1927, Chicago), no ha pertenecido ni por asomo a este género literario y se estrenaría, a efectos de novelista, con Seconds sabedor que su texto editado por primera vez en 1964 en Signet, una división de Random House Mondadori, podría ser “carne” de adaptación cinematográfica. Paramount no tardaría en tender sus redes sobre la obra de marras y, al cabo de un par de años, se estrenaría el film homónimo, rebautizado en el estado español Plan diabólico (1966) y cursando "billete" para su admisión en la “estación” de las cult movies. Veinte años más tarde aparecería de tapadillo en lengua catalana la novela corta de partida, condensada en apenas ciento veinte páginas con una letra minúscula dentro de una colección que no le correspondía. Ni rastro de su edición en lengua castellana, un déficit que solo el paso de los años puede reparar, quizás a la estela de su reedición en inglés en 2013 donde luce en portada los rostros de cinco hombres de idéntica apariencia. El contenido escrito por Ely corrige el significado de esta portada ya que no asistimos a una novela sobre clonación, pero sí sobre la identidad, la que convoca al banquero cuarentón Arthur Hamilton a vivir una nueva existencia con otra apariencia muy distinta (rejuvenecida), reconstruyendo para ello un pasado inventado donde la vocación adolescente de pintor cobra carta de naturaleza en un individuo llamado Antiochus Wilson.
   Seconds representa uno de sus relatos de fantaciencia con trasfondo filosófico-existencial que, si se da el escenario de una hipotética segunda adaptación cinematográfica a cargo de un director de la categoría de David Fincher, vaticino multiplicaría de manera exponencial sus ventas en amazon y otras plataformas virtuales. En la misma presumiblemente Fincher y el guionista contratado de turno podrían sopesar la inclusión de algunos pasajes de la novela desestimados en su momento por el screenwriter Lewis John Carlino y en la mesa de montaje —la secuencia en la que Wilson visita a su hija Sally, recién casada con Sam, médico de profesión—, y por su parte, desestimar la secuencia de la fiesta pagana, un requiebro onírico consignado en la cinta dirigida por John Frankenheimer, pero inexistente en el relato seminal. En tiempos en que empezaba a colarse por la puerta de atrás de los grandes estudios un aire fresco al amparo de la floreciente cultura hippie, la inclusión de la misma guardaría su lógica, dejando patente que la desnudez de los cuerpos de ellos y ellas (bronceados por el efecto de los rayos solares) era un guiño a un sentido de liberación por parte de Wilson en su nuevo relato vital. Con todo, para su adaptación a la gran pantalla, Carlino preservaría la estructura narrativa diseñada por el otrora periodista David Ely. Una estructura circular que alimenta su carácter alegórico, depositario de una orientación visionaria sobre la realidad de una sociedad que convierte a sus individuos en piezas de un engranaje, ausentes de la capacidad de sentir. Another Brick in the Wall. Pink Floyd dixit. Ely no abandonaría ese terreno de la alegoría en un ulterior trabajo, A Journal of the Flood Year (1992), imaginando una nación, la estadounidense, que levanta muros a su alrededor (a pequeña escala el estado de Arizona ya lo haría años más tarde conforme a una medida para frenar el avance de la inmigración ilegal) susceptibles de formarse grietas. Por esas oberturas “naturales” surge la posibilidad de una vía de escape a una realidad que oprime, descubriendo un horizonte de libertad hasta entonces inexplorado por algunos de los protagonistas de la séptima novela de Ely. Una novela distópica que llama a las puertas de su edición en lengua castallana y/o catalana, capaz de poder servir de acicate para la recuperación de Seconds, prensada en la imprenta del conocimiento sobre universos que sirven para calibrar nuestra capacidad de reflexionar sobre nuestro entorno. Un entorno cuya complejidad no ha pasado inadvertida por un autor que sería de justicia (rei)vindicar merced al contenido de una obra propia de un librepensador, licenciado en Harvard que un día decidió aparcar los hábitos de reportero y auxiliar administrativo, y encomendarse a la profesión de escritor de novelas y relatos cortos, a “imagen y semejanza” del cambio operado por su "doble" criatura literaria, Hamilton/Wilson que para su traslación al celuloide adoptaría respectivamente los rostros de John Randolph y Rock Hudson, este último un reclamo publicitario que no le iría nada mal para la carrera comercial de Plan diabólico tras descartarse a Laurence Olivier —la elección anhelada por Frankenheimer y su socio el productor Edward Lewis—, Glenn Ford y Kirk Douglas.  


No hay comentarios: