Surgen a diario diversas iniciativas para “reinventar” el
sentido de las mediatecas en esa aldea global en la que estamos instalados.
Empero, incentivar la lectura sigue siendo uno de los principales objetivos de
estos centros,y por ello, en la entrada de los mismas podemos localizar una
arsenal de ejemplares de segunda, tercera... o cuarta mano que aguardan a ser “reemplazados”
por otros tantos volúmenes de un usuario de la mediateca. En terminología
anglosajona asistimos, pues, al fenómeno del bookcrossing con un noble propósito que implique de manera directa a
una red de usuarios. Semanas antes de escribir este post, la práctica del bookcrossing
me dio una satisfacción que solo puedo evaluar fruto de la casuística cuando
unas de las novelas que más ganas tenía de leer desde hacía lustros, Seconds (1963), llegaría a mis manos a
renglón seguido de depositar un vieja edición de El padrino de Mario Puzzo a la entrada de una mediateca situada en
el Área metropolitana de Barcelona. Pero lo curioso del caso es que no me dí
cuenta de este feliz “encuentro” hasta pasado un día, ya que los responsables
de la colección La Cua
de palla (número 18) de Edicions 62 decidieron alterar el original Seconds por Substituts en
un alarde de “inventiva” que llama al equívoco. Un equívoco ampliable al
hecho que difícilmente Substituts
debiera incluirse dentro de una colección de títulos destinada a la novela
negra. Asimismo, su autor, David Ely (n. 1927, Chicago), no ha pertenecido ni por asomo
a este género literario y se estrenaría, a efectos de novelista, con Seconds sabedor que su texto editado por
primera vez en 1964 en Signet, una división de Random House Mondadori, podría
ser “carne” de adaptación cinematográfica. Paramount no tardaría en tender sus
redes sobre la obra de marras y, al cabo de un par de años, se estrenaría el
film homónimo, rebautizado en el estado español Plan diabólico (1966) y cursando "billete" para su admisión en la “estación”
de las cult movies. Veinte años más
tarde aparecería de tapadillo en lengua catalana la novela corta de partida,
condensada en apenas ciento veinte páginas con una letra minúscula dentro de
una colección que no le correspondía. Ni rastro de su edición en lengua
castellana, un déficit que solo el paso de los años puede reparar, quizás a la
estela de su reedición en inglés en 2013 donde luce en portada los rostros de
cinco hombres de idéntica apariencia. El contenido escrito por Ely corrige el
significado de esta portada ya que no asistimos a una novela sobre clonación,
pero sí sobre la identidad, la que convoca al banquero cuarentón Arthur Hamilton a vivir
una nueva existencia con otra apariencia muy distinta (rejuvenecida),
reconstruyendo para ello un pasado inventado donde la vocación adolescente de
pintor cobra carta de naturaleza en un individuo llamado Antiochus Wilson.
Seconds representa uno de sus relatos de
fantaciencia con trasfondo filosófico-existencial que, si se da el escenario de
una hipotética segunda adaptación cinematográfica a cargo de un director de la
categoría de David Fincher, vaticino multiplicaría de manera exponencial sus
ventas en amazon y otras plataformas virtuales. En la misma presumiblemente
Fincher y el guionista contratado de turno podrían sopesar la inclusión de
algunos pasajes de la novela desestimados en su momento por el screenwriter Lewis John Carlino y en la
mesa de montaje —la secuencia en la que Wilson
visita a su hija Sally, recién casada con Sam, médico de profesión—, y por su parte, desestimar la secuencia de la
fiesta pagana, un requiebro onírico consignado en la cinta dirigida por
John Frankenheimer, pero inexistente en el relato seminal. En tiempos en que
empezaba a colarse por la puerta de atrás de los grandes estudios un aire fresco
al amparo de la floreciente cultura hippie,
la inclusión de la misma guardaría su lógica, dejando patente que la desnudez
de los cuerpos de ellos y ellas (bronceados por el efecto de los rayos solares)
era un guiño a un sentido de liberación por parte de Wilson en su nuevo relato
vital. Con todo, para su adaptación a la gran pantalla, Carlino preservaría la
estructura narrativa diseñada por el otrora periodista David Ely. Una
estructura circular que alimenta su carácter alegórico, depositario de una
orientación visionaria sobre la realidad de una sociedad que convierte a sus
individuos en piezas de un engranaje, ausentes de la capacidad de sentir. Another Brick in the Wall. Pink Floyd dixit. Ely no abandonaría ese
terreno de la alegoría en un ulterior trabajo, A Journal of the Flood Year (1992), imaginando una nación, la
estadounidense, que levanta muros a su alrededor (a pequeña escala el estado de
Arizona ya lo haría años más tarde conforme a una medida para frenar el avance de la inmigración
ilegal) susceptibles de formarse grietas. Por esas oberturas “naturales” surge la
posibilidad de una vía de escape a una realidad que oprime, descubriendo un
horizonte de libertad hasta entonces inexplorado por algunos de los
protagonistas de la séptima novela de Ely. Una novela distópica que llama a las
puertas de su edición en lengua castallana y/o catalana, capaz de poder servir
de acicate para la recuperación de Seconds,
prensada en la imprenta del conocimiento sobre universos que sirven para calibrar
nuestra capacidad de reflexionar sobre nuestro entorno. Un entorno cuya
complejidad no ha pasado inadvertida por un autor que sería de justicia
(rei)vindicar merced al contenido de una obra propia de un librepensador,
licenciado en Harvard que un día decidió aparcar los hábitos de reportero y auxiliar administrativo, y encomendarse a la profesión de escritor de novelas y relatos cortos, a “imagen
y semejanza” del cambio operado por su "doble" criatura literaria, Hamilton/Wilson que
para su traslación al celuloide adoptaría respectivamente los rostros de John Randolph y Rock
Hudson, este último un reclamo publicitario que no le iría nada mal para la carrera
comercial de Plan diabólico tras descartarse a Laurence Olivier —la elección anhelada por Frankenheimer y su socio el productor Edward Lewis—, Glenn Ford y Kirk Douglas.
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