Por efectos del descenso de la natalidad, de un tiempo a esta parte en el estado español se ha considerado familia numerosa el hecho de
tener tres hijos cuando esa calificación en los años sesenta, setenta y ochenta
se consideraba a partir de cuatro vástagos. A lo largo de catorce años, Jordi Pujol
i Soley y Marta Ferrsusola i Lladòs tuvieron un total de siete hijos. Lo que para
el común de los mortales (desde la óptica de un país situado en el sur de
Europa) hubiera sido que el proyecto de vida de la pareja Pujol-Ferrusola era
la educación y el cuidado de semejante prole, en cambio para el patriarca
ocuparía un lugar secundario al albur de su compromiso “amb el poble de
Catalunya”. Ese, pues, parecía su proyecto de vida, algo que el paso del tiempo
ha “matizado” de una manera inequívoca. De hecho, a la luz de la creación de la
comisión de investigación sobre los casos de corrupción (especialmente, el caso
Pujol) auspiciada por el Parlament de Catalunya y presidida por el miembro de la CUP David Fernández (ejemplar en su cometido hasta la fecha),
se ha podido constatar que hemos vivido una gran mentira. La justificación de que
Jordi Pujol i Soley se ocupaba “de” Catalunya mientras sus hijos y su mujer
jugaban en el patio de atrás a ser empresarios sin otro cometido que prosperar
en sus respectivas existencias obedece a una pura farsa. Difícilmente, esas “lagunas”
que sigue exhibiendo el pater familias cuando se hace referencia a la actividad
profesional de sus vástagos y de su esposa tienen otro sentido que tender una
cortina de humo, adoptar una actitud exculpatoria, de blindaje que quedaría
dinamitada en mil pedazos el pasado 25 de julio cuando confesó tener una cuenta
en el extranjero en virtud de una presunta herencia legada por su padre
Florenci Pujol y que no tuvo tiempo de regularizar a nivel fiscal por espacio
de más de tres décadas. En ese periodo los miembros del clan prosperarían y de
qué manera. El grueso de la familia Pujol podría impartir clases de un máster
sobre economía financiera con el objeto de evadir impuestos a través de la
confección de empresas interpuestas. Entre los miembros de la familia, el primogénito
Jordi Pujol i Ferrusola podría ser el titular de la “cátedra” en esas prácticas
llamadas a situarlo como un auténtico “depredador económico” en lugar del
autocalificativo que utilizaría ante los diputados del Parlament de Catalunya,
el de “dinamizador económico”. Todo un eufemismo en boca de un personaje
siniestro al que la inmensa mayoría de los catalanes nunca habíamos escuchado
su voz y tan solo teníamos unas imágenes de archivo para asociarlo con su
persona.
Poco o nada me
importa del destino judicial que deparará a cinco de los siete hijos de los
Pujol y a sus progenitores. Creo que su condena ya está fijada, habiendo llegado
a la conclusión que tras escuchar la práctica totalidad de las declaraciones en
la comparecencia de Jordi y sus hermanos Pere y Oriol Pujol de los días 23 de
febrero y 2 de marzo de 2015 en el Parlament que son unos maestros a la hora de disfrazar la realidad, evitando a toda costa
llegar al meollo del asunto. La
sombra de la sospecha planea sobre todos ellos porque son personajes de muy
dudosa moralidad que utilizaron las puertas que abría su apellido para
beneficio personal sin reparar en las consecuencias que ello podría acarrear. Al
amparo del cortijo de Convergència i
Unió se sustanciaron infinidad de tejemanejes, acuerdos que acabarían
beneficiando a ese clan. Si, clan Pere Pujol, el término que mejor se adapta a
una familia “benavinguda” (otro eufemismo) que trata de cerrar filas desde el cónclave celebrado el verano del pasado año en la residencia sita en la Tour
de Carol (en el Pirineu Catalán), y que rinde cuentas estos meses y los venideros con los tribunales de
justicia. Alguien que, como Jordi Pujol i Soley podría recordar detalles de la
vida de una familia de un pueblo de la Catalunya profunda difícilmente se le podría
escapar que no estuviera al cabo de los movimientos de sus vástagos. Ese nido de víboras ha ido saliendo del cesto estas semanas para demostrar que aún
siguen teniendo veneno, mostrando la peor cara posible de una familia de
estructura jerarquizada a imagen y semejanza de las familias mafiosas con la
figura del consigliere, el avvocato y demás individuos que se
mueven con destreza en las cloacas de
la judicatura para evitar el ingreso en prisión de sus clientes. Las miserias
propias de una Catalunya que pretende seguir contando con esos patriotas afines a los Pujol —con Artur Mas a la cabeza, el hijo adoptivo del
padrino Jordi Pujol i Soley— para
construir una nueva idea de país. Escuchando a Meritxell Borràs en representación
de CIU en las sesiones de la comisión parlamentaria, si fuera por su voluntad
Pujol y su troupe quedarían libres de
cualquier acusación, y todo sería Mas
de lo mismo pero con un cambio de fronteras y un estatus de soberanía propia,
eso sí.
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