Llega un punto de nuestras trayectorias personales que los
proyectos que aún no han encontrado salida se acumulan y tienen visos de
perpetuarse. A finales del año pasado empecé a barruntar la posibilidad de
escribir un libro sobre la obra de Jerry Goldsmith (1929-2004), que había acariciado años
atrás pero que acabarían pasando por delante otros proyectos. Pero no quería
realizar una monografía exclusiva para fans, sino que el empeño iba más allá,
en el sentido que Jerry Goldsmith revolucionaría el mundo de las bandas sonoras,
contribuiría sobremanera a cambiar el concepto de la música de cine entendido
hasta bien entrada la década de los cincuenta con un sentido funcional sin
apenas incidencia en la dimensión emocional de los personajes que concurrían en
una determinada cinta. No era un tema baladí que se despachara a golpe de
reseguir una línea de puntos que definieran un estilo, una forma de encarar un
ejercicio profesional en el campo audiovisual que duró casi cincuenta años.
Cuando planteas un libro de estas características te enfrentas a la obra de un
auténtico titán cuya mente trabajaría sin descanso, en una muestra más que
evidente de ese genio cuya inspiración le pilla en la mesa de trabajo y no de
vacaciones. Goldsmith compuso más de ciento sesenta bandas sonoras, descontadas
una docena que acabarían durmiendo el sueño de los justos verbigracia de ser
rechazadas por productores y directores de turno.
Al encarar la recta final del libro sobre
Jerry Goldsmith no puedo por menos que ratificar y, si acaso ampliar, mi admiración
por una obra musical que destaca por su tremenda versatilidad, quizás como ningún
otro compositor de su tiempo y de generaciones posteriores haya podido llevar a
cabo. Un talento natural que tuvo en una formación de primera, sustentada en el
“trípode” Jakob Gimpel/Mario Castellnuovo-Tedesco/Miklós Rózsa —todos ellos de origen europeo— la
clave para entender su apabullante dominio de cada uno de los resortes que
implican y comprometen a la tarea de compositor, sin que ningún género se le
resistiera. Está siendo un viaje por el conocimiento de la música de Goldsmith
apasionante, en que para ello ha sido fundamental la implicación en el proyecto
de Jaume Carreras, coautor de la monografía. Ambos fijamos un objetivo y lo
estamos desarrollando conforme a lo previsto: por encima de todo, Jerry
Goldsmith debería ser considerado uno de los grandes músicos del siglo XX, con
independencia de haber militado en el cinematógrafo durante su segunda mitad y
en el arranque del siglo en el que nos encontramos. Él reformuló la música de
Alban Berg, Igor Stravinsky, Dimitri Schostakovich o Béla Bártok en el espacio
del cine, dotándolo de un sentido, de un efecto que tan solo unos pocos se habían
atrevido a explorar, caso de Bernard Herrmann, Leonard Rosenman o Alex North.
Allí donde se desnuda el alma humana a través de las emociones que la música
sabe y puede expresar.
Una vez más, cumplo uno de mis sueños. Para ello han debido pasar unos cuantos años, imprescindibles para dotar de perspectiva histórica una obra, la de Goldsmith, que no tiene parangón en el cine norteamericano. Así, diez años después de su muerte rendimos honores a la impresionante figura creativa de Jerry Goldsmith merced a una monografía a publicar por T&B Editores que esperemos sea de referencia para todos los amantes de la música de cine y, en general concebida en la pasada centuria, "el siglo de las luces" por lo que atañe a compositores que se dedicaron en cuerpo y alma a un medio que requería de un cambio de orientación cara a no incurrir en repetir las mismas dinámicas que se habían configurado con el advenimiento del sonoro. A fuer de ser sinceros, ha supuesto un esfuerzo considerable en el plano intelectual, pero creo que está valiendo la pena. El resultado de todo ello, a partir de noviembre del año en curso.
Una vez más, cumplo uno de mis sueños. Para ello han debido pasar unos cuantos años, imprescindibles para dotar de perspectiva histórica una obra, la de Goldsmith, que no tiene parangón en el cine norteamericano. Así, diez años después de su muerte rendimos honores a la impresionante figura creativa de Jerry Goldsmith merced a una monografía a publicar por T&B Editores que esperemos sea de referencia para todos los amantes de la música de cine y, en general concebida en la pasada centuria, "el siglo de las luces" por lo que atañe a compositores que se dedicaron en cuerpo y alma a un medio que requería de un cambio de orientación cara a no incurrir en repetir las mismas dinámicas que se habían configurado con el advenimiento del sonoro. A fuer de ser sinceros, ha supuesto un esfuerzo considerable en el plano intelectual, pero creo que está valiendo la pena. El resultado de todo ello, a partir de noviembre del año en curso.
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