Pimlico es un barrio situado en la zona de Westminster, en el corazón de la capital inglesa, que en los últimos compases de los cuarenta —una década en
la que Londres estuvo a merced de los bombardeos aéreos, sufriendo con especial
crueldad los estragos de la Segunda Guerra
Mundial— vio proyectado su nombre a las esferas de la popularidad procurada por
el cinematógrafo verbigracia del estreno de un título surgido de la factoría
Ealing. Al poco de la puesta de largo de Passport
to Pimlico (1949) nacía en ese mismo rincón de Gran Bretaña Steve Richard
Hackett. Cumplidos los veinte años de existencia, Steve Hackett, tras su paso por una formación afroinglesa llamada Heath Brothers,
recalaría en otra hermandad musical,
la integrada por Peter Gabriel, Phil Collins, Mike Rutherford y Tony Banks. La voz cantante de
Genesis, que así se llamaba la formación, la llevaría Gabriel, al punto
que Steve Hackett ilustraría un sentimiento más o menos compartido por los otros miembros, el de una «orquesta en el foso» mientras el carisma del artista proclive al disfraz se elevaba sobre
el escenario. Pese a ese reino de
taifas en el que acabaría convirtiéndose Genesis, Steve Hackett parecía no
tener cabida una vez Phil Collins tomó el mando de la situación ante la salida
de Peter Gabriel llamado por los cantos de sirena del cinematógrafo, el
guitarrista nativo de Pimlico expediría un pasaporte
a esa libertad creativa capaz de asegurarle una plaza entre los artistas de
culto cara a diversas generaciones. Pese a su extraordinaria amalgama de discos
que brindaría a partir de su álbum de debut en solitario, Voyage of the Acolyte (1975), Steve Hackett ha puesto en valor su
etapa al servicio de Genesis, sabedor que en la misma había contribuido a
escribir algunas de las páginas más brillantes de la Historia de la música
contemporánea del último tercio del siglo XX. Faltaba, empero, la perspectiva
necesaria para que Mr. Hackett calibrara la importancia de ese proyecto
desarrollado en común por un repóker de músicos de talento de veintitantos años, para
proceder, al cabo, a la recuperación del Genesis de la primera mitad de la década de los 70 para los escenarios de medio
mundo. En ese empeño iría trabajando a lo largo de los años, de manera
simultánea con diversos proyectos personales y colectivos. A las puertas de la
edad de jubilación, Hackett lleva recorrido un amplio camino desde entonces
colocando el foco sobre su etapa en Genesis. Para el que ha denominado «Genesis
Extended 2014 World Tour» Hackett se ha visto arropado por un line-up que saca lustre a la esencia musical de Nursery Crime (1971), Foxtrot (1972), Selling England By the Pound (1973) y The Lamb Lies Down On Broadway (1974). El pasado día 28 de mayo
pude asistir al magisterio de Hackett y su banda en el Barcelona Teatre
Musical, enclave localizado en las faldas de la
Montaña de Monjuich, desde cuyo punto más elevado podría
observarse el caos que reinaba en la principal arteria del barrio de
Sants, en que la violencia campaba a sus anchas para vengar la tentativa de
derribar (a medias) un espacio de autogestión cultural, el de Can Vies. De
nuevo, los medios de comunicación se ocuparían de la crónica de una mala
noticia mientras que la buenanueva de la actuación en el Barcelona Teatre
Musical en la noche de ese miércoles de
ceniza (consecuencia de esos contenedores y mobiliario urbano que ardió por la ira de unos pocos) quedaría mayoritariamente silenciada. Lógicamente,
para los casi dos millares de espectadores que acudimos a una cita con la
historia musical, la realidad fue otra muy distinta. Dos horas y media de
concierto dejaron a las claras que Steve Hackett lograría el efecto buscado. El
efecto de una música que invita a la ensoñación a través de un mecanismo
perfectamente engrasado, en que Hackett, situado en el centro del escenario
guitarra en ristre, se siente envuelto, arropado por un conjunto de músicos que
adoptan su rol sin necesidad de tener la impresión que operan «en el foso» mientras el maestro de ceremonias
hace gala de un protagonismo excesivo.
Fue la primera
vez que veía actuar en directo a Steve Hackett, para la ocasión, en compañía de
Sir Eduardo Martin y Álex Lema, situándonos en el anfiteatro de un Barcelona Teatre Musical prácticamente
abarrotado. Desde esa posición teníamos una perfecta panorámica del
funcionamiento de ese mecanismo de relojería, de ese tic tac sincronizado al compás de los acordes de Hackett y del
bajista Nick Beggs (su figura filiforme y su larga melena rubia y lacia creaban cierta
confusión desde la distancia), de la parte de percusión a cargo de Gary O’Toole
(tocado por un sombrero de hongo cuando empezaba a anunciarse el fin de fiesta), de los teclados de Roger
King, de la voz de Nad Sylvan y de la aportación del multiinstrumentista Rob
Townsend. Este último nos deleitó con el uso de la flauta mágica que contribuiría sobremanera a robustecer el carácter
bucólico, pastoral, de piezas como
“The Fountain of Salmacis”, “The Musical Box” o “Supper’s Ready” (superlativa
su ejecución) extraídos de los álbumes que jalonan esa Edad de Oro del rock
sinfónico o progresivo en sus múltiples variantes, y de Genesis en singular. Al
final del magisterio de Hackett y su banda, con la propina de “Los Endos”, leí en los rostros de algunos de los
asistentes a ese evento la idea de felicidad atrapada en ese túnel del tiempo
que viajaría hacia los años de excelencia creativa de la etapa de Genesis de
Peter Gabriel, pero también de Steve Hackett. La salida de ambos provocaría un cisma creativo, provocando que el fiel de la balanza se decantara hacia ese
paisaje pop-rock que llevaba la marca de Phil Collins. Cualquier tentativa de
reunificación de Genesis pasa por la aprobación del batería y voz del grupo
durante muchos años. Pero su distanciamiento con Hackett invita a creer que la
resolución de la ecuación se complica. Mientras tanto, Hackett concluye la gira
por el continente europeo de Genesis Extended 2014 World Tour en Portugal. Allí, a buen seguro, le aguardará Joanna Lehmann, su esposa con que quien recientemente se casó y que ha
fortalecido su espíritu juvenil y su ilusión por una música encofrada de
múltiples estilos, pero con una seña de identidad bien definida en esos horizons descritos en el libro del
Genesis de la Biblia
del Rock Sinfónico, en que el arcangel
Gabriel se dejaría secundar por músicos del tronío de Mr. Hackett, cuyo primer
pasaporte se expediría en Pimlico el 12 de enero de 1950. Ahora, a sus sesenta
y cuatro años, su regreso a la época de Genesis le ha rejuvenecido en todos los
sentidos para la dicha de los que seguimos creyendo con más firmeza que nunca
que el rock sinfónico lleva inscrito el valor de la reivindicación en un
ejercicio de acto de justicia para con la Historia musical del pasado siglo.
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