Cádiz
sigue siendo una de las provincias del estado español que mayor porcentaje de
escritores ha dado por número de habitantes. Las razones de la proliferación de
escritores gaditanos no obedece a un mayor índice de lectura concentrada en esas
latitudes, sino que se debe a diversos factores, sin descuidar el principio de casualidad. A esa prolija lista de literatos, entre los que encontramos a Juan
Bonilla, Elvira Lindo o Antonio y José Manuel Serrano Cueto, se une desde hace
pocas fechas Óscar Carrera (1992, Jerez de la Frontera ). Con tan solo
veintidós años, Carrera lleva publicados un par de libros de muy distinto
perfil, la antología de relatos La prisión
evanescente (2013, Producciones Flaca) y el ensayo
musical Malas hierbas: Historia del rock
experimental (1959-1979). Nacido el mismo año que una exposición universal
colocaría a la capital hispalense en el mapa mundial, Óscar Carrera ha tenido
en la participación de blogs (El yugo eléctrico de Alicia, Cómo conocí al de los Rivers, Desde el cadalso) un campo
abonado para dar rienda suelta a su procaz vena de escritor, estimulado por una
formación que no conoce fronteras, desde lo gastronómico hasta lo musical
pasando por la novela. Esa misma hambre
por publicar en papel que le ha llevado a cocinar esas malas hierbas formuladas bajo los parámetros del rock experimental
circunscrito a la década de los sesenta y setenta. Allí donde florecieron infinidad de grupos que
tratarían de revertir el orden natural de las cosas, a fuerza de exprimir el
magín mientras se ingerían sustancias psicotrópicas, se procedían a lecturas
perfiladas sobre lo místico, esotérico o mágico, y los ejercicios con los
instrumentos obedecía a la gimnasia
diaria, aparcando así los hábitos docentes
en la inmensa mayoría de los casos. Dicho lo cuál, un libro de las características
de Malas hierbas: Historia del rock
experimental (1959-1979) parecería más lógico que hubiera llevado la rúbrica
de un veterano musicólogo bregado en mil y una tiendas de segunda mano, a la
caza y captura del vinilo raro, de esa pieza de coleccionista que colocar (another brick in the wall) a lo ancho de una pared de una habitación de un hogar, verbigracia de una esclava afición,
convertido en santuario de la música
contemporánea. Empero, la insultante juventud de su autor Óscar Carrera razona
en la idea de que su provisión de fondo musical para tejer el relato, en forma
de guía, de Malas hierbas, se
encuentra más en esa "biblioteca de Alejandría del siglo XXI" llamada Youtube que
en una extensísima colección de vinilos y CD’s, salvo que figurara beneficiario
de una eventual herencia de plásticos y
decibelios. Lo que sí parece incuestionable es que Carrera ha trabado una
obra exhaustiva en su apartado expositivo, que le concede un conocimiento
impropio de un joven de su edad, macerado a partir de un número infinito de
audiciones concentradas en un relativo corto espacio de tiempo. De la
excelencia a la pobredumbre musical (fiel
exponente de ello, la banda The Shaggs, cuya génesis estaría envuelta en una
suerte de epifanía dictada por el patriarca Austin Wiggin), el oído de Carrera
ha trabajado a destajo para que la mente procesara una obra-guía que
repercutiera en el papel un texto ágil, fluido, sin arabescos de por medio. En su conjunto, Malas hierbas representa uno de esos libros que, pese a la proliferación de juicios sobre el parecer de un determinado disco o grupo, no resulta molesto
ni ofensivo. Más bien, refuerza su carácter de obra singular, siendo una nueva
aproximación en torno a una época y un espacio de una música (con su epicentro en
Gran Bretaña, pero sin descuidar el carácter transversal del fenómeno del rock)
que encontraría arraigo en una generación que hizo de la misma (casi) un dogma
de fe. Cualesquiera que se enfrente a la lectura del presente volumen llegará a
la conclusión de que estamos ante una de las etapas de mayor fertilidad
creativa de la Historia
de la Música Contemporánea ,
con especial significación para el fenómeno del rock sinfónico al que Carrera
atiende sobre todo en ese trienio dorado, el de 1971-1973. En este sentido, me
congratula observar cómo tras la publicación de Historia del rock sinfónico (2012) escrita por un servidor, hasta
la fecha un par de títulos han seguido su estela en el mismo sello editorial,
esto es, Yes: Más allá del abismo (2013)
y Malas hierbas: Historia del rock
experimental (1959-1979). Obras complementarias al texto que vio la luz
hace un par de años, escrita en el caso de esta última por un representante de
una nueva generación de escritores al que es fácil adivinar una carrera prolífica, en consonancia con
dos de los músicos citados en su primer ensayo, Rick Wakeman (el teclista de
Yes) y Frank Zappa. Sendos compositores e instrumentistas que ocuparían lugar
en las últimas hojas de un hipotético diccionario conformado por los centenares
de nombres propios que se dan cita en las páginas de esas Malas hierbas, una obra que, a buen seguro ha arrancado horas de sueño de un calendario personal apto para pasar
conforme a un ciclón en la vida de Óscar Carrera.
Existe vida después del cine. Muchos me vinculan a este campo. Este blog está dedicado a mis otros intereses: hablaré de música, literatura, ciencia, arte en general, deportes, política o cuestiones que competen al día a día. El nombre del blog remite al nombre que figura en mi primera novela, "El enigma Haldane", publicada en mayo de 2011.
miércoles, 9 de abril de 2014
«MALAS HIERBAS: HISTORIA DEL ROCK EXPERIMENTAL (1959-1979)»: GUÍA PRÁCTICA PARA AMANTES DE LA MÚSICA EN RETROSPECTIVA
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