Han transcurrido casi sesenta años desde que la biología
marcara un punto de inflexión en el campo de la genética al anunciarse un
modelo tridimensional para la estructura del ADN, en forma de doble hélice. Uno
de los primeros científicos en asistir in situ a este hito de la biología
moderna fue Leslie Orgel, recién licenciado en Ciencias Químicas, la disciplina
en la que se especializaría Francis Crick, codescubridor “oficial”, junto a
James D. Watson, de la estructura helicoidal del Ácido Desoxirribonucleico. A
partir de entonces, el interés de Orgel por conocer los mecanismos implicados
en la evolución de la especie humana a través del conocimiento de la denominada
molécula de la vida, encontraría uno de sus principales campos de trabajo.
Cierto que sus conocimientos sobre química aportaron a Orgel una base sobre la
que ampararse para ir desgranando aspectos que quedaban fuera del alcance de
las teorías que aún se manejaban en aquellos tiempos. Pero decididamente el
científico Orgel buscaba respuestas en una evaluación más amplia, implicando
aspectos que comprometían a la filosofía y la historia. Solo así lograría armar
un obra del alcance de The Origins of
Life: Molecules and Nature Selection (1973), en que daba las claves para
entender la necesidad de crear modelos sostenibles para ir trazando el mapa de
la evolución de una molécula de la complejidad del ADN. Orgel
sostuvo una teoría que no tardaría en ser aceptada como válida, que el ARN (Ácido
Ribonucleico) precedió a la estructura del ADN debido a que su nivel de
complejidad era inferior. Ya situados en la década de los años ochenta, Orgel y
Crick colaborarían en los laboratorios de Cold Spring Harbor, siendo una de las
líneas de estudio esa parte del ADN a la que no se le asignaba una función
específica. Estudios, en todo caso, preliminares que participaban más de la
intuición que de demostraciones empíricas capaces de arrojar luz sobre el
denominado «ADN basura» o «ADN
noncoding». Fallecidos en la década pasada
ambos científicos, a buen seguro la noticia que ha saltado a la primera plana
de la actualidad científica y de la que se han hecho los medios de comunicación
generalistas, hubiera sido acogida con ciertas dosis de entusiasmo, pero al
mismo tiempo de cautela. A lo largo de estos treinta últimos años, la revolución
tecnológica ha servido para catalizar un proceso de secuenciación del genoma
humano que tuvo en James D. Watson al director de un proyecto sumamente
ambicioso, pero que acabaría tomándole la delantera el equipo liderado por
Craig Venter, sin necesidad de recurrir a los fondos públicos dispuestos por
parte del Gobierno Federal de los Estados Unidos. A raíz de haberse completado
la secuenciación del genoma humano hace unos años, diversos proyectos han ido
creciendo atendiendo a este nuevo hito de la biología molecular. Entre éstos se
situaría el proyecto Encode (acrónimo del inglés ENcylopedia of DNA Elements), cuyo
objetivo fijado ha sido investigar en la función del «ADN noncoding».
Para ello se unirían una cuarentena de laboratorios de todo el mundo, siendo a
principios de septiembre de este 2012 que se han publicado en revistas de la
categoría de Nature algunos avances
significativos, prestos a concluir que la importancia de esta parte del ADN
confirma las sospechas sobre la misma. Los científicos versados en este campo
estaban más que nunca a la expectativa tras la sorpresa que había deparado el
hecho de saber que tan solo unos 22.000 genes se hallaban en el genoma humano,
echando por tierra la teoría de la existencia de más de 100.000 genes. Con este
revelador dato, cabía esperar una noticia que desmontara ciertos apriorismos y caminara
sobre conceptos que reforzaran la idea de la gran complejidad que envuelve a
los procesos biológicos a escala molecular. Así pues, ese «ADN basura» (en la que no participan genes que sinteticen proteínas) no es tal sino que presenta una laberíntica red de interruptores que dinamitan
esos modelos simples que trataban de imponerse en los sinposiums o congresos científicos no hace demasiado tiempo atrás. Como
bien señala Rogelio González Sarmiento de la Universidad de
Salamanca, después de este hallazgo, «el
siguiente gran paso será potenciar el estudio del genoma gracias a la Bioinformática ».
Sin duda, la fascinante historia de la genética desde los tiempos de Johaness
Mendel hasta la actualidad, se cobran un nuevo capítulo con esta línea de
investigación a seguir, en la que han intervenido de forma activa algunos de
los laboratorios del estado español, muestra inequívoca de que el desarrollo
científico debería ser una asignatura de obligado cumplimiento en el programa
electoral de aquellos partidos con opciones de regir los destinos de nuestro país.
Existe vida después del cine. Muchos me vinculan a este campo. Este blog está dedicado a mis otros intereses: hablaré de música, literatura, ciencia, arte en general, deportes, política o cuestiones que competen al día a día. El nombre del blog remite al nombre que figura en mi primera novela, "El enigma Haldane", publicada en mayo de 2011.
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