domingo, 18 de marzo de 2012

RICHARD BROOKS (1912-1992): LA IMAGEN Y LA PALABRA DE UN MAESTRO DEL SÉPTIMO ARTE

El director, guionista y novelista Richard Brooks
Mediada mi etapa en el instituto empecé a anotar en unas fichas las películas que iba viendo, clasificándolas por directores. La semilla, por tanto, de lo que vendría más adelante y mi firme voluntad por seguir alimentando unos gustos personales que me han ido guiando hasta la fecha. Al buscar estos días en el “baúl de los recuerdos” aquel fichero, me detengo en la «B» de «Brooks, Richard» para escudriñar en el dato del día que descubrí A sangre fría (1967). Estrenada en los Estados Unidos en el año de mi nacimiento, pude verla por primera vez el 7 de febrero de 1988, es decir, a los veintiún años en una proyección inmaculada en una de las salas del Verdi de Barcelona que, si la memoria no me juega una mala pasada, llevaba poco tiempo su funcionamiento conforme al concepto de multicine. A partir de entonces pasó a ser una de mis películas favoritas y la reviso cada x tiempo para volver sobre ese magisterio a todos los niveles, leo con fruición cualquier antología crítica o ensayo en torno al film, y por ende, de la excelente novela homónima de Truman Capote. Por derecho propio, Richard Brooks pasaría a formar parte de mi particular galería de cineastas a seguirle la pista y en ese propósito el verbo decepcionar apenas se ha conjugado en lo relativo al desarrollo de su segunda etapa tras las cámaras, aquella cuyo punto de arranque se concretaría a finales de los años cincuenta.
   Hace cien años que nació. Hace setenta años que apareció por primera vez su nombre en los créditos cinematográficos en calidad de director de diálogos, la misma labor técnica con la que debutaría otro liberal asentado en la Meca del Cine como Sydney Pollack. Hace veinte años que murió. Pero presumo que en pocos periódicos en papel o en sus respectivas ediciones digitales de nuestro país veremos a lo largo de la celebración del año de su centenario reservarle ni tan siquiera una columna o un faldón glosando la contribución al cinematógrafo de Richard Brooks. “Imperdonable” omisión para quien filmara y firmara una de las más duras diatribas sobre el denominado “Cuarto Poder” en Deadline USA (1952), que nunca se estrenó en salas comerciales del estado español verbigracia de la política de censura del régimen franquista.
   Aun hoy en día, incluso para aquellos familiarizados con el cine de Richard Brooks en su vertiente de guionista asalariado, y de director-guionista bajo cuerda de la Metro o abrazando la libertad creativa al amparo de la formación de su propia compañía financiera, poco o nada dice su faceta de contador de anécdotas e historias. En la mayor parte de las ocasiones, esos documentales consagrados a cineastas muestran a hombres y mujeres (las menos) reflexionando con el ceño fruncido en torno a sus respectiva obras sin salirse de la escaleta prevista. Brooks, en cambio, se presenta ante los telespectadores en un documental realizado por Richard Schikel con un sentido del humor ribeteado de sapiencia pero, al mismo tiempo, desprejuiciado. Me reí cuando contaba la anécdota a propósito de su ópera prima, Crisis (1950), en que al ejecutar un tráveling lateral sobre unos rieles la cámara experimentaría un movimiento abrupto al pasar por encima de la pierna escayolada del propio cineasta. Esa vertiente de storyteller de Brooks quedaría refrendada en el libro-entrevista de Pat McGilligan Backstory 2 (2000, Ediciones Plot). Impagable la anécdota de su encuentro con Sinclair Lewis, quien había escrito una reseña de su segunda novela, The Brick Foxhole (1945) y que aprovechando una visita a Nueva York del joven licenciado en Periodismo, quedarían citados. En una céntrica cafetería de la Ciudad de los Rascacielos confesaría Brooks a Lewis su propósito de hacer algún día una versión cinematográfica de su novela El fuego y la palabra (1927). El consejo que obtuvo del veterano literato fue: «Si alguna vez hace usted una película con el libro, haga una película, no haga un libro». En ese momento no se apercibió del alcance de semejante frase con aromas de sentencia. Una docena de años más tarde con el proyecto sobre la mesa, las palabras de Lewis recobraron todo el sentido para Brooks. La imagen y la palabra. En la combinación de ambos conceptos, cuál alquimista, Brooks supo equilibrar el peso de una y otro para cada secuencia. Su cine sigue siendo intenso, reflexivo, sombrío y amargo cuando toca, emocional y apasionado en ocasiones. Asomarse a su cine es como hacerlo a la ventana de la vida. Puedes reconfortarte con una suave brisa para, al mínimo descuido, dejarte helado. Es un cine que podemos visitar en cada una de las estaciones del año: A sangre fría para una gélida noche de invierno; Los profesionales (1966) en una tarde de verano, al caer el sol; Con los ojos cerrados (1969) una de las más lúcidas reflexiones sobre el fracaso matrimonial que jamás he contemplado en pantalla— en pleno otoño y El fuego y la palabra (1960) en primavera para contrarrestar una programación televisiva racimada de films sobre la figura de Jesucristo. Su versión del libro de Lewis coloca en la picota ese fanatismo religioso "inmisericorde" con la inocencia humana. Un cuarteto de títulos que, al final de una temporada, bastaría para que muchos de los desconocedores de la obra de Brooks llegaran a la conclusión de su grandeza.    


Enlace magistral prólogo de  El fuego y la palabra en Youtube, en homenaje a Richard Brooks en el centenario de su nacimiento:



3 comentarios:

oncle Jules dijo...

Muchas gracias por esta entrada.
A mí personalmente me parece muy bella la adaptación de LOS HERMANOS KARAMAZOV que hizo este director.
Pero mi favorita es LOS PROFESIONALES; y también me gusta mucho BUSCANDO AL SEÑOR GOODBAR.
Un saludo.

Christian Aguilera dijo...

Hola Oncle Jones:

Buena parte de las películas de Richard Brooks no llegaron a estrenarse en nuestro país y algunas, como Buscando al Señor Goodbar prácticamente no se han repuesto o visto por la televisión cuando fue un título avanzado para su época.

En breve haré un enlace a tu blog que, en primera instancia, me ha parecido muy interesante y cuidado en los detalles.

Un saludo y pásate por Haldane cuando quieras,

Christian Aguilera

Christian Aguilera dijo...

Oncle Jules, sorry