domingo, 11 de marzo de 2012

OLOT, LA «CIUDAD MALDITA»: TWIN PEAKS LIMITA CON LOS PIRINEOS

A finales de los años ochenta éramos legión aquellos dispuestos a sentarnos ante el televisor para asistir a la cita semanal de la emisión de la serie Twin Peaks. Esa composición de Angelo Badalamenti ya nos introducía en una nueva dimensión donde los interrogantes arreciaban cuál lluvia de estrellas. David Lynch, uno de sus creadores, junto a Mark Frost, a preguntas del porqué concibe esos mundos, a priori, sin sentido, responde con toda naturalidad que «nuestras vidas y lo que gira en nuestro entorno están condimentadas por lo absurdo». Qué mejor, pues, tomar un pueblo “inventado” como ya había hecho con el Lumberton de la magistral Terciopelo azul (1986)— para mostrar las peculiaridades de unos habitantes que se revelan una caja de sorpresas, se proyectan distintas caras de una misma persona al caer la noche o con las primeras luces del día, o cuando toca arrebato en forma de interpretar el sentido del ocio fuera de los horarios lectivos o laborales. Jamás en el medio televisivo la frase en interrogativa «¿Quién mató a Laura Palmer?» ha servido mejor a la expresión McGuffin, desviando la atención sobre mil historias encofradas en la realidad de esa población alejada del mundanal ruido, en una zona boscosa no demasiado distanciada de la frontera de los Estados Unidos que limita con Canadá.
    También ubicada en una zona próxima a la frontera que separa dos estados el español y el francés, Olot, la capital de la comarca de La Garrotxa y que lo fuera de Catalunya en 1875 en el curso de la Tercera Guerra Carlina, va contrayendo méritos a mes vencido para representar un Twin Peaks con acento gerundense. Ahora que está en boga importar modelos de gestión procedente de los Estados Unidos Las Vegas situándose en el corredor del Mediterráneo, colindante al Aeropuerto de El Prat, con permiso de Madrid y bajo promesa de su Mecenas, el multimillonario Sheldon Adelson, de cumplir una serie de requisitorias impuestas por las instituciones de turno, Olot va tomando cuerpo de convertirse en la «Ciudad del Sin Sentido», guiada por comportamientos tan extraños como los que se colaban en las vidas de los moradores de Twin Peaks. De lo anecdótico se ha pasado a un estado de “perpleja normalidad” en que las noticias de la crónica negra y de determinados actos van conformando un microcosmos de extraña locura, conforme a que una nube tóxica va ocupando el cielo de ese enclave de origen volcánico. Los especialistas, desde hace décadas, no han advertido actividad en ninguno de los cuatro volcanes de la comarca, pero otra cosa bien distinta es que algunos habitantes o residentes de Olot han entrado en erupción. Celador serial killer de ancianas Joan Vila con la apariencia de un corderito y de mirada castigada por las mentiras, al estilo Russ Tamblyn; «ángel vengador» Pere Puig abandonaría su camuflaje de sheriff (de esa guisa se vestía en ocasiones este ex empleado de la construcción) para acomodarse el de cazador un funesto 15 de diciembre de 2010— con cuatro asesinatos para saldar cuentas pendientes; marido asesina a cuchilladas a su mujer… y el último caso (recién salido del horno), el de un Mosso d’Escuadra que mata a un individuo alegando defensa propia, ya que la víctima portaba un cuchillo de grandes dimensiones. Pero la cosa no acaba aquí. En la periferia de esos homicidios, Olot sigue generando noticias en que la cordura de algunos habitantes ha quedadoen entredicho. A saber. El 16 de febrero de 2011, un grupo denominado Front Unitari per a la Emancipació de la Terra secuestraba (sic) la imagen del Rey del Ayuntamiento de Olot.  Ese colectivo que obedece a las siglas FUET (en castellano, traducible por «longaniza»; cierto independentismo no pierde la ocasión para vender producto autóctono) aprovecharía ese cautiverio, visto el annus horribilis que se le avecinaría en este 2012 para practicar el vudú al cuadro de His Majesty Juan Carlos I. Justo un año más tarde, los lugareños de la capital de la Garrotxa se desayunaban con la noticia de que un guineano residente de la localidad había robado… una ambulancia. Bien es sabido que las ambulancias no suelen reparar en el color de los semáforos. Pero el guineano que pilotaba semejante vehículo debió ir con cuidado en su huida y desactivar el sonido de las sirenas, y de haber cruzado la ciudad entre las diez de la noche y las seis de la mañana se hubiera encontrado con la práctica totalidad de los semáforos sin funcionar. Medidas de ahorro energético, arguyó un portavoz del consistorio de Olot, en octubre de 2011, para corregir las depauperadas arcas del ayuntamiento gerundense. Seis mil euros, pues, que no contabilizarían en la partida de gastos de la cuenta de resultados del consistorio. Pero de seguir la racha esta cantidad se convertirá en el chocolate del loro con el fin de habilitar una partida extraordinaria con la que lavar la imagen de una localidad de unos 30.000 habitantes que de un tiempo a esta parte ha entrado en plena actividad volcánica aunque los sismógrafos dibujen líneas horizontales. Más bien habría que fijarse en los biorritmos y en las azoteas de algunos de sus ciudadanos, independientemente de la tarea que desempeñen. A buen seguro, el periodista Carles Porta ya habrá tomado nota de todo ello y después de sus experiencias literarias con sus obras Tor, la montaña maldita (2006) y Fago (2012), Olot se postula en el horizonte como "candidata" para conformar una suerte de "trilogía (pre)pirinaica" sobre la crónica negra, envuelta de misterios insondables...     

No hay comentarios: