domingo, 21 de marzo de 2010

BLACK MOUNTAIN COLLEGE: TEMPUS FUGIT

A mediados los años noventa tuve ocasión de entrevistar a Arthur Penn con motivo de un artículo que queríamos preparar para el primer número de la revista Seqüències de cinema que dirigí a lo largo de casi dos años. Asimismo, la obra de Penn figuraría entre los directores que se integrarían en mi primer libro, corregido y ampliado en 2000 con el título La generación de la televisión: la conciencia liberal del cine americano (Ed. 2001). Revisitando estos días ese número inaugural de esa publicación que ha ganado con los años un cierto carácter de culto, recordé el interés que me despertó aquellas declaraciones de un entusiasta y jovial cineasta de Filadelfia y, en especial cuando se refería a aquel lugar llamado Black Mountain College, lo más diametralmente opuesto que uno podría imaginarse en relación a un tipo de enseñanza bañada de conservadurismo. Como el recuerdo de un viejo amor, esas tres palabras han ido borrándose y alojándose en mi memoria de una forma aleatoria; en el último viaje hacia mi conocimiento traté de reconstruir, imaginar ese mundo del que Arthur Penn hablaba con una vívida intención de transmitir pasión, ternura y unas gotas de nostalgia para con un espacio idealizado donde librepensadores compartían e intercambiaban conocimientos en un espacio recóndito de la geografía estadounidense. Algunos de sus compañeros del Black Mountain College que me citó en su momento me resultaban totalmente desconocidos. El paso del tiempo ha propiciado que algunos de ellos me sean ahora familiares, pero aún así las siglas BMC reclutaron a un buen número de los alumnos y profesores que escapan a mi saber y que participaron de aquel proyecto nacido en 1933 y que se cerraría en falso casi un cuarto de siglo más tarde, en 1957. Ese sería el año que Arthur Penn recibía la alternativa por parte de Warner de dirigir su primer largometraje de ficción, El zurdo (1958). Mucho me temo cuánto se debió lamentar Arthur Penn por no haber podido convencer a productores sobre un proyecto que girara en torno a sus experiencias en el BMC antes de que en su carnet figurara su condición de octogenario y, por tanto, sus posibilidades de seguir dirigiendo disminuyeran vertiginosamente; en estos casos, las productoras se ven obligadas a suscribir una póliza de seguro que pasa indefectiblemente por tener un «realizador de reemplazo», como había sucedido en el proyecto Nostromo en que el propio Penn guardaba las espaldas de Sir David Lean por si acaso... Lo trágico del asunto es que Arthur Penn nunca se ha distinguido por ser ni tan siquiera un aplicado escritor de guiones, y esa historia sobre el BMC debía explicarla a sí mismo para luego ponerse a elaborar un primer borrador... y así hasta convencerse que aquello podría filmarse. Él, en definitiva, era el cineasta de ese grupo heterodoxo con presencia activa de poetas —Charles Olson, Michael Rumarek, Joel Oppenheimer o Robert Creeley, en cuyo curriculum vitae figuraría una temporada dedicado a la divulgación de la literatura anglosajona, en calidad de editor, en Mallorca antes de desembarcar en Asheville, Carolina del Norte, el centro de operaciones del BMC— y pintores —Susan Weel, Cy Twombly Josep Alberts, el matrimimino formado por Willem y Elaine de Kooning, y Robert De Niro, Sr. (padre de Robert De Niro)—, escultores —John Chamberlain, Ruth Asawa—, bailarines —el recientemente desaparecido Merce Cunningham, todo un revolucionario en su arte— y escritores —James Leo Herlihy—. Este último se integraría de forma sorpresiva al equipo de rodaje de Georgia / Four Friends (1981), en un pequeño pero significativo papel. La escena en la que el personaje encarnado por Leo Herlihy  acribilla a balazos al novio de su hija en el curso de la boda de ésta simboliza el fin de la inocencia de una época impregnada de ese liberalismo propugnado por los Kennedy y que, en cierta manera, ya se habían encendido algunas de sus fogatas en lugares como Ashville. Sueño lo maravilloso que hubiera sido pertenecer a ese mundo de librepensadores que miraban en lontananza los atardeceres y los amaneceres sentados al borde del lago Edén mientras los unos conversaban con los otros sobre pintura, arquitectura, literatura, poesía... Allí se forjaron multitud de proyectos e ideas que tuvieron una correspondencia práctica para la sociedad civil, pero también para propiciar obras que cartografiaran la complejidad de los sentimientos humanos, en forma de un legado poético auspiciado por Creeley, Olson y Oppenheimer, entre otros. De aquellas enseñanzas, no obstante, nacería el denominado grupo poético de Black Mountain, cuya influencia alcanzaría a los beatnicks, pero con el devenir de las décadas aquel lugar se apagaría y pronto se convertiría en sinónimo de desconocimiento. Como expresa el personaje central de Georgia, Danilo  (Craig Wasson) durante una clase en la universidad, «América no fue creada; nació de un sueño». En definitiva, Black Mouintain College acabaría siendo relegado a un sueño, una ilusión que proyectaba un ideal de escuela facultada para dar cancha a mentes creativas y no a simples computadoras habilitadas para memorizar  en sus respectivos discos duros en el sistema educativo vigente de nuestro santo país y en gran parte de los países de nuestro mundo globalizado. En cualquier caso, algún día volveré sobre Black Mouintain, aunque sea para desvelar determinados enigmas...

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