
Aquellos tiempos en los que para combatir el calor en periodo estival, en horario de madrugada, una alternativa «saludable» era escuchar el programa de radio
Polvo de estrellas de
Carlos Pumares, empecé a conocer infinidad de producciones que hasta entonces ni tan siquiera había oído hablar. Cuando Pumares, con su característico estado de enojo, recibía una llamada que le pedía cuál era, a su juicio, el mejor título de terror contestaba sin ambages: «Suspense / The Innocents,
de Jack Clayton». Ese fue el punto de partida de mi particular
enamoramiento con una pieza maestra del arte cinematográfico. Creo haberla revisado 4 ó 5 veces –algo muy infrecuente en mí--, la última de las cuales para descubrir nuevos detalles que se me habían pasado por alto y que he tratado de plasmar para el
extenso artículo publicado en Scifiworld en su número de agosto de 2009. En éste doy cobertura al análisis de los tres largometrajes (la referida
The Innocents,
A las nueve, cada noche y
Something Wicked This way Comes, adaptación de la novela
La feria de las tinieblas de
Ray Bradbury), además de un mediometraje (el oscarizado
The Bespoke Coat) que llegó a conformar
Jack Clayton. Desde su fallecimiento acaecido a mediados los años noventa —coincidiendo con la celebración del centenario del arte al que se consagraría en vida: pasó por diversos escalafones de la industria antes de alcanzar
un lugar en la cumbre reservado a los directores de una exquisita sensibilidad—pocas ocasiones ha habido para ver impreso algún artículo o ensayo dedicado al cineasta británico. Este artículo de
Scifiworld, si se quiere, es un consuelo ante la perspectiva de haber podido escrito un libro sobre Jack Clayton. Pero en la época actual no caben iniciativas de este perfil, atendiendo a que
ese cine practicado por Clayton, en el que la sutilidad, la capacidad de sugerir antes que mostrar cotiza al alza, simbolizan un valor residual hoy en día. Y en esta «operación derrumbe» de un terror que trabaja la psicología de los personajes antes que librarse a un fuego de artificios en forma de decapitaciones, ejercicios (sado)masoquistas y demás, la crítica y buena parte del público se muestra impasible. Todo vale, todo es defendible en función del sello autoral o de que da lo mismo ocho que ochenta; mientras sea terror resulta indiferente pasar hora y media de nuestras vidas frente a una pantalla; si es terror psicológico, bien, y si no, también. Gracias a films como
The Innocents he seguido fiel a propuestas de terror con una enmienda a sugerir antes que mostrar; para mostrar, ya están los telediarios. Prefiero a esos directores que trabajan con la sutileza a esos que se pasan más tiempo en el matadero y/o revisando esas chapuzas que hoy pasan como clásicos del terror contemporáneo (
La matanza de Texas,
Las colinas tienen ojos, etc.) con la intención de copiarles algún plano con las que repercutir en sus propuestas cinematográficas (sic). Pero ya sabemos que la
esquizofrenia cultural, que asimismo se da en otros ámbitos (no me refiero óbviamente a los clínicos) está a la orden del día y
que te guste una cosa y su contrario es lo más natural del mundo. Al menos, un servidor no se pliega a esta realidad y, ante la opción de enfrentarme a una producción de terror con enunciados
gore (aunque sea con ínfulas autorales, como ese ejercicio de puro masoquismo llamado
Antichrist) prefiero volver sobre las imágenes de
The Innocents,
The Carnival of Souls (1961),
La semilla del diablo (1968),
A las nueve, cada noche (1967),
Al final de la escalera (1979) o
Dead End (2003), entre otras.
1 comentario:
Christian, estoy totalmente de acuerdo contigo... "The Innocents" es una gran película. Quien afirma "entender de cine" no debería perderse. Un título que hace pocas semanas revisé. Pasé unos 90 minutos, aprox., terroríficos... tal vez sea también culpa de la siempre genial Deborah Kerr... en fin, que la época dorada era eso "dorada" y Jack Clayton un gran maestro.
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