miércoles, 1 de octubre de 2025

«CRÍMENES BESTIALES» (1975) de PATRICIA HIGHSMITH: ANTROPOMORFISMO EN ESTADO PURO

Debido a la negativa de varias editoriales a la hora de publicar el manuscrito El precio de la sal por su contenido que poco casaba con la moralidad de la época, Extraños en un tren (1950) fue el primer libro oficial de Patricia Highsmith (1921-1995) en ver la luz. Al poco tiempo de aparecer en las librerías, con la etiqueta de haber cosechado el prestigioso premio Edgar Allan Poe, Alfred Hitchcock, presumiblemente por expresa recomendación de su esposa Alma Reville —asimismo su asistente en estas lides—, compró los derechos de explotación para adaptarla a la gran pantalla. En un lapso de tiempo contabilizado en meses —algo poco frecuente según los cánones de Hollywood—, la maquinaria de Strangers on a Train se puso en marcha, y en el verano de 1951 ya lucía en las carteleras estadounidenses la nueva producción orquestada por Alfred Hitchcock con las expectativas propias de quien el gran público reconoce como una «marca» de calidad asignada a su oronda figura. Vistos los resultados en taquilla, Hitchcock parecía decidido a establecer un marco de colaboración con Patricia Highsmith, contactando con ella a finales de ese mismo año para que prosperara un segundo trabajo en común. Según consta registrado en el volumen Diarios y cuadernos (1941-1995) —publicado por el sello Anagrama dentro de su colección Panorama de Narrativas—, en marzo de 1952 Highsmith detalla que la vía de colaboración seguía abierta, pero la decepción pronto asomaría en el ánimo de la escritora texana. Hitchcock y Highsmith parecían «condenados» a repetir experiencia, pero no sería hasta una decena de años más tarde y en un espacio, el televisivo, que quedaba bastante por debajo de las expectativas generadas a raíz del notable éxito generado con la puesta de largo de Extraños en un tren. El episodio Annabel, emitido el primer día de noviembre de 1962 dentro de la antología The Alfred Hitchcock Hour en su primera temporada, surgió a partir de una historia pergeñada por Highsmith. Por aquel entonces, Hitchcock ya estaba inmerso en la (post)producción de Los pájaros (1963), una historia nacida a partir del relato corto homónimo de Daphne Du Maurier. Al leer estos días la antología de cuentos bajo el genérico Crímenes bestiales (1975) —igualmente publicado por la editorial Anagrama, pero esta vez dentro de su colección Compactos— me iba sobrevolando la idea de lo frustrante que tan solo la colaboración —más indirecta que indirecta— se circunscribiera a un largometraje y a un episodio televisivo. Mas, los trece cuentos cortos que jalonan la presente antología —escritos en esos «tiempos muertos» que separan su consagración al campo de la novela que la permitían una cierta relajación— establece un diáfano «conector» para con el principio vector que se formula en el contenido de The Birds, el de los animales revelados contra la naturaleza humana que arrastra consigo cuestiones tales como la vanidad, la arrogancia y la autodestrucción. Asimismo, en la susodicha antología y en su «hermana» Alfred Hitchcock presenta, el antropomorfismo asoma en no pocos de sus episodios, para la ocasión con un sesgo de humor negro propio de Hitchcock del que hace gala en su condición de host. A buen seguro, hubiese dado de sí algunos de los cuentos de Crímenes bestiales en sendas series, posiblemente con la salvedad del cuento Notas de una cucaracha respetable, en el que las «reflexiones» de un insecto sirven de hilo conductor de una breve historia que parecen páginas arrancadas o descartas de El almuerzo desnudo de William Burroughs. Haciendo gala de una prosa de trazo sencillo, pero de una extraordinaria riqueza en su conjunto, Highsmith sale bien librada del envite en esta delicatessen en la que luce en su portada un felino, el animal de compañía por excelencia de la prolífica escritora norteamericana.

 


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