Coincidiendo con la celebración
del centenario del cine, en 1995 apareció en el mercado editorial de nuestro
país La semilla inmortal, escrito por los profesores universitarios
Jordi Balló y Xavier Pérez. Por aquel entonces me encontraba enfrascado en la dirección
de la primera revista de cine en catalán (de periodicidad mensual), Seqüències
de cinema. Creo recordar que entre los libros recibidos en la mesa de
redacción para la elaboración y posterior publicación de la preceptiva reseña
crítica de los mismos figuraba un ejemplar de La semilla inmortal. Me pareció,
cuanto menos, una lectura sugerente por lo original de su planteamiento, pero
dada la avalancha de tareas en las que debía participar para sacar adelante un
proyecto que se había ido larvando sobre todo en 1994, delegué en uno de
los colaboradores de Seqüències de cinema para que se encargara de
confección una crítica dentro de la sección dedicada a los libros,
preferentemente de análisis cinematográfico.
Casi treinta años transcurridos desde aquel
episodio, no he dejado escapar la oportunidad de dar cuenta de la lectura del
texto escrito a dos manos por Balló y Pérez, pero en la lengua materna que
presumo de ambos, el catalán. En una apuesta que cabe poner en valor a cargo
del sello Anagrama, ya en octubre de 2015 había visto la luz La llavor
inmortal. Nueve años después, para su segunda edición, se ha escogido de nuevo para
su portada un fotograma de Fellini 8 ½ (1963), para la ocasión ribeteado de blanco con
un fondo ocre. La elección de esta producción italiana no es baladí, ya que los
autores cierran su ensayo con una aseveración que puede despertar ciertas
discrepancias, pero que no está huérfana de un sentido de la reflexión
medida desde el conocimiento: «Fellini 8 ½ se construye de esta forma en la
película de las películas. Su importancia, cada vez más reconocida, se debe al
hecho que representa para el cine moderno lo mismo que Ciudadano Kane —aquel
otro mosaico de incertidumbres— para el cine clásico: haber abierto en su significación
poliédrica todo un campo de expresión argumental». Aunque este final persigue
sacudir la «conciencia» cinéfila, sobre todo de aquellos «parapetados» en preceptos
más abonados al cánon, no representa el propósito esencial de Balló y Pérez.
Más bien, de la lectura de La llavor inmortal se desprende una voluntad por
parte de sus autores de establecer un «orden taxonómico» referido al medio
cinematográfico propio de la mente de un científico. El resultado del mismo
abona la tesis que un arte ya centenario se fundamenta en muchas menos líneas o
premisas argumentales de las que nos podríamos imaginar. Semejantes patrones
argumentales funcionan por ósmosis, afectando a distintos géneros, muy evidente
en el caso del western y del cine negro. A medida que he ido leyendo el libro
he tenido la sensación, al rememorar la experiencia de ver numerosas de las
películas que se citan en el texto, que había «acompañado» a Balló y Pérez en
otras tantas proyecciones en la Filmoteca de la Generalitat de Catalunya, ya
sea en su emplazamiento de Travesera de Gràcia o de la Avenida Aquitània. En
aquel periodo un porcentaje importante de las películas referenciadas en este
ensayo tan solo podían ser visibles en una ventana como la que procuraban
filmotecas siendo, a diferencia de hoy en día, auténticos «templos» para
cinefilia. Sin lugar a dudas, allí refinaron su gusto cinéfilo los profesores Jordi
Balló y Xavier Pérez, de naturaleza transversal, fiada a los auteurs pero
asimismo procurando realzar la contribución de los denominados artesanos que
trabajaron en Hollywood o sus aledaños durante la vigencia del star-system.
Cabía la posibilidad que Balló y Pérez se encomendaran a un ejercicio de actualización del texto escrito en periodo finisecular. Al no hacerlo, hubiese sido preceptivo buscar un subtítulo que acotara el periodo objeto de análisis, completando así la frase que luce en la edición de 2015: «els arguments universals en el cinema (1895-1995)». Con todo, el paso del tiempo no ha erosionado un ápice el valor de este ensayo cuyo adjetivo incluido en su título puede ser extensible, a modo de sinónimo, a su catalogación de «clásico» por antonomasia entre los ensayos cinematográficos publicados en ese fin de siècle en lengua española y con el cambio de milenio, también en lengua catalana.
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